Jordi Cuixart no se fía. Cree que todavía hay posibilidades de que los nueve líderes independentistas indultados por el Estado español regresen a la cárcel ya que, para él, los indultos no solucionan las demandas políticas de Catalunya.
Cuixart no tiene miedo de volver a las prisiones donde ha pasado los últimos tres años y ocho meses. «Estos indultos son porque al Estado español (...) le molestamos en la cárcel, no es una voluntad de resolución del conflicto político», asegura a AFP el líder social de 46 años, dos días después de salir de prisión.
Para Cuixart, que ya ha recurrido su caso ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), el Gobierno de Pedro Sánchez ha actuado «condicionado por la presión internacional», en referencia a organizaciones como Amnistía Internacional que pidieron su liberación.
Presidente de la asociación Òmnium Cultural, Cuixart fue detenido el 16 de octubre de 2017 y en 2019 el Tribunal Supremo le condenó a nueve años de prisión por sedición, sentencia que el Tribunal Constitucional confirmó.
Diálogo
La tensión se aceleró en aquel otoño de 2017, cuando a raíz del referéndum del 1 de Octubre y de la Declaración Unilateral de Independencia (DIU), el Estado español cargó con todo su aparato represivo contra los líderes independentistas catalanes. Algunos de ellos, como Cuixart, acabaron con presos, mientras otros partían hacia el exilio, como el president Carles Puigdemont. Al mismo tiempo, el Ejecutivo de Mariano Rajoy suspendía la autonomía catalana mediante el famoso artículo 155.
Cuixart, que vivió la recta final desde la cárcel, dice que ha pensado mucho en aquellos días. «No me arrepiento de nada, lo único que sí que me sabe mal es la violencia que se ejerció contra ciudadanos de a pie», asegura sobre las jornadas que siguieron al referéndum del 1-O.
Su lucha, dice, era por el derecho a realizar un referéndum de autodeterminación, opción que sigue descartada por Madrid, pero que el independentismo volverá a llevar a la mesa de negociación que debe retomarse próximamente. «Está por ver también si estos indultos serán efímeros o si se consolidarán (...), y sobre todo qué pasa con la represión», indica.
Y, aunque considera que la mesa podría suponer un «punto de inflexión», no advierte predisposición para los dos grandes reclamos independentistas: amnistía y autodeterminación. «Yo no veo a la sociedad española preparada para ningún tipo de avance en lo que hace referencia al autogobierno, pero la responsabilidad de los políticos es esto: dialogar», agrega.
«Llegará»
Enérgico y amante de la meditación, Cuixart se pone como ejemplo de lo que considera la transversalidad del soberanismo: hijo de un mecánico catalán y una carnicera murciana, que hablaban castellano en casa, y que funda una rentable compañía de fabricación de maquinaria de envases, actividad que compagina con su militancia.
«Yo no he proclamado la independencia de Cataluña. Yo no he convocado un referéndum de autodeterminación, pero no porque no quiera, sino porque no puedo, porque yo soy un activista», reafirma con una media sonrisa.
A pesar de que la cárcel cambia para siempre, sobre todo las horas sin sus hijos pequeños, de cuatro y un año, este último nacido durante su estancia en prisión, Cuixart no guarda malos recuerdos del encierro. En algunos periodos ha estado en régimen de semilibertad, aunque después este fue revocado por los tribunales españoles.
Los vecinos de Montblanc, un pequeño pueblo en el corazón de Catalunya cercano a la casa familiar en la que está pasando sus primeros días tras el indulto, reconocen enseguida a Cuixart. Es una cara conocida de la sociedad catalana. Y no piensa dejar de serlo: pese a que su indulto está condicionado a no cometer otro delito grave en cinco años, además de la inhabilitación para ejercer un cargo público en nueve, este lunes ya tiene un acto político.
«Quisieron que lo perdiera todo, y lo único que han logrado es que pierda el miedo», asegura. «Yo no tengo miedo al Estado español», dice y mira al futuro: «¿La República llegará? Pues si lo quieren los ciudadanos de Catalunya, es muy probable que sí, que llegará algún día».