Pello Guerra

Portalero y limosnero de pobres de la cárcel, empleos municipales de la Iruñea del siglo XVI

En la Iruñea del siglo XVI existían varios oficios vinculados al Ayuntamiento que se ocupaban de distintas tareas, entre otros, el jardinero de la Taconera, relojero, portaleros, atabaleros y trompeteros, encargado de la campanilla de las ánimas y hasta limosnero de pobres de la cárcel.

El portalero de San Nicolás recibía un sobresueldo porque por ese lugar pasaban todos los cargamentos de uva y vino que entraban en Iruñea. (Fotografías: ARCHIVO GENERAL DE NAFARROA Y ARCHIVO MUNICIPAL DE IRUÑEA)
El portalero de San Nicolás recibía un sobresueldo porque por ese lugar pasaban todos los cargamentos de uva y vino que entraban en Iruñea. (Fotografías: ARCHIVO GENERAL DE NAFARROA Y ARCHIVO MUNICIPAL DE IRUÑEA)

En el siglo XVI, en Iruñea existían oficios vinculados al Ayuntamiento que ahora resultan especialmente curiosos y llamativos, como el limosnero de pobres de la cárcel, el encargado de la campanilla de las ánimas y un precedente del actual Servicio de Zonas Verdes del Consistorio, como sería el jardinero de la Taconera.

En 1558 se nombró a una persona que se encargara del cuidado y riego de los árboles de la Taconera, según recoge Santiago Lasaosa en su obra ‘El Regimiento municipal de Pamplona en el siglo XVI’.

Nueve años más tarde, el entonces Ayuntamiento de la ciudad nombró una persona para recoger limosna para los pobres que estuviesen cumpliendo pena en la cárcel. Quien ostentara ese cargo debía «dar cuentas con pago cada semana en los sábados en la visita de la cárcel».

Otro oficio era el de relojero y se ocupaba de atender el reloj de la iglesia de San Cernin, referencia horaria de la ciudad, y del cuadrante o reloj solar del Regimiento.

Como todas las personas que tenían un cargo de alguna responsabilidad recibían un salario de «los propios de la ciudad» y debían prestar juramento ante el crucifijo de que desempeñarían «bien y fielmente» su labor. Si no era así, se le expulsaba del puesto.

Dos hombres armados por portal

El toque de las campanas de la iglesia de San Cernin marcaba la apertura y el cierre de los seis portales de la amurallada ciudad, de los que se ocupaban los portaleros.

Estos supervisaban las entradas y salidas de viandantes de Iruñea y de llevar la llave de su portal al regidor que estuviese al cargo de su custodia cuando lo cerraban por la tarde, para después recogerla para abrir a la mañana siguiente.

En cada portal había dos hombres e iban armados y, además de su salario, se les ponía casa en la que vivir y recibían un leño por cada carga o manojo de sarmientos que pasara por su puesto.

El que tenía mayor responsabilidad era el portalero de San Nicolás, ya que por ese espacio pasaban todos los cargamentos de uva y vino que entraban en la ciudad. Por ese motivo, tenía un sobresueldo.

Otro puesto era el de encargado de la limpieza, que se ocupaba de sacar fuera de la ciudad a lomos de una «acémila o rocín» las inmundicias que se acumulaban.

Además, otra persona se ocupaba de limpiar las murallas en aquellos tramos que no eran empleados como vertederos y de limpiar las acequias de la ciudad.

Músicos, veedores...

El Ayuntamiento también contaba con pregoneros, con un encargado de tocar la campanilla de las ánimas y con otro para el toque de queda, que tocaba una campana una hora antes del anochecer para anunciar a la población que se recogiese en la ciudad antes de cerrar sus seis puertas.

Además, el Regimiento poseía tres juegos de atabales para tocar en determinadas festividades. Se nombraba a una persona para que tocara y ésta debía buscar dos compañeros a los que pagaba a su costa. Junto a ellos había músicos para tocar trompetas, que empezaron a ser nombrados oficialmente a partir de 1560.

Otros oficios dependientes del Regimiento municipal de Iruñea en el siglo XVI eran los diferentes veedores, es decir, personas que supervisaban que determinados productos se realizaban correctamente o de comprobar que algunas instalaciones funcionaban de acuerdo a lo establecido.

Así, había veedores de la harina, de la plata, de edificios, de tejerías y de molinos, además del contraste del oro, que supervisaba su peso en objetos pequeños de valor.