Después de derrotar al Real Madrid por 92-73 en el segundo partido de la finalísima de la Liga ACB, con el «traidor» –según la cosmovisión madridista– Nikola Mirotic elegido como MVP tra ssumar 27 puntos y 35 de valoración –grandísimo jugador... con el viento a favor; con el viento en contra, no tanto–, el faraónico Barcelona de Saras Jasikevicius ha conquistado la Liga ACB. No es cosa baladí, porque el club blaugrana llevaba desde 2014 sin llevarse una liga doméstica que llevarse a la boca.
El cuadro blaugrana se ha mostrado superior a todos sus rivales en esta versión a la carrera de los playoffs por el título, aunque curiosamente, ha precisado el desempate en los cuartos de final ante el Joventut y las semifinales frente a Lenovo Tenerife, mientras que al Real Madrid «del récord» –con solo dos derrotas en la Liga Regular– lo ha barrido por la vía rápida: un 0-2 incontestable y con 1.000 espectadores en las gradas del Palau Blaugrana.
Tampoco hay que olvidar que los de Xavi Pascual también ganaron la Copa, apeando a Saski Baskonia en semifinales, luego de padecer a un sideral Darío Brizuela en cuartos, teniendo que ganar a Unicaja en la prórroga copera. Este doblete doméstico es el primero que los blaugranas suman desde el año 2011, con Xavi Pascual en el banquillo y referentes como Ricky Rubio o Juan Carlos Navarro, nada menos.
OVNIs y nubes en el cielo
Que el Barcelona gane algo no va a sorprender a nadie. Para eso se ha gastado sus buenos cuartos en dos fichajes esenciales, más la llegada de Pau Gasol en marzo: Sarunas Jasikevicius y Nick Calathes.
Este proyecto no se puede entender sin la aportación del entrenador lituano y sus ayudantes, triunfando en el club blaugrana como técnico igual que triunfó como jugador. Mucho más centrado en la defensa y el músculo que cuando dominaba con su fantasía ejerciendo de base, Jasikevicius no ha inventado la rueda ni la pólvora, pero sí que ha dado las llaves del Barça a un Nick Calathes que ha ejercido casi de único base, puesto que el fichaje de Leo Westermann ha sido un parche de poco uso y Thomas Heurtel ha sido el principal damnificado por parte del lituano. Sus carencias defensivas y su carácter han chocado con el carácter de Saras, tan histriónico con traje y corbata como de corto.
Calathes llegaba al Barça con ciertas dudas, ya que su mal tiro exterior iba a ser aprovechado por sus rivales, tapándole su vía de anotación a base de compartir el balón. El propio Calathes ha sabido asumir esa tara para anotar no con fluidez pero más de lo que nade esperaba, al tiempo que el cuadro blaugrana ha podido recuperar a tiradores de élite como Alex Abrines –olvidado al fin la depresión que lo alejó de la NBA y del baloncesto, aunque al final se ha destapado más como defensor que como tirador– y Kyle Kuric, cuyo acierto desde más allá de los 6,75 metros ha superado el 50%.
Jasikevicius ha dejado en el armario otros «cadáveres» como Pierre Oriola –el gran damnificado tras el aterrizaje de Pau Gasol– y Víctor Claver –una lesión lo frenó y Jasikevicius lo ha rematado–, al tiempo que ha rescatado al letón Rolands Smits y ha dado la alternativa al argentino Leandro Bolmaro y Sergi Martínez –al que ha usado menos desde la llegada de Gasol–.
Todo ello, con Adam Hanga que lo mismo ha desaparecido de la rotación que se ha vuelto imprescindible, Brandon Davies –jugador fetiche de Jasikevicius desde sus años en Zalgiris Kaunas– y un Cory Higgins silencioso y letal, han organizado un Barcelona machacón tal vez no muy preciosista, pero sí efectivo.
Y un poco preciosista con Pau Gasol en la cancha. No hace falta insistir en que el gigante de Sant Boi ha rendido muy por encima de lo esperado, al punto de volverse un jugador esencial en sus contados minutos. En la finalísima del martes en el Palau, fue Gasol y no otro quien sofocó con cinco puntos seguidos el único intento de rebelión madridista.
Sobre todo quedará en la memoria el mate a la contra del gigante catalán, recibiendo a la carrera un pase de Calathes y machacando a una mano. Todo ello, a punto de cuplir los 41 años y tras dos años de inactividad; dedicatoria a su esposa y su hija, presentes en las gradas del Palau. Cuando el finado Andrés Montes lo bautizó como «E.T.», en cuanto que jugador extraterrestre, no sabía lo acertado que estaba.
Pero ese OVNI tal vez eche a volar ya mismo. La próxima cita de Gasol serán la olímpica, y aun cuando no se rompa el de Sant Boi con el ritmo y la exigencia de la competición –ahí se han visto sus costuras, sobre todo en la final de la Euroliga–, ¿estará listo para jugar otra temporada de 90 partidos? 90, sí, cifra que redondeó el martes el conjunto blaugrana.
Pero la duda de Gasol solo es una. Claver se irá, seguramente. Igual que Pustovyi, Westermann, Bolmaro y quién sabe si Abrines y Hanga. La mayoría son jugadores secundarios, pero fichar a jugadores de este calibre para que acepten ser secundarios, no siempre sale bien.
El Barça ha emergido como campeón en un momento en el que el Real Madrid empieza una reconstrucción a fondo –Felipe Reyes se retira, aunque a nadie le importó el martes–, con los medios anunciando de forma oficial este mismo miércoles la llegada de Nigel Williams-Goss, un base que en su día sonó para el Baskonia y que significa la reconstrucción de los de Pablo Laso.
Por no hablar de la «limpia» que va a haber en Valencia –empezando por su banquillo, con Joan Peyarroya adquiriendo boletos para sustituir a Jaume Ponsarnau– o la que se espera por Gasteiz, amén de que Unicaja, en un drástico bajón presupuestario, ha puesto a medio equipo a la venta.
Sin Europa
La mejor baza para que continúe Pau Gasol otro año más es que no ha podido conquistar la Euroliga. La teoría de «reservar» a Gasol para la Euroliga y que en la ACB se limite a recibir el aplauso de unas gradas que, se espera, vuelvan a ir llenándose, no suena mal del todo, pero lo cierto es que el propio jugador dejó caer el martes que «tal vez este sea mi último partido en el Palau», al tiempo que, con el «factor sorpresa» disipado más el apretujón físico de los Juegos Olímpicos, este «cuento de hadas» que ha sido el retorno de Pau Gasol puede mostrar una cara B no tan agradable.
¡Ay, si hubiera ganado el Barça la Euroliga! Pero los rivales, taimados ellos, juegan para ganar y no respetan ni las canas. Anadolu Efes se cobró su «deuda» de 2020 y lo ha hecho a costa de todo y de todos. Enrabietado por «arrebatarle» la Euroliga, el Barça le ha arrebatado al ala-pívot Sertac Sanli y se habla también del retorno de Moerman a Can Barça. Comprar de forma compulsiva solo es insano cuando se tiene la cuenta boyante; en el peor de los casos, más saludable que darse a la bebida sí que parece.
Todo apunta que el examen del Barça con Jasikevicius se ha saldado con sobresaliente, llegando a las cuatro finales de competición oficial –Supercopa incluida– y conquistando la ACB y la Copa. Faltaría Europa, pero bien se sabe que decir «hágase» no es suficiente, porque en Europa los hay que gastan tanto o más que el propio Barcelona –todo apunta que Fenerbahçe y CSKA de Moscú volverán a la carga– y bien se vio en la finalísima de la Euroliga, que el propio Barça de Jasikevicius gripó su motor cuando Anadolu Efes puso el listón físico a la misma altura, con el entrenador lituano convertido en un perfecto «Joker» para futuros remakes, pero sin respuestas cuando su propuesta por el cemento no fue suficiente.