Ainara Lertxundi
GARAren edizio taldeko kidea / Miembro del equipo de edición de GARA
Elkarrizketa
Juan Luis Urcola
Consultor, profesor y autor del libro «sobre la vida y la muerte»

«El verdadero éxito no es subir un 8.000 o ser un alto cargo, es acertar a vivir»

Licenciado en Ciencias Políticas, ha trabajado como director de Recursos Humanos y de Marketing. En 2006 formó junto a su hija la empresa Urcola: Formación y Consultoría. En su último libro invita a reflexionar sobre la vida, el éxito, la felicidad o la muerte.

Juan Luis Urcola con su último libro en la mano. (Andoni CANELLADA / FOKU)
Juan Luis Urcola con su último libro en la mano. (Andoni CANELLADA / FOKU)

El confinamiento le dio pie para ponerse a escribir un proyecto que tenía en mente desde hacía tiempo. Profesor mercantil, director de Recursos Humanos y de Marketing y autor de quince libros ligados al mundo empresarial, a la dirección y gestión de conflictos, en su última obra, “Sobre la vida y la muerte”, Juan Luis Urcola invita al lector a bajarse del vagón del estrés y a reflexionar sobre «cómo podemos vivir mejor», la felicidad, el sufrimiento o el esfuerzo.

En entrevista a GARA, resalta que «aprender, entender y superar el dolor debería ser una materia de obligado aprendizaje. Nos equivocamos cuando tratamos de que nuestros hijos no sufran, tienen que aprender a sufrir, a afrontar problemas».

¿Cómo nace este libro?

Es un libro que lo tenía en el corazón. Tenía las ideas al respecto, pero me faltaba tiempo para desarrollarlas. Cuando nos confinaron, pensé qué podía hacer y entonces me puse a escribir el libro. Nace con la finalidad de ayudar al lector a reflexionar y profundizar sobre la vida, sobre cómo vivir mejor, y la muerte. Yo soy de los convencidos de que la vida es un regalo, que lo tenemos todos los días y, a veces, no lo disfrutamos. Vivimos tan estresados que no nos paramos a pensar en la suerte que tenemos de vivir. Al igual que con un buen vino, debemos disfrutar y saborear la vida sorbo a sorbo. Este libro es un canto a la vida y una llamada a reflexionar sobre la muerte, porque, queramos o no, está ahí.

¿Cómo ve la relación cultural que tenemos con la muerte?

En la sociedad occidental, al contrario de lo que ocurre en la oriental, huimos de la muerte, no queremos vivirla. Es un tema tabú. Si en una cuadrilla de amigos sacas el tema de la muerte, enseguida te mandan callar. A los niños hay que apartarles de ver a un familiar fallecido para que no se les quede mal recuerdo. Vivimos como si la muerte no existiese cuando la muerte nos va a llegar a todos, nadie es inmortal. Por tanto, es fundamental asumir la muerte, mirarla de cara, no temerla y prepararse para cuando nos llegue. Somos muy poco planificadores y también en lo que respecta a la muerte. No la planificamos nada, te pilla como te pilla.

Hay que educar a la gente en el esfuerzo, en el trabajo. Pensamos que eso es malo, pero si Messi es bueno es porque trabaja, a Picasso le venía la inspiración trabajando...

En tiempos de tanta incertidumbre como los actuales, de pérdidas… ¿qué espacios deberían de ocupar la alegría, la tristeza, la apatía, el dolor?

De los cuatro espacios que planteas hay tres que son fundamentales en la vida: la alegría, la tristeza y el dolor. Yo no entiendo la apatía. La alegría es el premio más grande que podemos recibir de cualquier cosa que hagamos, la mayor recompensa. Las cosas que hacemos sin alegría es para pensarlas. Todo lo que hacemos en nuestro día a día debería de tener algo de alegría. Ojo, no confundamos la alegría con el placer, ni inclusive con la felicidad. El placer es bueno cuando me da alegría, pero no cuando la enturbia o la estropea. Tomar una droga nos puede originar un placer transitorio, pero si se abusa y nos convertimos en dependientes, hace que perdamos la alegría.

Otro aspecto absolutamente fundamental es el dolor que, junto al sufrimiento, es parte esencial de la vida. No hay vida sin dolor. Vivir no es una tarea fácil y para algunos muy difícil. Muchos tienen que levantarse cada mañana y sobrevivir. Aprender, entender y superar el dolor y el sufrimiento debería ser una materia de obligado aprendizaje. Nos equivocamos cuando tratamos de que nuestros hijos no sufran, tienen que aprender a sufrir, a afrontar problemas, porque los van a tener. En la medida en que un niño no aprende a luchar, cuando sea adulto va a sufrir y no va a tener herramientas. No les hacemos ningún favor cuando les evitamos el sufrimiento y el sacrificio, porque la vida es lucha, es problema. No hay que buscar el sufrimiento, pero en ocasiones nos ayuda a crecer y a madurar como personas. Ligando esto con la situación de pandemia que vivimos, diría que hay cuatro tipologías de personas: las que se rebelan e indignan porque no admiten la situación –«¡No me pongo la vacuna!», «¡No me pongo la mascarilla!»–; las que se deprimen; las que se resignan y van capeando el temporal como pueden; y las que crecen. Tenemos, ejemplo, los bares y restaurantes que ante el cierre de la hostelería han decidido abrir para servicio a domicilio. En lugar de acomodarse y de esperar, idean otras estrategias, a eso le llamo yo luchar.

Hay un libro que me impresionó mucho, «La bailarina de Auswchwitz», de Edith Egar. Siendo niña la deportaron junto a su familia a este campo de concentración. Sus padres fueron llevados a la cámara de gas y ella se salvó gracias a que era bailarina. He hecho mía una de sus frases: «Yo ya no puedo hacer nada con lo que me han hecho otros, tampoco con lo que yo he hecho, pero sí puedo hacer lo que viene a partir de ahora». Esa es la gran capacidad del ser humano, la de optar y elegir por vivir en la queja o el lamento o luchar por lo que deseamos. Después de la tempestad, siempre viene la calma. Saldremos del covid-19, pero tendremos que ver si salimos fortalecidos.

En el libro divide la vida en cuatro estaciones, ¿por qué?

El ser humano, al igual que la naturaleza, tiene cuatro etapas: la primavera que es la infancia hasta los doce años, luego viene el verano que es la adolescencia o juventud que va hasta los veinte años. Luego viene el otoño que es la madurez o adultez que va hasta los sesenta y, finalmente, tenemos el invierno que es la senectud.

¿Somos capaces de distinguir estas estaciones?

Creo que sí. Es malo que un joven viva como un anciano y que una persona mayor se comporte como un adolescente. Entiendo a los jóvenes que hacen botellón. ¿Son irresponsables? Sí, pero son cosas que se hacen a los 20 años. Un chaval por naturaleza a esa edad es rebelde. Es fundamental saber vivir la etapa que te corresponde. Hay que lucir las arrugas con satisfacción.

Somos animales de costumbres y tras la pandemia volveremos a lo mismo. Lo que sí es cierto es que nos ha ayudado a valorar las cosas sencillas de la vida: tomar un pintxo...

En cada capítulo se recogen una serie de preguntas para reflexionar. ¿Con qué propósito? ¿Qué le diría al lector para que se anime a responderlas?

Con el propósito de tomar conciencia de dónde debemos trabajar para mejorar. Pero, no es suficiente con tomar conciencia, sino que tienes que trabajar y eso yo no lo puedo hacer por ti. Te puedo provocar, plantear cosas para que pienses, pero si después de leer eso, el sujeto considera que vive bien, que es feliz, no va a cambiar porque las personas no cambiamos si pensamos que lo estamos haciendo. Si vivimos igual, no cambiaremos nunca; cuesta esfuerzo, es muy difícil cambiar porque supone trabajo.

Mis clases de formación siempre las empiezo diciendo que no les voy a enseñar nada porque es sentido común. El objetivo de la sesión es ver cómo conseguimos cambiar de comportamiento. La gente admira a Messi. Lo fundamental es que se levantan todos los días a las seis de la mañana para entrenar. Si no lo hiciera, no sería Messi, por muchas cualidades innatas que tenga. Te lo tienes que currar. Hay que educar a la gente en el esfuerzo, en el trabajo. Pensamos que eso es malo, pero si Messi es bueno es porque trabaja, a Picasso le venía la inspiración trabajando. Las cosas sin trabajo no se consiguen.

Entiendo a los jóvenes que hacen botellón. ¿Son irresponsables? Sí, pero son cosas que se hacen a los 20 años. Un chaval por naturaleza a esa edad es rebelde

En el libro recuerda que para Aristóteles la felicidad era el propósito central de la vida humana y una meta, y que el hombre feliz vive bien y obra bien. ¿Qué es para usted?

La felicidad es el resultado de una forma de vivir. Es aquello que nos acompaña cuando sentimos que estamos acertando en nuestro vivir. ¿Estoy contento de cómo estoy viviendo? ¿Estoy contento con lo que he hecho en mi vida y con lo que quiero hacer en el futuro? La felicidad para mí es sentirte interiormente a gusto contigo mismo. El verdadero éxito de la vida, desde mi punto de vista, no es llegar a tener un alto patrimonio, ni ser un alto cargo directivo, ni subir una cima de 8.000 metros, ni batir un récord, es acertar a vivir. 

¿Esta pandemia nos ha ayudado a vivir más consciente y ser más tolerantes a la frustración y a la incertidumbre?

No sé si la pandemia nos ha ayudado a vivir de una manera más consciente o a ser más tolerantes con la frustración. Somos animales de costumbres y tras la pandemia pienso que volveremos a lo mismo. Lo que sí es cierto es que nos ha ayudado a valorar las cosas sencillas de la vida: tomar un pintxo y un vino en un bar, esto es un placer extraordinario ahora, dar un abrazo a un amigo, poder hablar sin mascarilla, tener una cena con los amigos, ir al monte… Siempre valoramos las cosas cuando nos faltan.

¿Sabemos vivir el momento?

Yo creo que no. Vivimos acelerados, siempre corriendo, nunca tenemos tiempo para tomar un café con un amigo, vamos de viaje y en una semana vemos cuatro ciudades, las personas entran y salen de nuestras vidas sin dejarnos huella, se nos escapan los muchos buenos momentos que podemos disfrutar a lo largo de un día. No podemos vivir añorando el pasado ni anhelando un futuro incierto. Debemos disfrutar del momento presente. Necesitamos vivir de forma más consciente, más despacio, valorar todo lo bueno que tenemos.