Renovarse o agonizar, la pandemia acelera cambios que se venían gestando en el planeta rugby
Frente a la aparente estabilidad del Top 14 francés y la Premier inglesa, el resto de competiciones internacionales de clubes –principalmente las del hemisferio sur– mueven peones en busca de una combinación que ofrezca sostenibilidad en lo económico y atracción en lo deportivo.
El rugby internacional de élite a nivel de clubes bajó la persiana el pasado fin de semana, con las victorias de Harlequins en la Premier inglesa –no se pierdan la final ante Exeter, la tienen en abierto en la web del torneo– y de Toulouse en el Top 14 galo, completando el doblete de los occitanos, que también se llevaron la Champions. En el hemisferio sur, los Blues de Auckland se llevaron el Super Rugby Trans Tasman, campeonato de transición disputado por neozelandeses y australianos.
Parece buen momento para analizar cómo queda el futuro de todas estas competiciones a lo largo y ancho del globo, con numerosos cambios que ya se venían gestando por motivos de fuerza económicos y que la pandemia no ha hecho sino acelerar.
Empecemos por el hemisferio norte, aunque solo sea por cercanía. Sin cambios en el Top 14 –con el regreso de Biarritz y la baja de Baiona– y la Premier –volverá Saracens cumplido su añito en el purgatorio por sanción–, la revolución llegará en la Guinnes Pro 14, que esta temporada ha vivido el cuarto título consecutivo de los dublineses de Leinster.
Harlequins ha dado la sorpresa al imponerse en la Premier.
Paraguas para los sudafricanos
El torneo cambia de nombre –United Rugby Championship– y acoge bajo su seno a los equipos sudafricanos que disputaban anteriormente el Super Rugby –Lions (Johannesburgo), Bulls (Pretoria), Sharks (Durban) y Stormers (Ciudad del Cabo)– y que encuentran así un paraguas económico bajo el que refugiarse, con la ventaja de que se mantendrán en el mismo uso horario, sin el castigo del jet-lag.
Completarán la nómina las habituales cuatro franquicias irlandesas (Leinster, Munster, Ulster y Connacht), cuatro galesas (Newport Dragons, Ospreys, Scarlets y Cardiff), dos escocesas (Glasgow y Edimburgo) y dos italianas (Zebre y Bennetton).
Los sudafricanos entran en igualdad de condiciones, así que podrán clasificarse para disputar la Champions a partir de la 2022-2023.
Las competiciones continentales sufren modificaciones desde ya. La Champions pasará a tener 24 contendientes –8 por cada liga–, con una fase de grupos más corta –de 6 jornadas a 4– y eliminatorias directas desde octavos de final. El Velodrome de Marsella acogerá la final, después de quedarse este año con las ganas por culpa del covid-19.
Gigante con pies de barro
En el hemisferio sur, la pandemia no ha hecho sino confirmar lo que ya se venía atisbando. El Super Rugby con equipos de Nueva Zelanda, Australia, Sudáfrica, Argentina y Japón era un mastodonte demasiado grande que además agotaba a los jugadores con los largos viajes y los saltos horarios.
Los Blues de Auckland volvieron a alzar un título tras 18 años de espera.(GREG BOWKER / AFP)
Los equipos sudafricanos, como hemos indicado, tratan de evitar o al menos minimizar la fuga de talentos al integrarse en el United Rugby Championship. Japón ya contaba con una liga potente, aunque pierde un exponente internacional como eran los Sunwolves.
Quizá los que más ‘colgados’ se han quedado hayan sido los Jaguares argentinos, muchas de cuyas estrellas volvieron a emigrar a Europa –algunos como Miotti o Cubelli se marcharon a Australia– ante la falta de perspectivas. El equipo se integró en la recién creada Súper Liga Americana, donde se ha impuesto a otras cinco franquicias de Uruguay, Chile, Paraguay, Brasil y Colombia.
Al norte del continente esta cogiendo fuerza la Major League Rugby (MLR), con once equipos estadounidenses y uno canadiense. Como sucede en el fútbol, la fortaleza del dólar hace que sea buen destino para estrellas en la recta final de sus carreras.
Las islas del Pacífico
Hemos dejado para el final a neozelandeses y australianos. Ambos países sellaron sus fronteras frente al virus y organizaron sendos campeonatos internos, el Super Rugby Aotearoa –Isla de la Nube Blanca en maorí– y el Super Rugby AU, con victorias este año de Canterbury Crusaders y Queensland Reds. Posteriormente llegó el mencionado Trans Tasman, cruzándose las franquicias de ambas partes, con victoria de Blues y un balance demoledor. De 25 partidos disputados, los kiwis ganaron 23 y los aussies solo 2.
Despúes de buscar rivales en todos los rincones del planeta, las potencias oceánicas mirarán a las pequeñas islas del Pacífico, hasta ahora usadas como caladero de talentos, con la inclusión de dos franquicias: Fijian Drua (Fiji) y Moana Pasifika (Tonga y Samoa).
En teoría se aspira a que las promesas de estos archipiélagos no tengan que emigrar a Nueva Zelanda y Australia para desarrollar su carrera, y no terminen además engrosando las filas de los All Blacks o los Wallabies, sino que la riqueza que generen –económica y deportiva– se mantenga más fácilmente en sus lugares de origen. Veremos.
Los Lions recibieron a Japón antes de partir hacia Sudáfrica.(ANDY BUCHANAN / AFP)
Con alguna excepción, las competiciones de clubes se toman un respiro para volver a partir de agosto-setiembre. Es la hora de las selecciones, con la gira por Sudáfrica de los Lions –el combinado de ingleses, irlandeses, escoceses y galeses que se reúne cada cuatro años– como cabeza de cartel.