Iñigo Garcia Odiaga
Arquitecto

Parásitos

En el suburbio de Baoshan en Shanghái, el equipo de arquitectura Kokaistudios, ha finalizado la obra de la primera intervención que anuncia la transformación de un espacio de 450.000 metros cuadrados. Este gran escenario urbano fue en el pasado la mayor acería de China, y en el futuro pretende convertirse en un parque eco-industrial que refleje una nueva forma de hacer ciudad. El elemento principal del proyecto será la nueva central eléctrica, que funcionará mediante la conversión de residuos en energía y, a su alrededor, florecerá un paisaje de uso mixto que comprende áreas de humedales, un parque, un museo y edificios de oficinas.

La primera intervención es un pequeño centro de exposiciones que contará esta transformación futura, además de ser las oficinas a pie de obra de los técnicos que participarán en la transformación de este inmenso espacio. Aprovechando uno de los pocos edificios de la fábrica que quedaban en pie, el centro de exposiciones nace en su interior y se convierte en una puerta de entrada simbólica a este nuevo ámbito.

El proyecto se resume en una pieza tremendamente ligera, una estructura de policarbonato totalmente independiente del edificio original, pero colocada dentro del perímetro de la antigua mole industrial. Ambas piezas establecen un dialogo por contraste, y el nuevo volumen parece crecer aprovechándose del poder de los antiguos restos fabriles.

Diseñado con el propósito de exhibir maquetas, dibujos y planos que cuenten el desarrollo urbano de una manera más amplia, el Centro de Exposiciones dará la bienvenida a una audiencia de desarrolladores, clientes y posibles inquilinos de este nuevo barrio de Shanghái. La instalación también desempeñará un papel educativo importante al albergar a los investigadores que estudian estrategias de energía verde. Desde una breve programación inicial que abarcaba espacios de exhibición y zonas multimedia, áreas de restauración y zonas de reuniones, se decidió dar prioridad a la generación de flexibilidad dentro de las limitaciones que la estructura existente imponía.

Con la mayoría de los edificios de la antigua fábrica demolidos, el Centro de Exposiciones ocupa una de las pocas estructuras originales que quedan en la parcela, y para los arquitectos esto representaba tanto una oportunidad como una responsabilidad, la de preservar el importante patrimonio industrial de la acería Baosteel, que daba empleo a toda la región.

Aunque abandonado durante mucho tiempo, el edificio de 725 metros cuadrados aún mantiene la potencia de la maquinaria industrial, que contrasta con la solución ligera y translúcida, casi inmaterial de la nueva propuesta. Esta envolvente no solo resuelve varios de los problemas técnicos del proyecto como la impermeabilización, sino que el material translúcido construye un volumen agradable. Un espacio abstracto pero de escala humana entre las pesadas tuberías conservadas y las máquinas oxidadas que antaño forjaban acero a gran escala.

Esta estética de lo liviano produce una clara relación, un diálogo entre lo histórico y lo contemporáneo, la opacidad y la transparencia, lo caliente y lo frío, lo abstracto y lo concreto; un diálogo de opuestos. Además, la translucidez del material proporciona abundante luz natural dentro del espacio, lo que permite a los visitantes una visión muy singular del espacio, casi onírico y totalmente distante de la rudeza de la pieza exterior. Por la noche, la luz del interior da al edificio un brillo intrigante, como si de la antigua fábrica abandonada emanara una pulsión de nueva vida.

Abrir nuevos caminos. En el interior, los materiales se mantienen igualmente ligeros y de acuerdo con el enfoque sostenible del proyecto, totalmente desmontables y reutilizables. Junto a la fachada, los techos interiores también se resuelven en policarbonato, los suelos han sido acabados con baldosas de hormigón y los baños de las instalaciones cuentan con un revestimiento de acero inoxidable. En todo momento, los tonos fríos, casi de laboratorio, contrastan con las antiguas piezas de los altos hornos. Una excepción es la sala de exposiciones, donde elementos más naturales, como los tabiques de chapa de madera, se conectan con el parque exterior; y los muebles coloridos y móviles parecen introducir el lenguaje de lo cercano y flexible.

El diseño constructivo de la nueva pieza modular y prefabricado, además de permitir una construcción rápida optimizando tanto el tiempo como los costes, ha conseguido un enfoque de la construcción en seco y, por lo tanto, deja abiertas las posibilidades para la reutilización futura o, de hecho, el reciclaje de todos los materiales que componen esta arquitectura que parasita la antigua fábrica, y que abre nuevos caminos de cara al futuro de este contexto tan singular.