«La diferencia es que se nota que los afganos han tenido que salir rápidamente»
Raquel Fernández Gibaja, técnica del programa de refugiados de la Cruz Roja y que está trabajando en la base de Torrejón, dice que la gente evacuada desde Kabul llega «exhausta» y sin «apenas de tiempo de coger su documentación». Nervios, emoción y agradecimiento en las llegadas.
A 28 kilómetros al este de Madrid se ubica el escenario donde ocurre esta mezcla de emociones, nervios, esperanza y geopolítica. Es la base aérea de Torrejón de Ardoz, a donde llegan los aviones con afganos evacuados de Kabul que tuvieron la suerte entre centenares de miles de poder huir de los talibanes gracias a haber trabajado o cooperado de alguna u otra forma con países de la Unión Europea o Estados Unidos. Desde ahí algunos son derivados a Euskal Herria.
La decisión del presidente del Gobierno Pedro Sánchez de brindar este espacio seguro para que, vía Dubai, los aviones puedan aterrizar, le ha valido un éxito geopolítico y una lluvia de elogios poco frecuente tanto desde la presidenta de la Comisión Europea como desde Washington. Y en el medio, la gente, que llega con su poquísimo equipaje de ropa pero kilos de incertidumbre y esperanza.
Raquel Fernández Gibaja tiene 41 años, es madrileña y técnica del programa de refugiados de la Cruz Roja, organización que tiene a unos 300 trabajadores prestando servicio en Torrejón. Desde la semana pasada y «hasta que termine el operativo», ella estará junto a sus compañeros de la parte Social (hay una de Juventud y otra de Emergencias) recibiendo y hablando con cada uno de los pasajeros de los vuelos.
Este lunes han arribado 260, repartidos en dos aviones en lo que ha sido quinto vuelo fletado por el Ejército del Aire, y según la ministra de Defensa, Margarita Robles, a lo largo de la jornada de este martes aterrizarán aviones con 420 personas más.
«En el equipo estamos muy acostumbrados a estas situaciones, ya hicimos trabajo de reubicación de personas sirias. Pero esta vez hay una diferencia, vemos cómo la gente se nota que ha tenido que salir tan rápidamente, llama la atención el poco equipaje y la poca ropa. Y siempre en estos movimientos la gente llega cansada y ahora se les nota extremadamente cansados. Han tenido sólo tiempo de coger documentación y algo de ropa para sus hijos, nos cuentan que han salido de prisa y corriendo al aeropuerto», relata.
Preguntada por el estado de ánimo que le manifiestan los afganos, responde que «llegan muy angustiados porque han dejado familia y amigos detrás. Eso les preocupa, además del futuro y cuáles son los pasos siguientes».
«Les damos la bienvenida e identificamos vulnerabilidades»
«Nosotros atendemos a todos, les damos la bienvenida, les contamos dónde están y en qué consiste el dispositivo, que impone un poco porque está el Ejército, la policía, etc...vienen nerviosos y con muchas dudas. Y por supuesto les damos comida, agua, cargan el móvil, e identificamos vulnerabilidades, como problemas médicos o lo que encontremos», señala.
Quienes reciben a los afganos son funcionarios del Ministerio de Asuntos Exteriores, tras hacerles a todos la prueba de covid. Luego hablan con los de Cruz Roja y finalmente tratan con miembros de la Policía española para resolver lo de la documentación y se les ofrece solicitar el asilo, aunque no todos lo piden.
Acabado el proceso se los lleva a la llamada Zona de Vida de la base aérea, que es el área en el que pueden descansar y ducharse. Varios pasajeros no vienen por pedido del Gobierno español sino de otros países europeos y de Estados Unidos y en ese caso hablan con funcionarios de esas embajadas.
Incluso un bebé de 15 días
Fernández dice que llegan muchos menores «chiquititos y adolescentes, de todas las edades» y que incluso ha llegado a ver un bebé de 15 días de vida: «Para intentar que sea menos tedioso para ello, porque el proceso al llegar es largo, se ha habilitado un espacio de Cruz Roja Juventud con juguetes y ludoteca”»
«Muchas mujeres vienen muy cansadas y angustiadas, hay que tranquilizarlas y darles el primer contacto aquí y ayudarles a aterrizar mentalmente porque llegan físicamente pero necesitan un tiempo para entenderlo. Nos han dicho que estuvieron varios días durmiendo en el suelo del aeropuerto de Kabul y que estaban sin ducharse hace días y que el acceso al aeropuerto ha sido muy difícil», añade.
El idioma de comunicación con los afganos que llegan es inglés y español, porque muchos lo hablan al haber colaborado con la Embajada, y también hay traductores de pastún (lengua mayoritaria en la región de Kabul). «De lo que más hablan es de a quiénes han dejado atrás, porque los núcleos familiares no suelen venir completos. Vienen exhaustos y no lloran, como en casi todos los procesos traumáticos la procesión va por dentro. Para todo lo que han tenido que pasar hasta llegar, están en general bastante tranquilos», agrega Fernández.
«Una de las cosas que más me llama la atención es ver que llegan familias enteras e imaginas y compruebas que cada uno es un mundo, tiene su historia. Ya tendrán tiempo para contarlas y tener el apoyo social y psicológico que van a necesitar porque traen una mochila muy pesada, vienen de algo traumático. He visto a una señora con sus dos hijas de 17 años, que relataban cómo han tenido que salir corriendo para pillar el vuelo... Es muy fuerte», relata, y subraya que se les nota «aliviados a la vez que angustiados y con mucho agradecimiento, agradecen respetuosamente todo lo que se les da».
Pero el tiempo se acaba. El régimen talibán ha dado como límite de tiempo al 31 de agosto para evitar tomar control total del aeropuerto de Kabul a pesar de los intentos de Estados Unidos de prolongarlo. Por ahora, queda una semana para que continúe la llegada de afganos a territorio del Estado.