«Es verdad que cada vez hay más presos en las cárceles vascas, pero aún hay presos en prisiones lejanas, enfermos, gente que ha cumplido ya las tres cuartas partes y que ya debería estar en la calle». La reflexión es de Kontxa, vecina de Areatza, una de las personas que ha participado en la movilización que ha recorrido este mediodía el paseo de Laida.
Era uno de los 17 puntos señalados, en los arenales vascos para recordar una realidad tantas veces silenciada cuando no tergiversada, que afecta aún a decenas de ciudadanos vascos y sus familias, a merced a medidas excepcionales que prolongan su estancia en prisión.
«Hay que seguir denunciando en la calle lo que está pasando» es el comentario general entre gente llegada a la movilización desde distintos puntos de Bizkaia y Araba. La cita sigue estando en la agenda, porque «algunos presos están siendo acercados, pero cuántos deberían estar en la calle si se les aplicara la legislación ordinaria?», plantean.
Durante la movilización se han repartido hojas informativas, en una mañana, en la que se han alternado a ratos un aire frío y un sol picante. El arenal no ha estado repleto de bañistas, pero sí deportistas, familias disfrutando de deportes acuáticos y visitantes de fuera del país atentos a una imagen que les genera curiosidad.
Muchas de estas personas quizá no conozcan que hay 147 presos y presas en cárceles de la periferia del país, mientras hay módulos vacíos en las prisiones, en Hego Euskal Herria, como ha informado hoy Etxerat. Esta es una de las realidades de las que da cuenta la hoja informativa, como que hay 19 personas que padecen enfermedades graves e incurables que siguen en prisión, o los 9 presos y presas de más de 70 años, que por edad deberían estar en la calle.
Para familiares y allegados,la situación no es nueva, es la misma mochila que llevan durante décadas. A menudo, sin embargo, se encuentran con gente que no conoce al detalle lo que está ocurriendo, que desconoce que aún no llegan al 40% los presos trasladados a cárceles vascas, o que 83 personas podrían estar ya en la calle con una política normalizada, tal y como comentan.
Sin redenciones ni permisos
«Muchos han cumplido la condena, si se les aplicase la legislación con normalidad estarían en la calle, con sus correspondientes redenciones, estaría ya en casa o en segundo grado, con permisos», apuntan los participantes, el problema es que «fiscalía y algunos jueces de vigilancia están metiendo palos en la rueda» y «no se quiere hablar mucho de esto».
La afección que está tenienfdo la pandemia en las visitas, comunicaciones... es otro foco de preocupación para familiares y amigos. Subrayan que en la mayoría de las cárceles no hay vis a vis, con lo que esto representa para las y los presos, algo que tampoco esta muy presente en la agenda de muchos medios del país.
A juicio de Mikel, de Igorre, a la gente hay que «contarle o recordale que aquí hay gente privada de libertad que sigue, además, lejos de casa, con enfermedades incurables.. y que eso no es normalidad, aunque no se hable de ello».
Uno de los exponentes más duro de la vulneración de derechos es el caso del oñatiarra Joseba Arregi. Tiene 75 años y lleva casi 30 años en prisión, comentan al final de la concentración, antes de despedir una cita que en Laida concluye con un montón de fotos de la costa, sobres y sellos. Ahora solo queda escribir unas líneas con destino a prisión, contándoles que «hemos estado en la concentración de las playas, que esperamos verles...», explica Yolanda, de Durango, antes de enviar sus cartas. Una es para Gregorio Vicario, en Burgos; la otra es Gorka Lupianez, preso en Logroño.