Guardias fronterizos polacos rodean a migrantes que al parecer proceden de Afganistán en la pequeña aldea de Usnarz Gorny, en el noreste de Polonia, cerca de la frontera con Bielorrusia, el 20 de agosto de 2021. (Wojtek RADWANSKI | AFP)
Guardias fronterizos polacos rodean a migrantes que al parecer proceden de Afganistán en la pequeña aldea de Usnarz Gorny, en el noreste de Polonia, cerca de la frontera con Bielorrusia, el 20 de agosto de 2021. (Wojtek RADWANSKI | AFP)
Los migrantes descansan en el campamento improvisado en Usnarz Gorny.  (Wojtek RADWANSKI | AFP)
Los migrantes descansan en el campamento improvisado en Usnarz Gorny. (Wojtek RADWANSKI | AFP)
La política polaca Klaudia Jachira intenta negociar con la Guardia Fronteriza para que los migrantes puedan tramitar la solicitud de asilo en la UE. (Wojtek RADWANSKI | AFP)
La política polaca Klaudia Jachira intenta negociar con la Guardia Fronteriza para que los migrantes puedan tramitar la solicitud de asilo en la UE. (Wojtek RADWANSKI | AFP)
Una mujer habla con un guardia fronterizo polaco mientras están retenidos en la frontera. (Wojtek RADWANSKI | AFP)
Una mujer habla con un guardia fronterizo polaco mientras están retenidos en la frontera. (Wojtek RADWANSKI | AFP)
Abogados solidarios intentan comunicarse con el grupo de migrantes para confirmar su voluntad de solicitar protección internacional en Polonia en presencia de miembros de la prensa y diputados del Parlamento. (Wojtek RADWANSKI | AFP)
Abogados solidarios intentan comunicarse con el grupo de migrantes para confirmar su voluntad de solicitar protección internacional en Polonia en presencia de miembros de la prensa y diputados del Parlamento. (Wojtek RADWANSKI | AFP)
Un letrero que dice «Frontera estatal: prohibido el paso», una cámara de seguridad y alambre de púas en la frontera entre Polonia y Bielorrusia, no lejos del pequeño pueblo de Usnarz Gorny. (Wojtek RADWANSKI | AFP)
Un letrero que dice «Frontera estatal: prohibido el paso», una cámara de seguridad y alambre de púas en la frontera entre Polonia y Bielorrusia, no lejos del pequeño pueblo de Usnarz Gorny. (Wojtek RADWANSKI | AFP)
NAIZ

Olvidando la lección humanitaria de la crisis de 2015, la UE levanta nuevos muros antimigrantes

Los conflictos bélicos y la inestabilidad política que atraviesan amplias zonas de Oriente Próximo –extendido hasta Afganistán– y África impulsan a miles de personas a iniciar una migración que, en muchos casos, les lleva a las puertas de la UE, que se empeña en cerrarlas con vallas de espino.

Rodeados de militares polacos junto a la frontera con Bielorrusia, un grupo de inmigrantes, al parecer procedentes de Afganistán, esperan que se les pemita solicitar asilo, el pasado 20 de agosto. (Wojtek RADWANSKI | AFP)
Rodeados de militares polacos junto a la frontera con Bielorrusia, un grupo de inmigrantes, al parecer procedentes de Afganistán, esperan que se les pemita solicitar asilo, el pasado 20 de agosto. (Wojtek RADWANSKI | AFP)

Las rutas migratorias de quienes huyen desesperadamente de sus países en busca de un futuro mejor con destino a Europa pueden hundirse, literalmente, en las aguas del Mediterráneo, donde los naufragios se repiten alargando la lista de personas fallecidas.

Otras de las puertas de la Unión Europea son las que están situadas en el Este del continente, por donde entran, o intentan hacerlo, la mayoría de quienes oficialmente son considerados migrantes ‘ilegales’. Por allí entraron, especialmente a través de Grecia, alrededor de un millón de personas durante la crisis humanitaria de 2015. Más de 3.500 personas perdieron la vida durante la travesía en aquel año. 

Si bien para llegar a territorio heleno hay que cruzar las aguas del Mediterráneo, ya sea de isla en isla o atravesando el Bósforo turco, después hay que recorrer tortuosos itinerarios como los de los Balcanes, que fue la vía más concurrida en 2015 y los años siguientes antes de toparse con el ‘muro’ del espacio Schengen en Eslovenia, Austria o Hungría.

Apenas seis años después, mientras las ONG y gran parte de la sociedad civil vuelven a abrir los brazos ante otra posible avalancha de refugiados procedentes de Afganistán que se sume a los movimientos migratorios más o menos habituales, lo cierto es la que la UE está levantando nuevos muros para intentar frenarlos.

Grecia y Turquía, un camino de grandes obstáculos

El pasado viernes, el Gobierno griego informó de que ha completado una valla de 40 kilómetros en su frontera con Turquía y que ha implementado el nuevo sistema de vigilancia para evitar que posibles solicitantes de asilo entren en la UE tras la toma del poder en Afganistán por los talibanes.

Realmente, cuando se inició la construcción de este muro no solo se pensaba en Afganistán como posible origen de una nueva ola migratoria. Es la actualidad la que ha puesto el foco durante los últimos días en este país, pero cuando se comenzó a levantar no sobresalía especialmente, por el número de refugiados, de otros como Siria o Irak.

El río Evros marca durante 200 kilómetros la frontera de Grecia con Bulgaria, al norte, y con Turquía, al este. Frente a la orilla turca, Atenas ha levantado un muro metálico de más de 5 metros de alto y 40 kilómetros de largo.

Además, se han instalado cámaras y radares de alta tecnología que barren la zona «para impedir la entrada ilegal de migrantes» y, como mayor novedad, dos cañones de sonido, que pueden emitir más decibelios que un motor a reacción. «El objetivo es poder responder a las amenazas (…) en caso de que nos enfrentemos a un intento de incursión masiva en territorio griego», explicaba en junio pasado a AFP Dimosthenis Kamargios, un oficial de la Policía griega que patrulla en la zona de Alexandrópolis. 

Por su parte, Turquía, que es la ‘antesala’ de la UE en cuestión migratoria –además de albergar a millones de refugiados de Oriente Próximo–, está haciendo algo parecido en su frontera con Irán, en territorio de Kurdistán. En los últimos días, la construcción de ese muro, de 243 kilómetros de largo y bordeado de fosas, parece haberse acelerado. 

El factor bielorruso

Si la ecuación migratoria proyectada hacia la UE ya era complicada, el conflicto entre Bruselas y el Gobierno de Alexander Lukashenko ha introducido un nuevo factor. El presidente bielorruso ha decidido utilizar a los migrantes que llegan a su país desde el sudeste del continente para presionar con el fin de contrarrestar las sanciones impuestas por Occidente tras las últimas elecciones presidenciales.

El primer ‘objetivo’ de Lukashenko fue Lituania, y la respuesta que le envió la UE no brilló por su originalidad: a principios de julio, el Gobierno de Vilnius anunció la construcción de un «muro físico» de 500 kilómetros en su frontera con Bielorrusia, adonde se calcula que han llegado unas 4.000 personas en los últimos meses.

La primera ministra, Ingrida Simonyte, hizo el anuncio aprovechando la visita del presidente del Consejo de la UE, Charles Michel, a una zona fronteriza vallada. «La primera fase es una cerca de alambre de púas. En la segunda construiremos un cierre físico», puntualizó la ministra de Interior, Agne Bilotaite.

Hasta el 9 de julio, en lo que iba de 2021, Lituania había detectado más de 1.500 cruces ilegales de personas por su frontera con Bielorrusia, cuando en todo 2020 solo hubo 80, una cifra muy reducida en comparación a la de este año aunque se tenga en cuenta que la movilidad se vio muy limitada en todo el planeta a causa de la pandemia de covid.

El último turno, por ahora, le ha correspondido a Polonia, que este lunes anunció otro muro para frenar lo que califica de «guerra migratoria» impulsada por Lukashenko.

El ministro polaco de Defensa, Mariusz Blaszczak, informó a través de las redes sociales de que «a lo largo de la frontera con Bielorrusia se levantará un nuevo sólido muro de 2,5 metros de altura» y añadió que «se destinarán más tropas a ayudar a la Guardia Fronteriza» que patrulla esa zona.

Fuentes de la Guardia Fronteriza situaron en más de 1.900 las entradas irregulares detectadas en lo que va de mes de agosto, en lo que el viceministro de Interior, Maciej Wasik, calificó de «avalancha de refugiados». El domingo se detectaron 84 intentos y se detuvo a cuatro migrantes iraquíes, tres afganos, tres sirios y dos yemeníes.