Sin entrar en estériles debates sobre si ha habido un zaguero en la historia que haya sido capaz de marcar tantas diferencias como José Javier Zabaleta, lo que parece fuera de dudas es que el zaguero de Etxarren ya está marcando una época entre a sus coetáneos. Tres txapelas y cuatro finales lo ascienden ya al tercer peldaño del palmarés de la especialidad –solo por detrás de Maiz, Martínez de Irujo y Julián Retegi, con cinco títulos, y Titín III, Errandonea y Goñi III, con cuatro– y le sobra recorrido, a poco que las lesiones se lo permitan. Estos números, junto a un contacto de lo más estético con la pelota, hacen del de Etxarren un zaguero de leyenda, con el Manomanista como «asignatura pendiente», un reto al que, animado por un enorme estado de forma, se enfrentará a partir del viernes. Le esperará un escalón por encima un Danel Elezkano con el que volvió a pasar por encima de Peña-Albisu y que suma su segunda lana, aprovechando otra vez a las mil maravillas todas las oportunidades que le ponen por delante.
Sin quitarle nada al delantero de Zaratamo –nunca es sencillo responder tan bien a la obligatoriedad de ganar– en un campeonato de zagueros, el de Etxarren ha sido, sin duda, el pelotari más destacado del torneo, como así lo refrenda su designación como pelotari más destacado del Parejas, en la decisión menos discutida desde que se otorgan este tipo de galardones. Saltando al baloncesto, de los que también hay un destacado practicante en casa de los Zabaleta-Lasa, un MVP por unanimidad.
De menos a más
En el punto exacto de madurez, el zaguero navarro se ha convertido en una garantía de éxito para los responsables de Aspe que, dada su costumbre a apurar su llegada a los frontones, cuando más sufren con él es hasta que le ven entrar por la puerta. Que el partido de ayer fuera la final no supuso una excepción, ni en lo uno ni en lo otro. El de Etxarren fue uno de los últimos en llegar al Bizkaia, pero una vez se puso, rompió a derechazos un partido que se preveía bastante más igualado.
Mucho se había hablado en la previa sobre la importancia del arranque, los precedentes advertían de que el que comenzaba por delante se había impuesto en los tres antecedentes de esta edición, pero las finales son partidos distintos, también en esto. Y es que fueron Peña-Albisu los que mejor comenzaron. Al delantero tolosarra no le pesó para nada su condición de debutante. Peña saltó valiente y decidido, como en todo el campeonato, e incluso se mostró más eficaz que un Elezkano que mostró algunas dudas en los tantos iniciales. Atrás, Jon Ander Albisu alternó pelotazos largos y cortos para tratar de incomodar a su par. Así llegó, por ejemplo, con una cortada al ancho, el 3-6, probablemente uno de los tantos del torneo que, paradógicamente supuso el comienzo del fin para los guipuzcoanos.
Problemas en la mano
Y es que, a partir de ahí Zabaleta cambió la final, la pelota le salió como un tiro, hasta el punto de atropellar a unos impotentes Peña-Albisu que, si hasta entonces habían logrado sumar media docena de tantos, solo pudieron sumar uno más en todo el resto del partido, en una pelota a la que, inusualmente, Zabaleta no se puso bien y mandó al colchón de arriba.
Albisu había sido, hasta la fecha, el único zaguero en hacerle algo de sombra, la única kryptonita para Zabaleta, pero tampoco en su segunda final pudo disputar, como se merece, de una cita tan especial, primero por la tiranía de su rival y después porque su herramienta se le lastimó en una volea en el 8-9. Con un Elezkano inteligente en la lectura del partido, los Jon Ander no pudieron hacer frente al chaparrón que les vino encima.
A partir de hoy entenderán que ser los mejores entre los «mortales» no es baladí. Tampoco cumplir los pronósticos con semejante contundencia. El sentido abrazo entre los campeones dejó constancia de ello.