Tea Lindeburg habla del génesis del proyecto ‘As in Heaven’: «La película está basada en una novela corta de Marie Bregendahl, un texto no demasiado conocido, pero que fue ligeramente reivindicado con motivo de la ola feminista de la década de los 70. Yo lo descubrí poco después de haber dado a luz a mi hijo, recuerdo que era un libro que estaba siempre presente en la habitación de mi madre, pero no me atreví a leerlo hasta que, como he dicho, las circunstancias vitales me empujaron a él».
Los productores Jesper Morthorst y Lise Orheim Stender arrojan luz sobre la relación entre la película y el material literario de base: «El proyecto se debía en todo momento a la visión personal que Tea tenía de esta historia. Teníamos claro que no queríamos hacer una adaptación literal, porque nos gustaba mucho el acercamiento que ella nos propuso».
Vuelve la directora: «En la novela, por ejemplo, la narración bascula sobre varios puntos de vista. Yo quise otorgar todo el peso al personaje de Lise, añadirle capas psicológicas; que viéramos el mundo a través de sus ojos. Es a lo mejor lo que más me interesa de la novela: las relaciones entre la infancia y los adultos; cómo los niños tienen que relacionarse con los mayores. Quise que mi película se apoyara mucho en esto. De hecho, la secuencia onírica con la que abre la película es una invención nuestra; creímos que sería la mejor manera de introducirnos en la cabeza de Lise».
Preguntada sobre la posible carga política de la propuesta, Lindeburg lo tiene claro: «Mi película es una historia sobre mujeres, cierto, pero no me atrevería a decir que trata sobre el matriarcado. Quería reivindicar, esto sí, la mirada femenina en el drama de época, algo que por desgracia cuesta mucho encontrar. A partir de aquí, quiero dejar claro que no he dirigido este proyecto para hacer comentarios políticos sobre la actualidad. Por ejemplo, hay quien verá en la historia una posible referencia a los demonios negacionistas del presente, pero debo decir que me siento incapaz de condenar a nadie por las creencias a las que se aferra. Mucho menos en momentos de máxima necesidad».
Abordando ya la –impresionante– factura técnica del film, la directora nos desvela algunos secretos: «Decidimos rodar en 16mm porque buscábamos una sensorialidad en las texturas de las imágenes que el digital no nos puede dar. También teníamos muy claro que filmaríamos con la cámara al hombro, un gesto imprescindible a la hora de construir cercanía, complicidad e intimidad con los los jóvenes personajes que capitalizan el interés de esta historia».
Otra obsesión en esta producción fue la del realismo. La dupla de productores ahondan en ello: «Aunque no lo parezca –comentan entre risas– es muy difícil encontrar en Dinamarca alguna granja que reproduzca las condiciones del siglo XIX. La mejor candidata en nuestra lista era una que ahora es un museo. Allí nos instalamos, pero tuvimos que redecorarla por completo; queríamos transmitir la sensación de que allí realmente vivía y trabajaba gente».
Por último, Tea Lindeburg añade: «Recibimos también el asesoramiento de un historiador: al habernos alejado tanto del texto originario, queríamos asegurarnos de que cada expresión que se oyera en la película, se correspondiera con la manera en que la gente se comunicaba por aquel entonces. No empezamos a rodar hasta que no obtuvimos el visto bueno para cada línea de diálogo».