El Museo de Bellas Artes de Bilbao ha presentado este martes las tres últimas obras donadas a la pinacoteca que han sido incorporadas a su colección. Son ‘Picador gitano’, de Ignacio Zuloaga (Eibar, 1870-Madrid, 1945); ‘La salla del maíz’, de Anselmo Guinea (Bilbo, 1855-1906); y ‘Autorretrato’, de Benito Barrueta (Bermeo, 1873-1953).
Las donaciones han sido realizadas por los coleccionistas Plácido, Maite y Francisco Arango García-Urtiaga, Carmen de Icaza e Ignacio Marco-Gardoqui, todos ellos pertenecientes a familias que han donado con anterioridad otras obras al museo.
Ellos son, ha apuntado el director del museo de Bellas Artes, Miguel Zugaza, un ejemplo de la importancia que han tenido las donaciones de particulares en la historia del museo –el 70% de la colección permanente procede de donaciones y legados, ha dicho–; un museo que precisamente este año está metido de lleno en las obras de ampliación y rehabilitación a cargo del arquitecto a Norman Foster.
Y unas obras, ha querido apuntar su director, «cuya razón principal de ser ha sido ganar más espacio para la exposición de las 15.000 obras» que cuenta en su fondos esta pinacoteca.
Un picador y Urdaibai
El primero de los cuadros presentados, el ‘Picador gitano’ (1903) de Zuloaga, es una obra «racializada», como ha apuntado Miriam Alzuri, conservadora de arte del museo. Ha permitido al museo incorporar, por primera vez a su colección, la temática taurina, tan característica del pintor eibarrés, uno de los más famosos de su generación.
Se sabe que la obra fue adquirida en Venecia y después formó parte de colecciones en Fráncfort y Madrid hasta aparecer en el mercado en época reciente y ser adquirida por el coleccionista Plácido Arango, cuyos herederos la han donado al museo en su memoria.
Mucho menos reconocidos son los otros dos autores, cuyas obras obras, pese todo, no han perdido actualidad con el tiempo. Son ‘La salla del maíz ’(1893), de Anselmo Guinea, una obra pintada a su regreso de su primer viaje a París y «representa la incorporación de Guinea a la modernidad defendida por su colega Adolfo Guiard, que le introdujo en la estética impresionista», ha recordado Zugaza.
El paisaje se localiza en Murueta, en lo que hoy en día se conoce como la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, con la ría de Gernika. Cinco hombres, dos mujeres y un niño trabajan en un sembrado de maiz en pleno verano; una imagen iluminada en una paleta de azules y grises, con un delicado cromatismo, la imagen de un tiempo ya desaparecido.
El cuadro se expuso en la Espejería de Angel Velasco, situada en la Calle del Víctor de Bilbo. En su escaparate Guinea solía dar a conocer sus obras, que en ocasiones, como sucedía con la pintura de su colega Adolfo Guiard, suscitaban encendidas polémicas entre los aficionados y la crítica artística local.
Barrueta, de la guerra al olvido
En ‘Autorretrato’, Benito Barrueta mira de frente; una mirada con mucha fuerza, límpida. Fechado en torno a 1905, este cuadro es de un autor, bermeano de nacimiento y de orígenes modestos, de vida dura. Compañero de generación de los pintores Angel Larroque, Juan de Echevarría, Aurelio Arteta y Valentín de Zubiaurre, Benito Barrueta gracias a una beca pudo formarse en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid.
Trabajó allí en el Museo del Prado como copista y en 1900 se trasladó a París, donde se relacionó con la colonia artística internacional de Montmartre. Durante la Guerra Civil se tuvo que exiliar y en 1941 regresó a Bizkaia; primero a Bilbo y luego a Durango, para establecerse finalmente, durante la última década de su vida, en su Bermeo natal.
Centrado en una pintura intimista a menudo inspirada en su entorno vital, Barrueta se dedicó principalmente a la representación de interiores domésticos, bodegones y retratos.
El autorretrato donado al museo fue realizado probablemente hacia 1905, momento en el que iniciaba una ascendente trayectoria como pintor. Sobriamente vestido, se representa a sí mismo de busto y de frente.
En el cuadro el pintor luce un espeso bigote curvado hacia arriba que, junto con el pañuelo al cuello, «le da un aire bohemio mientras mira al espectador, componiendo la imagen de un hombre resuelto que se adentra en la madurez».
Contactos y globos sonda
Y presente en la presentación del BBAA, la diputada de Euskara, Cultura y Deportes de Bizkaia, Lorea Bilbao, ha querido salir al paso de las informaciones publicadas en un diario bilbaino que apuntan a las negociaciones para la apertura de un centro expositivo en la isla de Zorrotzaurre, en fase de regeneración urbana, para acoger parte de la colección particular de la empresaria de origen cubano afincada en el Estado español, Ella Fontanals-Cisneros.
Según ha publicado este martes ‘El Correo’, la empresaria habría mostrado a responsables forales su interés por que Bilbo acogiese un centro en el que ubicar y exponer parte de sus cerca de 3.000 obras de arte contemporáneo, principalmente de origen latinoamericano.
Lorea Bilbao ha confirmado que su departamento ha mantenido reuniones y encuentros con la coleccionista «pero no han ido más allá de otras reuniones que se mantienen con gente que viene a Bizkaia mostrando su interés por conocer lo que hay aquí. Para nada han sido conversaciones encaminadas a creaciones de museos o de las que se deriven que hay una intención de construir un museo. En ningún momento ha habido encima de la mesa un proyecto de un nuevo museo que no sea la prioridad que ya tenemos que es el del Guggenheim Urdaibai. Los primeros sorprendidos por esa información hemos sido nosotros», ha dicho.
Bilbao ha reiterado que, en este momento, su única prioridad es «la renovación del Museo de Bellas Artes, la reforma del Euskal Museoa y el proyecto de Museo Guggenheim en Urdabai, que es la única propuesta de trabajo que tenemos idea de acometer».