ste jueves 28 de octubre (19.30) se estrena en euskara y el viernes 20 (19.30) en castellano en el Teatro Arriaga ‘Altsasu’, una producción de La Dramática Errante, la compañía de Ane Pikaza y María Goiricelaya. El texto y la dirección son de María Goiricelaya, finalista de los premios Max por ‘Harri orri ar/El patio de mi casa’, una obra también centrada en el conflicto vasco y que comparte con este ‘Altsasu’ una línea de discurso en el que se plantea que estos trabajos nacen con «vocación de restaurar heridas, de hablar de la conciliación, del perdón», en palabras de la propia directora.
«Esta obra cuenta los vivires, los sentires y dolores tanto de los guardias civiles y sus familias como de los chavales y sus familias», ha resumido la directora, quien con esta lectura de los hechos pretende lanzar «una mirada sanadora hacia el futuro».
El punto de partida está fresco en la memoria de todos nosotros. La madrugada del 15 de octubre de 2016, en las puertas del bar Koxka de Altsasu se produce un altercado entre varios vecinos del pueblo y dos guardias civiles y sus parejas. A partir de ahí, el caso se convierte en asunto de Estado y la Audiencia Nacional toma cartas en el asunto. De una pelea nocturna: duras condenas de cárcel, persecución, dolor y una sentencia recurrida actualmente ante el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo.
Basada en el juicio oral
«Desde el minuto uno, con esta propuesta lo que se ha pretendido es el reflejo del dolor y el cuestionamiento de la justicia; poner la justicia en el centro para ver cómo funciona y para ver el significado tiene dentro de una sociedad democrática de la que todos formamos parte», ha apuntado la directora en el pase del montaje de esta mañana ante la prensa.
Sobre el escenario, casi desnudo, Egoitz Sánchez, Aitor Borobia, Ane Pikaza y Nagore Gonzalez dan cuerpo a todos los personajes: los guardias civiles, los ocho jóvenes a los que se les acusó y condenó, y algunos testigos.
Basándose en la transcripción de los 350 folios del juicio oral, que han sido condensados y ficcionados, María Goiricelaya ha hecho una lectura propia. Ha preferido no ponerse en contacto con ninguna de las dos partes, para tener una visión más libre, y tampoco ha utilizado nombres reales. Hay licencias líricas, ha añadido, «como la utilización del Momotxorro, el personaje de carnavales de Altsasu. Y también con algunas cosas que nos imaginábamos y que no estaban evidemente en el proceso judicial: hablamos del dolor de las madres de los guardias civiles, de la historia de amor de los guardias civiles con sus mujeres, de las conversaciones que podría tener los chavales dentro de la cárcel, de algún viaje o visita de familiares a la cárcel... todas estas cosas las hemos utilizado para mostrar de una forma más amplia los múltiples dolores, y para también para ampliar el relato y que fuera diverso», ha añadido la directora.
«Construir un relato unívoco en ese caso sería imposible y yo creo que hasta indeseable, porque los relatos son múltiples y, en este caso, como muchas veces en relación a la violencia, irreconciliables. Nosotros partimos de ese punto para llegar a una verdad compartida, que para nosotros está en la deslegitimación de la violencia y en la búsqueda de ese perdón compartido, sobre todo de ese dolor que es irrevocable en ambas partes», ha apuntado.
¿Pero, entonces, dónde queda la denuncia de un caso flagrante de abuso judicial?, se le ha preguntado. «Está reflejada la desproporción judicial. Más allá del hecho concreto, para nosotros es más importante mostrar cómo ha funcionado la justicia en este caso y cómo puede funcionar en el futuro, porque a cualquiera nos puede pasar un caso similar en un estado democrático. Entonces, ¿cómo queremos que sea esa justicia? ¿Cómo podemos enfrentarnos a ella en determinado momento?», ha contestado la directora.
Con una gira cerrada por 18 puntos de Euskal herria tras su estreno en Bilbo, con este ‘Altsasu’ lo que se busca es que «genere debate en el buen sentido de la palabra, que pueda generar puntos de encuentro».