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CATARINA VASCONCELOS
Cineasta

«Muchas de las respuestas que otros buscan en Dios yo las encuentro en la naturaleza»

Nacida en Lisboa en 1986, rodó su primer cortometraje antes de debutar en el largo con ‘La metamorfosis de los pájaros’ que llega ahora a las salas tras haber ganado el año pasado la sección Zabaltegi-Tabakalera en Zinemaldia.

Catarina Vasconcelos. (NAIZ)
Catarina Vasconcelos. (NAIZ)

​La ópera prima de Catarina Vasconcelos es un filme desconcertante donde, combinando voces, documentos y registros de representación de distinta procedencia, la cineasta portuguesa articula un relato orgánico sobre la memoria y el duelo tomando como referencia la historia de su propia familia pero confiriendo a sus reflexiones un alcance universal tomando como referencia los ciclos naturales.

Película que avanza de lo íntimo a lo general, ‘La metamorfosis de los pájaros’ también refleja adicionalmente la propia evolución política de la sociedad portuguesa y el rol de la mujer dentro de ella.​

​​¿De dónde surge la idea de realizar la película? ¿Por qué optó por convertir a su propia familia en objeto de representación?
La idea surgió cuando yo estaba viviendo en Londres. En mitad de una conversación que tuve por Skype con mi padre, él me comentó que mi abuelo, que había sido marinero y que pasó largos períodos fuera del hogar familiar, había pedido que se quemase toda la correspondencia que había mantenido con mi abuela. Esto me sorprendió e incluso me pareció injusto pensando que eso equivalía a enterrar a mi abuela por segunda vez. Ahí germinó una idea que se concretó a mi regreso a Lisboa, cuando descubrí un vinilo de los años 50 donde mi abuela, mi padre y sus hermanos registraron sus voces por una cara y mi abuelo, por la otra cara. Me dediqué a restaurar aquel documento sonoro y allí descubrí por primera vez la voz de mi abuela y a mi padre cuando tenía 7 años. Fue una sensación muy fuerte que me llevó a reflexionar sobre la muerte, la pérdida, la memoria y los vínculos que nos unen, más allá de nuestro ciclo biológico, con los seres queridos. Fue ahí donde comencé a idear una obra que reflejase la familia como un entorno próximo, un entorno de motivación, que me ha ayudado a ser quien soy. Esa motivación fue la que hizo que este proyecto llegase hasta el final.

​El hablar de sensaciones tan íntimas, tan personales, en personas tan próximas ¿no le obligó como cineasta a luchar contra el propio pudor?
La verdad es que no, nunca fue algo que me paralizase porque estaba muy convencida de que tenía que contar esta historia y de que el modo de contarla era con ese nivel de implicación. Porque además tampoco creo que se trate de una historia donde me esté exponiendo porque de lo que estoy hablando es de sensaciones que son universales.

Pero, ¿cómo fue convenciendo a sus familiares para desnudar sus emociones a esos niveles tan profundos?
Fue un proceso lento. De entrada, a todos les pareció maravilloso que yo me implicase en rodar esta película porque les parecía una forma de honrar la figura de mi abuela. Sin embargo, al cabo de unos meses ya no estaban tan seguros y me decían: ‘¿Pero qué interés puede tener esto? ¿Por qué quieres hacer esta película sobre alguien a la que ni siquiera conociste?’. Poco a poco se fueron distanciando del proyecto hasta olvidarse de él pero llegó un momento en el que organicé una suerte de casting entre mis familiares y eso dio pie a que algunos intuyeran que a través de ellos se iba a hablar de aquellos que ya no estaban entre nosotros. Por ahí hubo una conexión emocional que terminó de animarles a participar en la película. Eso terminó de darle a mi trabajo un sentido polifónico que me hace asumirlo como una creación colectiva.  

​De hecho, hablar sobre las emociones le permite a usted como cineasta un cierto margen de libertad. En un momento dado de la película se dice: «Cuando los seres humanos no pueden explicar algo se lo inventan». ¿Usted también ha seguido esta máxima a la hora de abordar este retrato familiar?
Sí y me parece un rasgo extraordinario que nos define a todos los seres humanos, la capacidad para imaginar una explicación para aquello que no logramos entender. Basta con ver la interpretación que le hemos dado a las estrellas, la creación de las constelaciones y toda la cantidad de historias y leyendas que hemos creado en torno a las mismas. Yo creo que resulta importante llegar a imaginar las cosas antes incluso de que la ciencia nos dé una respuesta fiable. Yo desde luego soy muy partidaria de eso, de especular, de elucubrar, de inventar… Mi forma de avanzar como cineasta, y haciendo esta película me he dado cuenta de ello, es preguntarme ‘¿y si…?’. Porque lo cierto es que había muchas cosas que sabía de mi familia pero también fui descubriendo aspectos de ésta que me eran desconocidos y ahí fue donde puse a funcionar mi inventiva de cara a interpretarlos.


Más allá de lo que narra, lo que llama la atención es el modo en que lo narra, esa poética basada en la representación metafórica de las personas como si fueran pájaros, árboles, tierra, mar. ¿Por qué optó por establecer estas simbiosis entre orden familiar y orden natural?                                 
Pensando en los vínculos que podía haber entre mi abuela y mi propia madre, que también falleció prematuramente en plena juventud, y en el concepto de legado, sentí que si algo nos habían transmitido ambas a sus descendientes era ese amor por el orden natural. Además, en mi caso, como soy atea, muchas de las respuestas que otros buscan en Dios yo las encuentro en la naturaleza. Cuando vives una experiencia dolorosa, traumática, como puede ser la pérdida de un ser querido, la naturaleza te ofrece una lógica para llegar a entender el sentido de ese ciclo biológico al que llamamos vida. Aunque pueda sonar algo naif, a mí es algo que me conforta. Por otra parte, ese tipo de metáforas entre el carácter de las personas y la naturaleza siempre han estado muy presentes en mi familia. Mi propia abuela se veía a sí misma como una suerte de árbol que daba cobijo a sus hijos como si estos fuesen pájaros. Cuando murió Beatriz, ese árbol sólido, la familia se vino abajo y esa idea es la que intenté transmitir en la película.

​No sé hasta que punto la muerte como tema es algo que fortalece esa simbiosis que nos vincula a las personas con la naturaleza. Se lo pregunto porque es un tema sobre el que incide mucho en la película, el del carácter efímero de nuestra vida biológica.
Claro, porque hay una conexión directa entre esa sensación de muerte, de pérdida, y la idea de renacimiento o de volver a florecer. Nuestra propia existencia está definida por el paso de las estaciones, vamos quemando etapas y así no es extraño referirse a que alguien está pasando por el otoño de su vida o hablar de la experiencia de vivir una nueva primavera.