Un debate con dos bloques claramente diferenciados y alto voltaje, con epítetos insultantes de todo tipo y color. Así fue el cruce de los seis candidatos a presidir la Comunidad de Madrid organizado por la televisión pública regional este miércoles noche y el que ha sido el único encuentro cara a cara que tendrán los cabeza de lista, a 12 días de las elecciones.
Ángel Gabilondo (PSOE), Isabel Díaz Ayuso (PP), Edmundo Bal (Cs), Mónica García (Más Madrid), Rocío Monasterio (Vox) y Pablo Iglesias (Unidas Podemos), en orden por peso de sus grupos parlamentarios, moderados por los conductores de Telemadrid Jon Ariztimuño y María Rey, tuvieron un duelo a seis con tres momentos bien diferenciados.
El primero fue un crudo debate sobre la gestión del gobierno de PP-Cs con las residencias geriátricas, recordando las miles de muertes y el abandono sufrido en la primera ola, mientras que el segundo estuvo signado por la economía y los impuestos. El final fue el pedido explícito del voto y la cuestión de las alianzas para formar gobierno.
El lapso más bronco se vivió durante los primeros 45 minutos en los que todos, incluso Monasterio, apuntaron contra Ayuso por el flagelo de las residencias. Se la vio visiblemente afectada pero recuperaría fuerza en el segmento sobre economía.
El que leyó el documento oficial del Gobierno madrileño en el que se pedía evitar ciertos traslados a hospitales fue Iglesias. Ayuso lo miró fijo con una sonrisa sarcástica, por lo que el exvicepresidente le pidió tres veces «no sonría», en tal vez el momento más tenso de las dos horas y media. La presidenta le respondió: «Sonrío solo porque usted da vergüenza ajena. Ustedes, salvo insultar, no hicieron nada. Usted es una pantomima, vino a Madrid a salvar su proyecto, nos está tomando el pelo».
El incendio discursivo se mantendría un buen rato. «Veo que es la misma de siempre, la de la Asamblea, altiva y faltona», le espetó García a Ayuso, en tanto Monasterio llamó tres veces «traidor» a Bal (en alusión a lo sucedido con la moción de censura en Murcia) y le dijo “cínico” a Podemos, además de asegurar que esta fuerza tiene «brigadistas que interrumpen con pedradas» mítines de la ultraderecha.
Gabilondo recurrió al famoso cartel de Vox en el que dice que los MENA cuestan más de cuatro mil euros mientras que algunos pensionistas reciben 450, algo demostrado falaz y que se había viralizado en redes y hasta fue mencionado en el Pleno del Congreso. Al respecto, Iglesias acusó a Vox de hacer «propaganda filonazi» y recordó el agravio recibido por su candidato de origen senegalés, Serigne Mbayé, por parte de uno de los estrategas de comunicación de la ultraderecha.
Gestión de la pandemia
Si bien los progresistas se cuidaron de no prometer más restricciones a la hostelería y al movimiento, dejaron claro los tres que consideran una irresponsabilidad las medidas de Ayuso. La que fue a más fue la dirigente de Vox: «Somos partidarios de abrir Madrid y acabar todas las restricciones, dejar trabajar a los madrileños». Como medida contenedora de la epidemia de coronavirus, solamente propuso acelerar la vacunación.
La presidenta de la CAM dijo que los muertos «son de todos» y se defendió argumentando: «Yo no traje el virus, no lo inventé yo, entró por Barajas sin controles». Además, achacó a Iglesias y Pedro Sánchez la responsabilidad por lo de las residencias porque asumieron el mando único. Al acecho en cuestiones de sanidad tuvo a García, una médica anestesista que volvió una y otra vez sobre Ayuso para recordarle sus déficits.
Iglesias mencionó que Madrid es la comunidad autónoma del Estado que menos invierte en sanidad (3,9 por ciento del PIB) y señaló que es «medalla de bronce en negación de derechos de dependencia» por lo que llamó a invertir 1.000 millones de euros más y a «cumplir con el artículo 31 de la Constitución, que exige que el sistema fiscal debe ser progresivo», algo que despertó los murmullos de fondo de Bal, mascullando su oposición. En su turno, Bal defendió las rebajas impositivas a Patrimonio.
El candidato puesto por Inés Arrimadas para sustituir al exvicepresidente Angel Aguado (que ni siquiera aparecerá en la papeleta) podría decirse que logró su objetivo: hacerse conocer un poco más y transmitirle al votante (lo mencionó varias veces) que la verdadera decisión no era quién iba a ganar sino «con quién va a gobernar Isabel Ayuso, si con Vox o con Ciudadanos».
Siendo para los madrileños el más desconocido de los seis, apeló a un perfil tecnocrático («mi ideología es que soy de centro, muy pragmático, de buscar resolver problemas», llegó a decir) y se diferenció de Monasterio en cuestiones de feminismo y LGBTI.. Pero se coaligó con las derechas en lo que hace al sistema tributario y acusó a Iglesias de repetir el discurso de ERC «sobre que Madrid hace dumping fiscal».
Impuestos, otro tema clave
A la hora de los impuestos, Gabilondo e Iglesias exhibieron sus diferencias. El líder de Podemos pidió retrotraer las rebajas del PP a los más ricos (a los patrimonios y herencias mayores de un millón de euros) pero el socialista dijo que no era el momento y dijo sentirse identificado con la opinión sobre el tema de la ministra de Economía, Nadia Calviño.
«Desde el compañerismo, sabiendo que tendremos que estar de acuerdo para gobernar», le respondió Iglesias, «la izquierda para ganar no puede decir lo mismo que la derecha». Pidió recuperar esos fondos para financiar la mejora en sanidad y educación. García evitó dar su opinión al respecto pero sí propuso una nueva ley de cambio climático «más ambiciosa» que la del Estado y prometió impulsar proyectos económicos y empleo verde, canalizando los fondos europeos de recuperación.
En el bando contrario, Ayuso repitió que iba a seguir bajando los impuestos (curiosamente, no dijo que haría el mayor recorte de la historia, como sí ha asegurado en varias entrevistas), pero tuvo a Monasterio siempre apostando a la desmesura por derecha: la candidata de la ultraderecha, sin dar ningún número, prometió bajar los impuestos y solventar sus mejoras con el recorte a la mitad de los diputados de la Asamblea (hoy son 132) y llevar de 13 a 7 las consejerías, además de aniquilar «todos los chiringuitos y comisionados de género y de bienestar animal, etc».
Sobre el final, a la hora de hablar de los pactos, quedó claro (ante lo inapelable de la aritmética de los escaños) que en caso de poder entrar a la Asamblea Cs se volcará a Ayuso y pedirá hacerlo sin Vox. La líder del PP reiteró querer gobernar en solitario «con libertad y las manos libres para poder ejecutar el programa» de gobierno, aunque no negó un posible acuerdo con la extrema derecha.
«Pablo, tenemos 12 días para ganar»
Otra novedad, la principal y más nítida que dejó el debate, fue la mano tendida de Gabilondo a Iglesias. Tras destacar a García («creo que podemos sumar para gobernar»), se dirigió «a Unidas Podemos», sin nombrar a su rival, diciendo que contaba con el partido para «evitar el gobierno de la foto de Colón», pero luego sí miró al exvicepresidente y afirmó: «Pablo, tenemos 12 días para ganar».
De esta forma algo titubeante, el socialista admite que necesitará a la formación morada para gobernar y se contradice con sus declaraciones del mes pasado, cuando había subrayado que «con este Iglesias, no» quería cogobernar. Algo similar ocurría hace exactamente dos años: en la campaña de abril de 2019, Sánchez cambió su discurso y le tendió la mano al líder de UP al ver que en las encuestas mejoraban. Quizás hoy podría estar pasando lo mismo, por más que vaya ligeramente por debajo de Más Madrid.
Uno a uno
También cabe señalar que el de la noche del miércoles no fue el mejor Iglesias. Con una dialéctica poderosa que lo hizo lucirse en los debates de 2019, esa vez estuvo más desdibujado, no aprovechó para mostrarse más conocedor de lo que ocurre en la CAM y le habló a su público. Algo similar hizo Monasterio, fiel al estilo Vox: extremó y crispó todo lo que pudo y fue nada conciliadora, salvo con Ayuso, además de feroz con Bal. La ultraderecha pareció también hablarle solo a sus simpatizantes y nadie más allá del cuadrante.
García se mostró menos agresiva con Iglesias de lo que fue al comienzo de la campaña informal, en marzo, y buscó explotar su perfil de sanitarista. Al principio visiblemente nerviosa, fue mejorando con el paso de los minutos aunque sufrió un contragolpe casi de K.O. por parte de Ayuso: cuando le enrostró números adversos en economía con una hoja en la mano, la presidenta la acusó de mentir y dijo que esos gráficos eran falsos. Le pidió la fuente de los datos hasta tres veces y García no supo responder hasta que luego dijo «el INE». Un paso en falso que arruinó una buena performance.
Gabilondo no fue más de lo que ya se suponía: sin carisma, con poca destreza verbal y propuestas centristas, aunque se mostró presidenciable. El cinturón rojo madrileño y el progresismo moderado de la capital lo aúpan como segundo. Sabe que depende su futuro de la participación. Su ahora nuevamente socio Iglesias lo recordó en el minuto uno del debate, que por sorteo le tocó abrir: recordó a los trabajadores que tendrán «cuatro horas que legalmente los empleadores deben dar para votar». Y es que los comicios serán un martes, día hábil, con mucho en contra para movilizar las bases del cinturón rojo, obrero y castigado más que nadie por la crisis.
Para el final, Ayuso. Protagonista indiscutida de la campaña y, ya para muchos, un fenómeno social emergente. Su destreza en la confrontación argumental no es lo mejor que tiene, pero durante el debate, salvo al principio, acometió el objetivo: no equivocarse. Por momentos desaparecía astutamente del debate permitiendo incluso críticas a su gobierno que respondía con perfil bajo. No tuvo frases rimbombantes y ridículas y no dio pasos en falso. Incluso aseguró no haber criticado a las personas que viven en la calle, cuando se refirió a «mantenidos y subsidiados», algo que la izquierda le enrostró.
Ayuso no brilló, pero nadie lo esperaba. Tampoco cometió errores graves ni estridentes. Ese fue su logro. Por eso tras el debate es difícil creer que se pueda mover mucho la demoscopia y salvo algo imprevisible, arrasará el próximo 4M. La gran pregunta es si tendrá escaños para formar gobierno y qué tendrá que dar a Vox a cambio.