La lluviosa tarde del martes 13 de agosto de 1521 fue un momento crucial para la configuración del México actual, puesto que el contingente de conquistadores españoles liderado por Hernán Cortés derrotó la capital del imperio mexica o azteca, el más poderoso que había en Mesoamérica.
La llamada Mexico-Tenochtitlan daría paso a Ciudad de México, capital del virreinato de la Nueva España durante tres siglos y capital de México desde la independencia hace 200 años hasta hoy, convertida en una macrourbe de identidades diversas.
La urbe que se encontró Cortés al llegar a Tenochtitlan en 1519 era muy diferente de la actual capital mexicana.
«Era una ciudad anfibia porque había calles de agua y calles de tierra y eso impactó mucho a los españoles. (...) Era una ciudad de ensueño», cuenta a la agencia Efe el cronista Jorge Pedro Uribe sobre Tenochtitlan, un municipio flotante en medio del lago de Texcoco, el cual sería drenado durante la colonia.
Se estructuraba alrededor de un imponente recinto ceremonial de una ochentena de edificios ubicado en el mismo lugar donde hoy precisamente se encuentra la plaza del Zócalo, centro político y social de México, sede de la Presidencia, manifestaciones masivas y conciertos multitudinarios.
En este punto las cicatrices de la conquista están más abiertas que en ningún otro pues yacen los restos de lo que fue el Templo Mayor de los mexicas, dedicado a Tláloc, dios de la lluvia y la fertilidad, y a Huitzilopochtli, de la guerra.
«Era un lugar por el que simbólicamente se podía ascender a niveles celestes o al inframundo. Era el centro fundamental», cuenta a Efe el prestigioso arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, encargado a finales de los 70 de escudriñar el templo en uno de los mayores hitos de la arqueología mexicana.
Este fue a la vez el escenario de uno de los momentos más atroces de la conquista en 1520, cuando el conquistador Pedro de Alvarado perpetró una cruenta matanza.
Los españoles habían sido hospedados meses antes en el palacio del tlatoani (emperador) Moctezuma II, a quien tomaron cautivo donde ahora se levanta el céntrico edificio colonial que alberga desde 1775 la institución financiera del Monte de Piedad.
La matanza derivó en una revuelta que obligó a los españoles a huir derrotados para regresar en agosto de 1521 a conquistar la ciudad junto a otros pueblos indígenas que, como los tlaxcaltecas, estaban hartos de estar sometidos por impuestos de los aztecas.
«Era un grupo de españoles reducido pero con grandes y grandes contingentes de diferentes pueblos que conocían las tácticas guerreras de los mexicas y que van a ser definitivamente un apoyo sustancial para Cortés», cuenta Matos Moctezuma.
Sigue viva
Pero Tenochtitlan no muere esa tarde lluviosa. Sigue viva hoy en las piedras que levantan las iglesias y los palacios coloniales de la Ciudad de México, algunos de los cuales conservan esculturas mexicas en sus fachadas.
«Una vez conquistada obviamente empieza una destrucción de los templos y edificios pero también una reutilización de muchos materiales», apunta el arqueólogo.
También vive en las costumbres, los olores, el incienso de copal, platillos como el pozole... «Si viajáramos cinco siglos atrás, habría cosas muy semejantes», afirma convencido el cronista.
Un legado que va mucho más allá, puesto que la antigua Mexico-Tenochtitlan acabó dando nombre a todo un extenso país, obviando a muchos otros pueblos que estaban asentados en la región. Hoy, el símbolo azteca de un águila sobre un nopal es el escudo nacional.
«El pueblo mexica, al ser el que se enfrenta a las fuerzas de Cortés, cobra una gran relevancia en el México independiente», explica Matos Moctezuma.
Bajo esta visión, el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha preparado los festejos de los 500 años de la conquista, a los que se refiere como «la resistencia indígena», e incluso pidió sin éxito al Estado español que se disculpe por los abusos de la conquista. Lo hizo en 2019, a través de una carta enviada a Felipe de Borbón y al papa Francisco.
Dos años más tarde, el Ejecutivo de López Obrador sí que pidió disculpas al pueblo maya en nombre del Estado mexicano por los agravios cometidos desde la conquista española y la discriminación que han seguido sufriendo en el México independiente.
La respuesta española sigue sin llegar. O más bien, llegó en forma de silencio. Entretanto, cada país sigue aferrado a esta particular batalla del relato.