Ramon Sola
Aktualitateko erredaktore burua / Redactor jefe de actualidad

Diez buenas noticias sobre el fango de la política trilera

Apologistas de la política líquida y las geometrías variables se han despertado con mal cuerpo: el líquido se ha vuelto gas, por no decir puro humo, y las fichas no encajan en el puzzle. Sobre el fango de lo ocurrido en Congreso y Ayuntamiento de Iruñea hay terreno fértil a todos los niveles.

Oskar Matute (EH Bildu) pasa ante las ministras Calviño y Díaz en la sesión del jueves.
Oskar Matute (EH Bildu) pasa ante las ministras Calviño y Díaz en la sesión del jueves. (Eduardo Parra | Europa Press)

Estos tiempos caóticos tienen una característica común: el primer esperpento nunca es el último, suele generar secuelas aún peores. Este jueves todos los fakes se desplomaron a la vez: el de Yolanda Díaz vendiendo como derogación lo que no lo era, el de UPN pasándose de listo en Madrid y acabando tocado en Iruñea, el del PSN retratando todas sus miserias históricas... Quizás sea pretencioso pensar que habrá consecuencias de todo ello para otro tipo de acción política, pero desde luego este viernes es el día de enumerar que el post-reforma laboral debería mejorar las cosas en todos los niveles: el estatal, el vasco y el simplemente prepolítico.

Comenzando por el estatal, el Gobierno español todavía debe estar apurando el mal trago; resulta que la geometría variable es más una ocurrencia peligrosa que una garantía de éxito. Cambiar la fiabilidad de los socios estables con compromisos mutuos por aventuras trapicheras y cortoplacistas te puede llevar a eso: acabar dependiendo del error de un diputado del PP. Un refrán bien español para Pedro Sánchez esta mañana: más vale pájaro en mano que ciento volando.

Mirando en los términos electorales que tanto motivan al entorno presidencial, la jugada de Unidad Podemos también debería traer autocrítica, desde la perspectiva del partido y desde la de la coalición. Si se quiere asentar una fórmula de gobierno de izquierdas en el Estado, querer potenciar la figura emergente de Yolanda Díaz situándola al lado de Antonio Garamendi (CEOE) ha sido una pésima inversión.

Los procedimientos, por último, suelen encerrar la clave en política. Con la mitad del maquiavelismo usado para atraerse a UPN (fallidamente), el Gobierno pudo haber tramitado esta reforma laboral como proyecto de ley y no vía decreto, con lo que sus socios hubieran entrado a la jugada, o al menos el PNV. Su apuesta por el ‘todo o nada’ también está en crisis este día.

Desde el prisma vasco, este proceso de reforma ha concluido con derrota parlamentaria, pero no con pérdidas políticas sino al contrario. Ver a la mayoría sindical en la sede del PNV con confluencia de posiciones, al menos parcial en lo que se refiere a la prevalencia de los convenios firmados aquí, abre una perspectiva inédita estos últimos años.

En paralelo es revelador que no se hayan cumplido las previsiones generalizadas que apuntaban a un giro final jeltzale para sumarse a la reforma laboral. Si se pone en conexión con la apertura a la negociación con EH Bildu que culminó en el acuerdo presupuestario en Gasteiz, parece haber indicios de que en Sabin Etxea le han visto las orejas al lobo y empiezan a ser conscientes de que ciertas posiciones clásicas no van en sintonía con la mayoría del país.

Pero es en Nafarroa donde el impacto del despropósito del jueves será mayor: con su cambio de cromos frustrado con el PSOE, UPN ha revelado su necesidad angustiosa de apuntalar al alcalde de Iruñea a costa de lo que fuera, a sabiendas de que es su única palanca potente para intentar recuperar el Gobierno navarro. El balance final es obvio: Enrique Maya está hoy más tocado.

Ampliando el foco al partido, todo el terremoto del Congreso refleja su desorientación total: ni está claro el liderazgo de Esparza (lanzado de cabeza a por su tercer fracaso electoral), ni las pretensiones de Adanero y Sayas (¿por qué no le plantearon alternativa en la elección como candidato?), ni siquiera si esto se llama UPN o Navarra Suma.

En cuanto al PSN, habrá quien piense que en el fondo Maite Esporrín y Ramón Alzórriz solo han replicado lo que Fernando Puras y Carlos Chivite hace quince años en el «agostazo»: tragarse el sapo mandado por Ferraz. Sí, pero con algunas diferencias: aquellos no se pusieron en evidencia en público y estos sí; Puras se fue a casa y Esporrín seguirá. Algo tendrá que decir María Chivite de todo esto, por cierto, si además de presidenta navarra sigue siendo secretaria general del PSN.

Para la política en su globalidad también hay mucho aprendizaje en esta crisis: parece que el Ayuntamiento de Iruñea no es Borgen, y ni siquiera lo es el Congreso español.

Por ejemplo, la banalidad argumental ha hecho aguas con el intento del Gobierno español, y sobre todo de Unidas Podemos o CCOO, de endosar a EH Bildu, ERC o PNV la responsabilidad de sacar adelante esta reforma laboral. Hay cosas que no cuelan por simplemente pueriles.

También es esperanzador comprobar que, en un asunto farragoso como este, desde el principio se logró hacer entender que en Euskal Herria que no era una derogación, ni siquiera una mejora sustancial. Algo que la propaganda focalizada en Yolanda Díaz trató de extender sin debate, pero que al final desde la patronal española al propio Rajoy han terminado admitiendo.

La política gaseosa y la irresponsabilidad salen finalmente tocadas de esta refriega, tanto en Madrid como en Iruñea, tanto en las fuerzas del Gobierno español como en la derecha españolista navarra. Y el soberanismo se refuerza, no solo por puro contraste, sino también porque ha sabido explicar y acordar en sus países, y rechazar y a la vez tender la mano en campo ajeno.