Beñat Zaldua

Brasil-Argentina: Algo más que un partido suspendido

Difícilmente tendrá precedentes el Brasil-Argentina, suspendido tras la irrupción de las autoridades sanitarias. Querían deportar por inclumplir las normas anticovid a cuatro jugadores argentinos. Brasil celebra su independencia en pleno pulso de Bolsonaro con los poderes Legislativo y Judicial.

Los capitanes de ambas selecciones, Messi y Neymar, trataron de mediar con las autoridades sanitarias. (Nelson ALMEIDA/AFP)
Los capitanes de ambas selecciones, Messi y Neymar, trataron de mediar con las autoridades sanitarias. (Nelson ALMEIDA/AFP)

Por lo que tiene de historia, de rivalidad, de morbo, y a veces hasta por lo deportivo, un partido de fútbol entre Brasil y Argentina es una de las citas con mayor carga que el planeta fútbol puede ofrecer al aficionado. El domingo, ambas selecciones se debían medir dentro de la fase clasificatoria para el Mundial de Qatar. Era la primera vez que se enfrentaban tras el maracanazo de Argentina, que en julio birló la Copa América a Brasil, que ejercía de anfitriona.

Con lo que nadie contaba era con que las autoridades sanitarias iban a convertirse, a falta de público, en el decimosegundo jugador. Irrumpieron en el estadio en el minuto 7 de partido para detener y deportar a cuatro jugadores de la albiceleste.

«Deben ser deportados, autorizar el partido sería absurdo. Serán multados por una secuencia de infracciones sanitarias. Con más de 500.000 muertos en medio de la pandemia, las órdenes están para cumplirlas», aseguró el director general de la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria, Antonio Barra Torres.

El partido fue finalmente suspendido y la selección argentina tomó el camino de vuelta a casa. La FIFA, que de momento se ha limitado a señalar que estudiará lo ocurrido, decidirá qué hacer en el plano deportivo. En el extradeportivo, las preguntas superan a las respuestas.

Hipótesis peregrinas

Lo cierto es que la hipótesis sanitaria apenas tiene un pase, sobre todo en uno de los países donde más duro ha golpeado el coronavirus, con un presidente negacionista que insiste en llamar gripezinha al covid-19. Los jugadores llevaban tres días en el país sin que las autoridades sanitarias protestasen. La directora nacional de Migraciones de Argentina, Florencia Carignano, recordó lo que, por otra parte, es una obviedad: «Si Brasil consideraba el país de dónde venían los jugadores argentinos como zona de riesgo, más allá del protocolo establecido por la FIFA, podría haber actuado en el momento del ingreso a su territorio. Esperar tres días y meterse en el campo de juego suspendiendo un partido parece más una puesta en escena».

Bolsonaro y los suyos celebran el Día de la Independencia con unas marchas contra el Tribunal Supremo del país. Una carta firmada por un centenar de personalidades de todo el mundo advirtió ayer del peligro que estas movilizaciones suponen para la democracia en el país latinoamericano.

Esa procedencia da pie a una segunda hipótesis, la del amor propio, por así decirlo. La Premier –liga inglesa– avaló que los clubes vetasen a sus jugadores acudir a jugar con sus selecciones, si ello implicaba viajar a un país de riesgo alto de covid. Brasil lo es. Pese a ello, los jugadores argentinos y brasileños se mostraron dispuestos a acudir a la llamada de la selección.

El técnico argentino aprovechó y convocó a cuatro jugadores que juegan en la Premier. Su homólogo brasileño, sin embargo, quiso evitar problemas mayores y dejó sin convocar a jugares habituales como Thiago Silva. Casualidad: los cuatro jugadores que las autoridades sanitarias quisieron expulsar fueron, precisamente, los cuatro que viajaban de Inglaterra.

Bolsonaro, tensando la cuerda

Forzar la suspensión de todo un Brasil-Argentina, con todo, no parece la forma más inteligente de restaurar un orgullo herido. No son pocos los que buscaron las razones del escándalo en el contexto político del país. El perfil de Barra Torres, militar de carrera como el presidente, Jair Bolsonaro, abonó estas lecturas, en un momento en el que el máximo mandatario eleva el tono contra los poderes Judicial y Legislativo del país.

Brasil celebra hoy, 7 de setiembre, su independencia, y Bolsonaro y los suyos tienen convocadas marchas en Brasilia y Sao Paulo en contra del Tribunal Supremo del país, que en agosto autorizó al Tribunal Electoral investigar a Bolsonaro por difundir noticias falsas. Estas noticias falsas, a su vez, tienen que ver con las acusaciones vertidas por Bolsonaro contra el órgano electoral, al que acusa de antemano de estar preparando un fraude para las elecciones previstas para 2022.

Esta retórica golpista encuentra su espejo en la desplegada por Donald Trump en EEUU. No son pocos los que han querido ver paralelismos entre la marcha que acabó con la ocupación del Capitolio y las convocadas hoy en lugares clave de ambas ciudades. Tanto el Congreso como el Supremo brasileños han advertido contra las movilizaciones auspiciadas por Bolsonaro, a quien, en este contexto, parece encajar como anillo al dedo una estúpida polémica futbolera que inflama el nervio más fanático de sus seguidores.

A las voces de alerta procedentes del propio Brasil se unió ayer la carta firmada por conocidas figuras públicas, desde José Luis Rodríguez Zapatero y Jeremy Corbyn, a la congresista estadounidense Cori Bush o el exministro griego Yanis Varoufakis, entre otros muchos. El arranque del texto lo dice todo: «El 7 de septiembre de 2021, una insurrección pondrá en peligro la democracia en Brasil».