El diario mexicano ‘La Jornada’ anunciaba el sábado la muerte de Felipe Cazals, uno de los más importantes cineastas latinoamericanos de las últimas décadas. Nacido en la Ciudad de México en 1937, a lo largo de su carrera forjó una importante obra determinante en la cinematografía mexicana con una treintena de películas de las que destacan ‘Canoa’, ‘Los motivos de Luz’, ‘Las poquianchis’, ‘Las vueltas del citrillo’, ‘Bajo metralla’, ‘El apando’, ‘Emiliano Zapata’ y el documental ‘Leonora Carrington y el sortilegio irónico’.
Con sus cintas Cazals, quien además fue guionista y productor, ganó varios Premios Ariel, un Oso de Plata en el Festival Internacional de Cine de Berlín precisamente con ‘Canoa’. Y la Concha de Plata en el Festival Internacional de Donostia por ‘Los motivos de Luz’ (1085), entre otros galardones.
Nos unimos a la tristeza por la muerte del cineasta mexicano Felipe Cazals, que formó parte de nuestra Sección Oficial en cinco ocasiones: El apando (1976), El año de la peste (1979), Los motivos de Luz (1985), Lo del César (1987) y Chicogrande (2010), que inauguró la 58 edición. https://t.co/nr8MPySBhO
— Donostia Zinemaldia - Festival de San Sebastián (@sansebastianfes) October 17, 2021
Su última película data de 2013, ‘Ciudadano Buelma’, aunque se le recuerda principalmente por ‘Chicogrande’ (2010). Precisamente con esta última se inauguró la 58 edición de Zinemaldia y, a los pocos días, se pudo ver en el Festival de Cine Latinoamericano de Biarritz.
Memoria y obra
En su obra existe esa mirada crítica y un compromiso natural por revisar la historia de su país, para así explicar su presente. ‘Canoa’ fue, quizás, su ‘hija’ más célebre. Se estrenó en 1976 y obtuvo en el Festival de Berlín el máximo galardón, el Oso de Plata. También conocida como ‘Canoa: memoria de un hecho vergonzoso’, la cinta retrata el linchamiento de un grupo de trabajadores de la Universidad Autónoma de Puebla a manos de los pobladores de San Miguel Canoa, que se ubica en las faldas del volcán Malitzin. Los pobladores, que no hablaban español en su mayoría y no leían periódicos, fueron incitados por el sacerdote del pueblo, quien les advirtió que comunistas llegarían a violar a sus mujeres y robar sus cosechas.
Murieron cinco jóvenes y, a pesar de que varias personas fueron arrestadas, estas salieron de la cárcel a los pocos meses y hasta la fecha nadie ha pagado por aquellos hechos. Cazals puso el dedo en la llaga de un país sumido en la violencia y el caos. En un momento uno de los personajes dice: «Estábamos mal, ahora estamos peor».
Otras de sus obras destacadas son ‘El apando’ (1976) –inspirada en una novela de José Revueltas, se desarrolla en una cárcel–, y ‘Las Poquianchis’ (1976). Esta última está basada en el caso de las hermanas González Valenzuela, quienes tenían una red de prostitución y estaban protegidas por las autoridades locales.
Quienes se han dedicado a estudiar su filmografía, catalogan a Cazals de renovador, inquieto y polémico, como explica el Festival de La Habana, de quien fue jurado hace algunos años. Sus personajes intentan mostrar una complejidad similar a lo que es la propia vida, como se muestra de forma palpable en ‘La furia de un Dios’, al contraponer el materialismo de los tiempos modernos con la alienación social. A partir de ahí, es el espectador quien debe verse afectado en su interior por estos planteamientos y decidirse a actuar.
A decir de la crítica especializada, su brillante legado fílmico sobresale por su capacidad para captar la médula misma de una sociedad mexicana cruel, siempre a punto de estallar, capaz de crímenes atroces y esfuerzos fútiles, condenada, por no querer entender su pasado, a empezar siempre de cero.
Una de sus frases: «El cine vive a pesar de la economía. Lo que es indispensable es el talento».
En una de sus últimas entrevistas, con ‘Cine Premier’, habló sobre como vivía él su arte: «El cine se siente y luego se reflexiona. Así lo creo yo, así lo he concebido en mis películas. Yo creo fundamentalmente en que es aquí en el sentir del espectador donde está la atención y el interés. Aunque obviamente la narrativa debe tener una coherencia y una solidez absoluta idealmente».