Imanol Intziarte - Asier Robles

Las aficiones, entre la ilusión y los nervios tras un largo año de espera

La madre de todas las batallas (deportivas) está a la vuelta de la esquina. Miles de personas, con sentimientos muy similares, aguardan desde hace más de un año. Emoción, nervios, ilusión, miedo… En ese vasto océano hemos hablado con cuatro gotas, para que nos cuenten sus sensaciones.

Igor Tomé, con su hija María, en un parque de Sevilla.
Igor Tomé, con su hija María, en un parque de Sevilla.

Igor Tomé tiene 43 años y es donostiarra «de Jai Alai», pero reside en Sevilla, la ciudad de su mujer, desde 2014. La mayoría de la afición blanquiazul sufrirá el partido a más de 900 kilómetros de distancia, pero a él le había tocado la fiesta al lado de casa… hasta que llegó la pandemia.

«Ya lo teníamos planeado. Al principio empezaron todos con la típica tontería de ‘buah, te vamos a invadir la casa’. Luego ya se fue calmando y lo estábamos organizando, mis padres, mis primos con el crío de 7 años… y mi cuadrilla que se apañe. Pero la intención era liarla por aquí, como cuando bajaron a mi boda, aunque no se hubieran conseguido entradas. Fue un bajón», recuerda.

A Tomé la afición le viene de herencia. «El aitona ya era socio, pero se tuvo que quitar porque decía que le iba a dar un infarto. Mi aita también es de la Real a muerte, aunque nunca ha sido socio, pero me llevaba a veces a Atotxa», explica.

Con este ambiente familiar no es de extrañar que con 10 años estuviera en La Romareda, disfrutando en directo del único título copero logrado por la Real hasta la fecha. «Además era el cumpleaños de mi aitona, qué mejor regalo. Todavía tengo la bandera que llevé entonces, me quitaron el palo al entrar, me cogí una llorera de la hostia del cabreo. Entramos y estaba jugando la selección española sub-16 o sub-18, no me acuerdo bien, contra Yugoslavia, y metieron gol los yugoslavos y toda la grada empezamos a chillar ‘gooooool’. Los chavales luego vinieron a aplaudirnos y el Frente Atlético empezó a insultarnos. Estuvo muy bien. Y luego el partido, la tanda de penaltis, cantando ‘No pasa nada, tenemos a Arconada’», narra entre risas.   

Hasta hace un par de años mantuvo su abono, a pesar de marcharse a la capital andaluza. Pero el anuncio de la llegada de María, que ahora tiene un año, cambió el panorama. La pequeña ya tiene camiseta blanquiazul, aunque ha nacido en una ciudad con dos equipos punteros.

«En mi familia política no son muy futboleros. El que más mi cuñado, que es del Sevilla. Y su hijo de 7 años le ha salido del Betis, como uno de sus abuelos. Mi suegro también es del Betis, pero todo muy tranquilo», explica.    

Antes del partido, Igor Tomé reclama a sus jugadores el máximo esfuerzo. «Soy de la vieja usanza, me gusta la Real con gente de casa, carácter…si lo das todo y no lo consigues porque tu rival ha sido superior, pues ya está, es lo que hay», remarca.  

Eso sí, es consciente de qué sucederá después. «Como perdamos… en la cuadrilla hay un par de amigos que son del Athletic, nacidos en Donostia pero con el padre de Bilbao». Las puyas volarán durante largo tiempo, solo falta saber en qué dirección.



Rita Santos es integrante de la Peña Athletic de Deustu y considera «una auténtica pasada» haber llegado a las dos finales de Copa, sobre todo la segunda «teniendo en cuenta lo mal que empezó el Athletic al principio de esta temporada». Está convencida de que «al menos una de las dos la vamos a ganar».

Entiende que «la final contra la Real es más especial», aunque apunta que «este año están jugando muy bien y da un poco miedo. Si se pudiese jugar con público sería un partido de los que jamás olvidaríamos, habría un ambiente muy bueno».

No poder viajar a Sevilla «da mucha impotencia. Yo he ido a todas las finales de los últimos años y es una cosa que recuerdas toda la vida. Haber ido al campo en una final contra la Real hubiese sido histórico. Además hay muchas generaciones que no saben los que es ganar una final (de Copa). Y en caso de ganar, no poder vivir un momento así en el campo fastidia mucho».

Preguntada por la ya desestimada idea de sacar la gabarra si se gana alguno de los títulos, a Rita Santos le parece absolutamente lógico, «porque si la gente la tiene que ver desde los márgenes de la ría es imposible mantener la distancia de seguridad».  



Es evidente que la afición al Athletic o la Real trasciende las fronteras de Bizkaia y Gipuzkoa. Un ejemplo es Lourdes Pérez, zaragozana que respira en txuriurdin. «No tengo ni familia ni nada en Donostia. ¿Por qué este amor a la Real? No tengo ni idea, pero es de siempre», resume.

Su padre del Valencia, su hermano del Athletic «por Iribar», su hijo del Zaragoza… una pequeña Babel. De cara a la final, se muestra optimista. «Ganarle al Athletic siempre tiene un plus. Ganar una final siempre es muy bueno, pero ganársela a ellos más».

Pérez vivió en su ciudad el título copero de 1987. «Toda la ciudad parecía de la Real. La viví muy intensamente. Nos moríamos de calor, pero me lo pasé muy bien. Conoces a mucha gente, te abrazas con todo el mundo…».

En cuanto puede se escapa a Donostia, de la que se declara «enamorada», y a Anoeta. Siempre con sus colores. «Por Zaragoza también paseo mucho con la camiseta de la Real. Nunca he tenido ningún problema. Bueno, una vez sí, cuando íbamos primeros y un chico me empezó a decir que era porque gobernaba Bildu. No le contesté, para qué te vas a meter en tonterías. Pero por regla general nada, tampoco en La Romareda».



A sus 24 años, Asier Cobos es el más joven de nuestros protagonistas. Es de Ibarrekolanda y ejerce como entrenador en el club de su barrio (CDF Ibarreko). «Jugar dos finales seguidas después de haber ganado la Supercopa es la ostia, un hito histórico. Mi generación nunca ha vivido al Athletic ganando una Liga o una Copa, no ha vivido los buenos años del Athletic en la década de los 80», apunta.

El duelo con la Real «es más que un partido de fútbol, tiene su trasfondo político-social. Con esta final me vienen a la cabeza imágenes como la de Iribar y Kortabarria con la ikurriña».

La mayor pena, y en esto hay absoluta unanimidad, es que se juegue en un estadio vacío. «Hubiera sido una fiesta», resume. También hay un sentimiento generalizado en ambos bandos, para el que pierda no va a ser una derrota más, ni siquiera una final perdida a secas. «Con la rivalidad que existe con la Real no me gustaría nada perder esa final», subraya.

Al igual que Lourdes Pérez, es optimista, y confía en que «los jugadores del Athletic tienen más experiencia en finales que los de la Real y eso creo que influye bastante, esa presión les va a poder». Aunque los donostiarras tienen jugadores tan bragados como Silva o Monreal.  

Asier Cobos tenía ya planificado el viaje del año pasado, pero al final no pudo ser. «Teníamos organizados dos buses para ir a Sevilla unos cuantos amigos. Pusimos la hora de vuelta a la madrugada, porque ganará o perdiera el Athletic íbamos a salir de fiesta. Con los aficionados de la Real Sociedad sería algo muy cercano, además tengo varios amigos de la Real. No poder ir a Sevilla a verlos da mucha pena. Además una final contra la Real iba a ser una fiesta euskaldun en un contexto muy español como es la Copa, y eso da cierto morbo».