Àlex Romaguera
Girona
Elkarrizketa
Toni Rico
Historiador

«Fuster no decía qué teníamos que pensar, sino en qué: una nación propia»

Rico ha revisitado la obra del pensador valenciano en el libro “Joan Fuster i el pensament nacional. Entre el problema i el programa”. En él repasa el legado de Fuster, así como su desencanto ante las frustraciones que siguieron a la transición.

El historiador Toni Rico, en Girona.
El historiador Toni Rico, en Girona. (Oriol Clavera)

Tras años revisando su legado político e intelectual, Toni Rico (Novelda, País Valencià, 1979) acaba de publicar “Joan Fuster i el pensament nacional. Entre el problema i el programa” (Editorial Afers). Un libro mediante el cual este antropólogo y doctor en Historia por la Universitat de Girona aborda el impacto que las formulaciones del intelectual valenciano tuvieron en todas las culturas políticas de la época. En este ensayo, que refuerza una anterior obra coral –“El pensament i l’acció. De Marx a Gramsci en Joan Fuster”–, Rico analiza los aspectos del pensador que siguen impregnando la clase política, así como aquellos que, como es el proyecto de Països Catalans, se diluyeron con la llegada del actual período histórico.

La historiografía sitúa Joan Fuster como uno de los pensadores más relevantes de la etapa contemporánea. ¿Cómo fragua su influencia?

Para entenderlo hay que remontarse a los años 40, momento en el que entra en contacto con el valencianismo que se agrupa en torno a la entidad Lo Rat Penat, en particular Carles Salvador, y con el Grupo Torra, que reúne a Xavier Casp, Miquel Adlert y otros poetas que, pese a su marcado conservadurismo, exhiben un claro perfil pancatalanista.

Después, en 1950, experimenta un cambio de tendencia al relacionarse con Vicenç Riera Llorca y el resto de escritores catalanes exiliados en México, gracias a los cuales escribe “Valencia en la integració de Catalunya” (La Nostra Revista), un artículo en el que ya estructura su ideario basado en la existencia de una realidad, el País Valencià, y una lengua que cubre un territorio nacional más amplio.

¿Aproximarse al exilio catalán será clave para la maduración de sus teorías?

Le resitúan completamente, pues abandona su pasado carlista para acercarse a posturas más centristas que no sientan nada bien al Grupo Torra, a la vez que adquiere planteamientos de otros autores catalanistas y la nueva generación de jóvenes universitarios inspirados en la revolución cubana, la independencia de Argelia, la guerra de Vietnam y, en el campo filosófico, las reflexiones de Albert Camus, Antonio Gramsci y otros teóricos de renombre. Todo ello lleva a Fuster a posicionarse abiertamente contra el franquismo y, respecto a la cuestión nacional, a que escriba por encargo del editor catalán Max Cahner su gran obra, “Nosaltres, els valencians”, publicada en el año 1962.

¿Qué pretende con la publicación de este libro?

Su voluntad no es fijar un programa ideológico concreto, sino crear una identidad colectiva que pudiera ser compartida por todos los sectores, tanto de izquierda como de derecha. Este era su único objetivo, a imagen del que representó el catalanismo a inicios del siglo XX.

¿Cuándo observa que esto no suscita el consenso de todo el valencianismo?

Se manifiesta con el inicio de la Transición, pues si antes de 1975, la mayoría de familias políticas comparten la idea de construir un País Valencià con conciencia nacional propia, diferente de la española e incardinada con el resto de territorios de habla catalana, en los años 80 solo le seguirán una determinada izquierda y el independentismo, entonces aglutinado en el PSAN.

Prueba de esta evolución es Manuel Broseta, que tras haber participado en el Congrés de Cultura Catalana y haber simpatizado con el pensamiento fusteriano, acaba creando la UCD y abrazando el anticatalanismo al darse cuenta de que el poder no llega de Catalunya sino de Madrid. Y lo mismo hacen otros representantes de la derecha liberal valenciana. De ahí que el gran desencanto de Fuster es no haber convencido a todas las capas del valencianismo y que únicamente acaben defendiéndose sus tesis en círculos muy pequeños.

Aún y así, sus planteamientos tienen una enorme repercusión en la esfera social y cultural de la época.

Sin duda. Fuster era un intelectual muy avanzado en su tiempo y, en numerosos escritos, plantea una modernización para un País Valencià que, según él, había quedado atrasado en estructuras propias del siglo XVIII y XIX y sin una burguesía capaz de llevar a cabo una industrialización que hiciera progresar el país a nivel nacional. Al fin y al cabo, este será su principal legado, pues los primeros gobiernos autonómicos de PSPV-PSOE incorporan la necesidad de que el País Valencià se modernice mediante grandes reformas.

Una vez que el valencianismo se acomoda en el nuevo autonomismo, ¿qué postura adopta Fuster?

Sufre un silencio evidente, tanto porque resulta incómodo para las nuevas élites políticas, como porque el nuevo paradigma comunicativo hace que, a nivel mundial, el papel de intelectuales como él mismo pierda centralidad.

A todo ello se añade el hartazgo que manifiesta ante las renuncias de las grandes corrientes políticas, hasta el extremo de publicar en el “Avui” una carta en la que anuncia que no volverá a escribir más y que tendrán que ser otras voces las que marquen los nuevos horizontes. De hecho, cabe recordar que su compromiso intelectual surge de un sentimiento de obligación moral, ya que en realidad su auténtica vocación era una literatura de tradición más social y costumbrista.

Este año se cumplen sesenta años desde que se publicara “Nosaltres, els valencians”. ¿Podría afirmarse que su proyecto está lejos de realizarse?

En un análisis rápido diríamos que Fuster fracasó, igual que también pudieron fracasar Marx, Lenin o el propio Adam Smith. Pero si hacemos un recorrido a través de sus ideas, la mirada es diferente, pues en “Nosaltres els Valencians”, Fuster no pretendía explicar a los valencianos cómo tenían qué pensar, sino en qué hacerlo. Y era pensar en una nación propia con una lengua y una cultura común a la de catalanes y mallorquines que debía modernizarse si quería dejar atrás su condición tercermundista.

Pues bien: hay que reconocer que todas las culturas políticas han entendido que el País Valencià tiene que superar el provincianismo, modernizarse y encuadrarse en un nuevo marco compartido.

También este año se celebra el “Any Fuster”. ¿La conmemoración de su centenario permitirá leerlo en esta clave?

Es difícil saberlo, pues continúa siendo incómodo para los gobiernos autonómicos de los tres territorios de lengua catalana, que pese a utilizarlo de forma retórica, no han sido valientes en desarrollar políticas coherentes con su pensamiento. También por un acomplejamiento de la izquierda respecto a la derecha, a quien ha comprado su marco mental. Insisto: de Joan Fuster tendríamos que releer sus propuestas para recordar que, si alguna cosa hizo, es proponernos construir, entre valencianos, catalanes y mallorquines, una realidad común. Si al menos el “Any Fuster” terminará con un acuerdo de reciprocidad televisiva, ya sería un avance en esta dirección.