Mayo de 2011; las dos noches en que nació Bildu
Están a punto de cumplirse diez años desde que miles de personas festejaron en el Arenal el aval del Constitucional a Bildu, con la campaña ya iniciada. Menos conocida pero igual de decisiva fue otra noche previa, en que en las «catacumbas» y a contrarreloj se allanaba el camino.
Revivir el salto a la arena electoral de Bildu supone devolver a la memoria términos como «ilegalización», «agrupación electoral» y «candidatos contaminados»; es recordar decenas de reuniones forzosamente clandestinas y espiadas policialmente; hace evocar la entonces sorprendente y hoy natural suma de ideologías y trayectorias; y conlleva extrañarse de que haya pasado tan poco tiempo y a la vez tanto.
Hace justo diez años lo que hoy es EH Bildu (entonces solo Bildu) lanzaba un sprint frenético por entrar en la carrera electoral de las forales y municipales de 2011. Lo logró entrada la campaña, exactamente a las 0.21 de un viernes 6 de mayo. Aquella noche siempre se recordará por la sentada popular en el Arenal a la espera de la decisión del Constitucional. Pero NAIZ va unos días más atrás para recordar otra vigilia, entonces clandestina. Y es que en ella –junto a representantes de EA, Aralar y Alternatiba, fuerzas legales– había miembros de la izquierda abertzale ilegalizada, muy conscientes de que cualquier conexión iba a ser usada por cepo para atrapar a la fuerza recién nacida e impedirle llegar a las elecciones.
Uno de aquellos militantes era el exconcejal donostiarra Iñigo Balda. Como responsable del área municipal en Gipuzkoa, tenía una misión crucial y además urgente: recibir las impugnaciones de candidaturas por parte de Fiscalía y Abogacía del Estado, contrastar los datos a la carrera con los compañeros de cada localidad y preparar los argumentos para las alegaciones ante el Supremo.
(Comparecencia de Bildu con rictus de gran preocupación en uno de aquellos días de precampaña. Iñigo URIZ | FOKU)
En realidad llevaban semanas a destajo. Ya en las elecciones de 2007 las FSE habían reconocido que tenían detectadas 11.700 personas a las que vetar como candidatas. Como los motivos iban multiplicándose, en 2011 se llegó a estimar que la cifra de «contaminados» rondaba los 40.000. Balda rememora que hubo que escarbar para encontrar a profesionales hasta entonces ajenos a la política institucional. Y luego, claro está, convencerles: «Me acuerdo de las dos veces que subimos a cenar con Juan Karlos Izagirre a Igeldo, casi a escondidas, y de cómo Martin Garitano dio el sí para candidato a diputado general el día en que Korrika acabó en Donostia, cuando el plazo acababa el día siguiente».
Balda enumera quiénes estaban en la tensa espera aquella noche de finales de abril. Ubica la cita en la sede de EA en el barrio de Igara de Donostia, «aunque también nos solíamos juntar en la del Paseo de Salamanca. Pero las semanas anteriores, para ir cerrando las listas, nos tocaba reunirnos con los posibles candidatos en los sitios más extraños. Aunque no con la intensidad de años anteriores, teníamos a la Policía detrás».
El cronograma de aquella noche da fe del atropello: la Fiscalía había anunciado su apelación para las 12.00 de ese jueves, luego la atrasó a las 18.00, finalmente la hizo pública a las 20.00... y a Bildu no se le notificó hasta las 0.30. Desde esa medianoche había menos de doce horas para contestar; el plazo finalizaba a mediodía del día siguiente.
Sobre la mesa de aquella sede de EA, decenas de documentos con miles de páginas, incluidos informes de Guardia Civil, Policía española, Ertzaintza y Policía Foral con un pormenorizado análisis de las circunstancias de centenares y centenares de candidatos. Las estructuras locales tenían que responder en minutos a los argumentos policiales para poder preparar las alegaciones.
A partir de ahí cogían el testigo los letrados. Al frente, Iñigo Iruin, aunque sin poner su firma para evitar dar excusas a la criba judicial. «Se decidió que era lo mejor porque también soy abogado de presos entre otras cosas. Incluso se llegó a plantear si no era mejor buscar algún catedrático en Madrid; una locura, ¿cómo iba a firmar alguien de Madrid un texto en el que era tan importante el análisis de la historia de ETA, la tesis del desdoblamiento...?», explica a NAIZ. Al final lo rubricó otro letrado vasco. Pero no Iruin, su autor real. Ni siquiera figuraba el procurador habitual en estos casos.
(Iruin, presentando los estatutos de Sortu en febrero de 2011. Luis JAUREGIALTZO | FOKU)
Todo se había complicado extremadamente unas semanas antes, el 23 de marzo, cuando la Sala del 61 del Supremo había denegado la legalización de Sortu, aunque fuera casi dividida al 50% (nueve jueces contra siete). Iruin era el representante legal de Sortu y quien había defendido públicamente sus impecables estatutos en una declaración pública junto a Rufi Etxeberria.
Para Balda, aquel golpe a Sortu (avalado finalmente en 2012) fue la confirmación de que el camino a la relegalización iba a ser todavía más empedrado de lo previsto y de que no había certeza alguna de llegar a las urnas en mayo con el plan A y único: la coalición Bildu. «Nos obligó a que las listas fueran absolutamente ‘limpias’, había que ser muy escrupulosos. De hecho, hubo personas destacadas a quienes no incluimos por si acaso y que luego acabaron teniendo altas responsabilidades en Diputación», apunta.
Aquella noche hubo una luz siempre encendida en Igara y otra en la Parte Vieja, donde Iruin trabajaba con Adolfo Araiz o Joseba Permach, según recuerda, con la información que recibía del otro punto de la ciudad. «Las estructuras locales hicieron un trabajo fenomenal –rememora una década después el abogado hernaniarra–. Me acuerdo de que le pedí a Balda que felicitara a todo el mundo».
La lectura política del momento es clara y se resume en Alfredo Pérez Rubalcaba, entonces vicepresidente del Gobierno y ministro del Interior. Había defendido la ilegalización con el argumento de «o bombas o votos», pero cuando la izquierda abertzale gritó «votos», intentó que no fueran ni la una ni la otra.
Del Supremo al Arenal
Bildu empezaba a caminar con pies de plomo, pero el Supremo español tampoco las tenías todas consigo. Como dato revelador, aquel jueves a una semana de la campaña optó por dar un día más de plazo a las alegaciones, para aparentar que se cumplían los estándares europeos y no soliviantar excesivamente a la opinión pública vasca. Para entonces ya se alzaban voces nada sospechosas: Odón Elorza calificaba de «barbaridad» la actitud de la Fiscalía y Xabier Arzalluz hacía autocrítica pasada en GARA: «No fuimos suficientemente contundentes cuando salió la Ley de Partidos».
La división apreciada con Sortu se repetiría con Bildu, el 1 de mayo, ya a solo tres semanas del 22M. Nueve jueces vetaban todas sus candidaturas hablando de «riesgo para la democracia». Otros seis defendían que «no es ETA quien ha impuesto su diseño al conjunto de la izquierda abertzale, sino que, muy al contrario, es esta la que a través de un proceso de maduración política y de discusión interna ha llegado a dar un giro copernicano con un rechazo absoluto y sin ambages de la violencia».
Faltaba la decisión del Constitucional, al que se recurrió inmediatamente, ya con solo cuatro días para el arranque de campaña. El catedrático Javier Pérez Royo apuntaba que «si esto no se resuelve, la condena en Estrasburgo va a ser brutal» y vaticinaba que «el TC lo tiene fácil, le basta con apoyarse en el voto particular del TS». Cerca de 500 profesores y abogados suscribían un manifiesto que denunciaba la «mutilación de la legitimidad» de los comicios. El Parlament de Catalunya avalaba el derecho de Bildu a presentarse, con CiU sumándose a ERC, SI e ICV.
La calle entró en juego, en efervescencia. El martes ya hubo decenas de movilizaciones en las localidades vascas y se anunció una gran movilización el jueves en Bilbo (además de otras en Iruñea y Baiona), a la espera de la decisión final del Constitucional. Se fijó como punto de encuentro la Plaza Elíptica, pero enseguida se cambió por el Arenal vistas las previsiones de gran afluencia. La manifestación acabaría en una sentada que para la prensa internacional evocaba a la Plaza Tahrir de El Cairo, escenario entonces de la «primavera árabe».
(Medianoche en el Arenal, a la espera del TC. Jon HERNAEZ | FOKU)
Allí fue cayendo la noche de mayo, entre nervios y risas, mensajes de móvil y bocadillos, ilusiones y temores. A las 23.30 atronó un estallido de júbilo casi futbolero, pero era una falsa alarma. El escritor Lutxo Egia, que hacía de presentador, tuvo que pedir calma. Se siguió gritando ‘Independentzia’ y ‘Bildu aurrera’, se cantaron ‘Lepoan hartu’ o ‘Xalbadorren heriotza’, acabó el jueves y empezó el viernes. Y a las 0.21, cuando otros partidos ya pegaban sus carteles de campaña, llegó la fumata blanca, la luz verde, y con ellas algunas lágrimas. Y el puño en alto de Martin Garitano: «Gora Euskal Herria askatuta!»
Para Iñigo Balda no hubo mucha ocasión de fiesta. Cree que serían las 2.00 cuando empezaron las llamadas para concertar una reunión a primera hora del día siguiente: pequeño problema, había que preparar una campaña en toda regla, que arrancaría el sábado con un gran mitin en el Anaitasuna.
Una semana más tarde esperaba el BEC, con 9.000 personas en las gradas. Y la siguiente trajo algo que casi nadie habría soñado aquella noche del Arenal: más de 310.000 votos, decenas de alcaldías (Donostia incluida) y la Diputación de Gipuzkoa. Pero esa ya es otra historia, una historia que llega hasta el II Congreso del próximo fin de semana y que empezó a escribirse estas dos noches de mayo de 2011.
(Martin Garitano, entonces aspirante a diputado general de Gipuzkoa, aquella noche electoral del 22 de mayo de 2011. Andoni CANELLADA | FOKU)
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