A los 97 años de edad, y tras haber recibido la medalla de la ciudad de Hendaia en 2019, este viernes ha fallecido Simone Chrisostome, más conocida como Simone Vilalta en la labor de divulgación de los campos de concentración nazis. Sobrevivió a varios encierros, el principal en Ravensbrück, cuando tenía 19 a 23 años.
Todo comenzó en realidad en 1936, cuando su padre, trabajador de aduana y miembro del Partido Comunista según recuerda un hilo de tuits del historiador Etxahun Galparsoro, comenzó a ayudar a pasar la frontera a quienes llegaban desde Irun huyendo del Alzamiento franquista.
La joven siguió los pasos de su padre y se incorporó luego a la Resistencia contra la ocupación nazi, siendo aún una adolescente.
La familia al completo fue represaliada por ello, en primer lugar con el destierro a Angers. Simone, que entonces tenía 19 años, tras haber estado encarcelada primero en el castillo de Romainville, fue enviada después al campo de concentración, solo para mujeres, de Ravensbrück, al norte de Alemania. La esperanza de vida allí no pasaba de ocho meses.
«Según su propio relato, el viaje en tren duró cuatro largos días que pasaron encerradas en vagones destinados al transporte de ganado. A su llegada les dio la ‘bienvenida’ un grupo de mujeres SS que les golpearon y les amenazaron con sus perros. Tras cortarles el pelo, pasaron por la ducha y les dieron su vestido a rayas. Simone fue destinada al ‘kommando’ de Neubrandenburg, situado a 50 kilómetros del campo central», recuerda la web Deportados.es. Allí tomó el sobrenombre de Monette.
30 kilos
En los últimos años de la guerra, ante el avance del Ejército soviético, Chrisostome fue obligada a partir a pie, junto a más de 5.000 represaliadas, hacia el campo de Bergen Belsen, pero logró escapar y ocultarse en un pajar. Había recorrido para entonces 38 kilómetros. Los rusos la liberaron la noche del 30 de abril de 1945. Pesaba 30 kilos.
Regresó a Hendaia, donde logró recuperarse tras un periodo de hospitalización. Ejerció como enfermera y se casó con un catalán llamado Lluís Vilalta, que también había sobrevivido a un campo de concentración, esta vez Mauthausen.
En los últimos años, Chrisostome ha difundido su caso en institutos o medios de comunicación, con apoyo de elementos que logró conservar como su uniforme de prisionera, con el triángulo rojo que la marcaba como presa política.
Con su fallecimento desaparece un testimonio vivo sobre aquel exterminio, que destacaba que siempre le ha acompañado al tener que revivirlo por las noches.