Humillar a las víctimas
El Memorial de las Víctimas del Terrorismo recuerda a Melitón Manzanas mientras olvida a muchas otras víctimas, entre otras, las del torturador donostiarra. Otra humillación.
En marzo, el Ayuntamiento de Iruñea inauguró la instalación de placas en recuerdo de determinadas víctimas. En mi barrio no hubo recuerdo para José Luis Cano, ejecutado por un policía en 1977, ni para Alejandro Gorraiz, asfixiado en su casa por un bote de humo lanzado por la Policía española en 1994. También se dejaron a Sara Fernández, víctima de la dispersión, y a Germán Rodríguez, y, por supuesto, a Mikel Castillo, militante de ETA que huía desarmado cuando Rafael Navarro, agente de la Policía española, le quitó la vida de un tiro en la espalda. El gatillo fácil le valió a Navarro la Cruz al Mérito Policial. Recordar a Mikel Castillo en acto público está prohibido.
Miles de personas víctimas de la tortura sufren la presencia de los cuerpos policiales que los sometieron al infierno. Son identificados en sus controles y tienen que soportar las muestras de gratitud hacia las FSE de partidos e instituciones, así como actos como el desfile anual de la Guardia Civil en Iruñea. Esa jactancia es insoportable.
Pocos fueron los torturadores condenados y parte de ellos fueron indultados. Algunos, como Sánchez Corbí, fueron ascendidos e incluso condecorados. Marlasca, el juez que no investigaba las denuncias de malos tratos, es ahora ministro de Interior. Enrique Rodríguez Galindo, máximo responsable del centro de torturas de Intxaurrondo en sus años más oscuros, fue condenado a 75 años de cárcel por el secuestro, tormento y muerte de Lasa y Zabala, pero solo permaneció cuatro en prisión. Fue liberado por «motivos de salud»; murió diecisiete años después. Mientras, el criterio para liberar a presos vascos gravemente enfermos no puede ser más estricto. Recuerden a Josu Uribeetxeberria. El doble rasero clama al cielo.
El Memorial de las Víctimas del Terrorismo recuerda a Melitón Manzanas mientras olvida a muchas otras víctimas, entre otras, las del torturador donostiarra. No tienen encaje en la búsqueda de la deslegitimación de ETA, objetivo principal de este centro. Otra humillación.
El reproche mutuo es fácil, podemos estar así eternamente. Pero es necesario dar una solución digna y definitiva a todas las consecuencias del conflicto.