En lugar de Aita Donostia, la plaza Moyua. En lugar de la calle Autonomía, la Gran Vía. El recorrido de la marcha que ha arrancado a las 16.30 ha sido más corto que lo que suele ser habitual en la manifestación que, cada primer sábado de enero, recorre las calles de la capital vizcaina. Y con menos partipantes, es evidente; aunque cientos, y bastantes más de los que se podía presuponer debido a las circunstancias de la convocatoria.
Pese a la situación de emergencia sanitaria y la borrasca, en un ambiente frío en lo metereológico pero con un buen número de público en los laterales, por la Gran Vía han pasado las tres pancartas que han abierto la manifestación (una de ellas, de la representación catalana, reclamando ‘Justicia es llibertad i. Is volem en casa’) y, detrás, manifestantes en filas, manteniendo las distancias de seguridad.
La Gran Vía, llena; y un mismo grito, ‘Euskal presoak, etxera’.
Al llegar frente al Ayuntamiento, y desplegados por las orillas de la ría, sobre las 18.00, después de que la abogada Amaia Goirigoizarri e Iñaki Goirizelaia, exrector de la UPV, leyesen el mismo texto que se ha escuchado en más de doscientos pueblos de Euskal Herria, ha sonado la triki de Xabi Solano.
Y entonces se han encendido las luces de los móviles para reclamar que se abra un camino de luz en la resolución de la situación de los presos vascos y sus familias.