Alberto Matxain
Iritzi arloko erredaktorea / redactor de la sección de opinión

Tensión intergeneracional

Es algo que, de forma más o menos marcada, se ha dado siempre. Es parte de la condición humana. Sería interesante buscar activamente sus desarrollos positivos.

No son la generación más preparada de la historia. No están preparados para hacer frente a la realidad: la falta de expectativas vitales, tanto laborales como de emancipación. Si la situación de los jóvenes ya era complicada, la pandemia les ha añadido la reducción al mínimo de sus relaciones sociales durante el último año y medio.

Este verano han estallado, no en una revolución –habría sido más interesante– sino en forma de botellón (y, no lo olvidemos, en forma de aumento exponencial de los trastornos mentales). Y han llegado las molestias a los vecinos, las agresiones, la represión policial y, por supuesto, el debate: punitivismo, paternalismo, hiperpermisividad etc. A los jóvenes parece que no se les oye mucho, tal vez porque no les hacemos caso.

Es conocido que Sócrates ya se quejaba hace 2.400 años: «La juventud de hoy ama el lujo. Es maleducada, desprecia la autoridad, no respeta a sus mayores» etc. La tensión intergeneracional es algo que, de forma más o menos marcada, se ha dado siempre. Es parte de la condición humana. Sería interesante buscar activamente sus desarrollos positivos.

Personalmente, no entiendo a los adultos que defienden permitir todo a los jóvenes (ya desde niños). Luego no sorprende que parte de la juventud no entienda el significado de la palabra «no» y no sepa gestionar la frustración. El paternalismo, por otro lado, es una forma de arrogancia generacional que empuja (con razón) a la chavalería a revolverse y, con suerte, a poner al adulto en su sitio. La arrogancia juvenil, en cambio, puede llevarles a dar la espalda a los mayores, a cometer errores que no tendrían por qué cometer y al individualismo, a pasar de todo y de todos. Tal vez nos fuera mejor si nos escucháramos un poco más y si fuéramos un poco más empáticos.

Habría que buscar la conciliación de las necesidades de vecinos, hosteleros y jóvenes dejando en un segundo plano a la Policía en la medida de lo posible. Y eso no les corresponde a estos sectores, sino a los gobernantes. Reconozco que el problema no tiene solución fácil, pero parece que no se han preocupado por buscarla.