Los diferentes tonos del morado feminista
El feminismo no tiene el mismo color en todos los lugares del mundo. Mientras en algunos se reivindica poder conducir un coche, acceder a la educación, terminar con la ablación o con el matrimonio infantil, en otros –como en el nuestro– se trata de terminar con la brecha de género a nivel salarial, social, de representación, científico, en el reparto de los trabajos domésticos o de cuidados… e incluso con la brecha orgásmica.
Todas las luchas son importantes, porque sea cual sea el punto en el que se encuentra cada lugar, muestran el largo camino a recorrer hasta la igualdad de derechos jurídicos, sociales y familiares, aunque las vías y las formas para ello sean muy diferentes en cada lugar del mundo. Se calcula que si la tendencia actual se mantiene, la brecha global de género tardará todavía 99,5 años en cerrarse. Aunque la crisis sanitaria ha supuesto un duro golpe a la igualdad de género, haciendo retroceder en diferentes ámbitos, como el de la brecha laboral, la violencia machista intrafamiliar y el reparto de cuidados sanitarios o domésticos.
Mirando los diferentes parámetros, a Euskal Herria no se le puede otorgar un único color geográfico, ya que como en otros muchos ámbitos, al estar dividida entre los estados español y francés, el morado cambia, y es más oscuro al norte del Bidasoa. Según el Informe anual de Brecha Global de Género del Foro Económico Mundial, el Estado español está en el 8º puesto en la paridad entre géneros y el francés en el 15º; lista que encabezan un año más los estados del norte de Europa. En lo que se refiere a la brecha salarial, según los datos ofrecidos por la Unión Europea en noviembre del 2020 el Estado español se encontraba en 11º lugar con un 11,9% y el francés en el 21º con un 15,8%, por debajo de la media, que se encuentra en el 14,1%.
Además de los indicadores más cuantificables, también son importantes las percepciones y las luchas sociales y particulares de las mujeres. La palabra feminismo todavía tiene una connotación negativa, que recuerda a la de hace algunas décadas en el sur de los Pirineos. Como ejemplo, este año hemos visto a Anne Etchegoyen cantando junto a Itziar Ituño la canción ‘No es no’ contra las violencias sexuales y sexistas, y mientras la bizkaitarra declaraba claramente que «apoya todas las movilizaciones de la mujeres», la bajonavarra decía que se trataba de un proyecto «más femenino que feminista».
Algunas de las razones que diferencian a ambos estados han sido temas candentes este año, y es que las denuncias contra las agresiones sexistas quedan la mayoría de las veces relegadas a ese ámbito “feminista” y repetidas veces no recibe nel apoyo de la sociedad.
Este año, además, el 8 de marzo llega con un tono definitivamente sexual. La aceptación del nombramiento del actual ministro del Interior Gérald Darmanin, es uno de ellos, ya que a pesar de estar acusado de violación sigue en su puesto, como jefe de las fuerzas policiales que se ocupan de la investigación de la denuncia. En este caso, también las protestas contra su nombramiento tuvieron un tímido apoyo político fuera del ámbito feminista.
Aunque en muchos casos los cargos políticos han olvidado su papel de representantes de toda la sociedad, sin defender como deberían la igualdad de género, estos últimos meses tomar el primer plano a las declinaciones más concretas y de ámbito francés del movimiento #metoo. Una de ellas está ligada a las altas instancias políticas y económicas francesas; #sciencesporcs comenzó haciéndose eco de las agresiones sexistas que durante décadas habían tenido lugar en las grandes escuelas de ciencias políticas en donde se forman las élites del estado, e incluso internacionales. Desde ahí ha pasado a ser un movimiento de la enseñanza superior, e incluso de secundaria.
También se ha liberado la denuncia del incesto. A través de #MeTooInceste miles de personas (sobre todo mujeres) han hecho pública su agresión o acoso. Ambos movimientos de denuncia se han visto acompañados e incentivados por el libro ‘La Familia grande’, escrito por la jurista Camille Kouchner, en donde denuncia las agresiones que sufrió su hermano gemelo durante la adolescencia de la mano de Olivier Duhamel, constitucionalista y presidente de la fundación nacional de ciencias políticas. El día que el libro vio la luz se publicaron 6.000 testimonios de incesto en 24 horas en las redes sociales.
Otro hecho que sorprende como mínimo, y también escandaliza, es el de la la edad de consentimiento legal, que debido a esos movimientos está en pleno ojo del huracán. Y que también forma parte de la actualidad legislativa, porque en este momento se está tramitando una proposición de ley para establecer una edad para dicho consentimiento, ya que en estos momentos no existe. Se trata de crear un nuevo tipo de crimen sexual que protegería a los menores de 13 años, ya que a día de hoy, si no se puede probar que hubo «violencia, coacción o sorpresa», se trataría de un abuso sexual y no de una agresión o violación, incluso para los menores de 15 años.
Este año también está ligado a la reproducción, y es que dos de las reivindicaciones que visten la actualidad de este 8M son la inseminación artificial para todas, incluidas las mujeres sin pareja, o con pareja del mismo sexo, y el plazo para abortar, que se extendería de 12 a 14 semanas. Si todo ocurre como es espera en el procedimiento parlamentario que está siguiendo la ley de bioética en la que se enmarca, la propuesta estrella que es la inseminación artificial se convertirá en ley en los próximos meses.
La liberación de la palabra, la acción o denuncia plural son el primer paso para el cambio social, y en algunos de estos casos jurídico. Para ello también es importante hacerlo con la terminología correcta, porque no es lo mismo un crimen pasional que un feminicidio, término que solo desde hace menos de dos años hemos visto aparecer en el lenguaje mediático. En la concienciación y la eliminación del lenguaje sexista todavía queda mucho que hacer, ya que llega incluso al término que reúne todas las causas, la del derecho. Y es que la gran República francesa, base de la ‘igualdad’ desde la Revolución, todavía hoy se autodefine como el país de los Derechos del Hombre, no de la Mujer.
Saliendo de Euskal Herria y de los estados en los que se encuentra, y mirando al mundo, los tonos del morado en algunos lugares del planeta son todavía muy oscuros, aunque poco a poco en la mayor parte del mundo se van aclarando. Las previsiones nos dicen que todavía habrá que seguir luchando durante un siglo para llegar a la igualdad global, y aunque cabe pensar que en nuestro país se llegará antes, no se puede dar nada por sentado. Así nos lo recuerdan desde el Instituto Europeo de la Igualdad de Género, que afirmaba ya en 2018 que ‘El índice de igualdad de género de la Unión Europea avanza a paso de tortuga’.
Teniendo en cuenta, además, los pasos atrás que se han dado durante esta crisis sanitaria, habrá que pisar el acelerador, si queremos poder conocer nosotras dicha justicia social de género o que puedan hacerlo nuestras hijas e hijos, sin tener que esperar hasta la segunda generación.