El refugio de un hallazgo
Con la Competición en horas bajas, volamos hacia tierras más verdes. En la sección Panorama brilla Alauda Ruiz de Azúa con ‘Cinco lobitos’, una ópera prima que en más de una ocasión luce como la obra de una cineasta con un dilatado recorrido (artístico y vital) a sus espaldas.
La 72ª Berlinale sigue a lo suyo: a exprimir un reloj que ya no da más de sí. Están los programadores volcando títulos y más títulos a ese escaparate principal que es la Sección Oficial a Competición. Alimentan la caldera con cantidades inasumibles de combustible (seguimos al demencial ritmo de cuatro títulos a concurso por día), y claro, la maquinaria no acaba de asimilarlo. A nosotros nos pasa lo mismo: a estas alturas, deberíamos mantenernos en la velocidad de crucero, pero no hay manera; no acabamos de acertar.
Definitivamente, nos hemos quedado en ese limbo tan temido por el siempre sufrido gremio de la crítica cinematográfica: el compuesto por ese grueso de películas que sin estar necesariamente mal… tampoco se puede decir que estén realmente bien. O sea, que de momento, la experiencia en las salas no está siendo ni mucho menos un suplicio (para esto ya está una normativa anti-covid que, para mayor inri, sufre cambios severos cada día), pero las películas para nada están justificando el viaje. Mal asunto. Toca pues abandonar momentáneamente este frente y probar suerte en otro.
Esto, al fin y al cabo, es un festival de cine, y allí fuera (o sea, dentro de las salas de proyección) hay una constelación de propuestas a descubrir. En la sección Panorama, por ejemplo, la Berlinale remonta el vuelo. Ahí descubrimos ‘Cinco lobitos’, largometraje de debut de la directora vizcaína Alauda Ruiz de Azúa, un drama familiar con la maternidad en el centro de gravedad. La acción transcurre entre Madrid y la costa del País Vasco, en un pueblo indeterminado que toma localizaciones de Mundaka y Bakio. El itinerario de un punto al otro lo marca la protagonista de esta historia, una Laia Costa en la piel de Amaia, una chica que acaba de ser madre, y que para intentar sobrevivir a ello, vuelve al nido del que hace tiempo voló.
Allí le esperan Susi Sánchez y Ramón Barea; atrás queda el padre de la criatura, interpretado por Mikel Bustamante. Estos cuatro personajes, más esa niña recién nacida que no para de llorar, componen el retrato de una familia abordada en clave de híper-estresante carrera de obstáculos. Y de relevos. Midiendo el uso de las elipsis (uno de los muchos puntos en los que cuesta dar crédito al estatus de novata de Ruiz de Azúa), la película acelera el tiempo de forma natural (tanto como la manera que salta constantemente entre el castellano y el euskera), consiguiendo ver mucho más allá de las riñas y picos de estrés que, a nivel superficial, alimentan buena parte de las situaciones retratadas.
En este sentido, y apoyándose también en la estupenda labor de su elenco de actores, ‘Cinco lobitos’ consigue lo más difícil: que acabemos conectando (incluso queriendo) a cada uno de sus personajes. Incluso en las circunstancias más enervantes y asfixiantes, la joven cineasta encuentra el temple y la empatía para comprender a esa otra persona que tanto nos puede sacar de quicio. Deliciosos síntomas que dan fe de una visión y de una capacidad para la planificación igualmente privilegiadas.
En las antípodas de esto, el Concurso por el Oso de Oro sigue acumulando argumentos, o directamente aglomerándolos, aunque no siempre a su favor. De una tacada, y sin atisbo de contemporización, el equipo de Carlo Chatrian suelta otros dos ases que aún estaban en la manga. Primero aparece el camboyano Rithy Panh, el reverenciado documentalista vuelve a abordar el tema en el que tristemente se ha convertido en experto. ‘Everything Will Be Ok’ es una singular pieza de animación en estático; una fábula de terror que nos sitúa en un planeta presuntamente post-apocalíptico.
En las ruinas de nuestro mundo, los animales se levantan y toman el control, esclavizando de paso a los pocos seres humanos que quedan en pie. Lo hacen con la ayuda del cine, un invento infernal; una máquina de dominación, empapada de los peores sonidos e imágenes que nos han legado, a lo largo de la Historia, los regimenes totalitarios. Entre ‘Rebelión en la granja’ y ‘El planeta de los simios’, Rithy Panh chapotea por el lodazal de la miseria moral, a su funesto entender, única herencia que vamos a dejar como especie.
Después, por suerte, aparece Claire Denis y pone las cosas en su sitio. Con ‘Avec amour et acharnement’ (traducido: ‘Con amor y alevosía’), forma una tripleta de lujo junto a Juliette Binoche y Vincent Lindon, dos lados en un turbulento triángulo amoroso completado por Grégoire Colin. La película es esto, una figura de aristas afiladas, que pincha, corta y a lo mejor hiere de muerte a quien sufra sus terribles embestidas. Sobre el papel, sobresale la híper-textualización y la sobre-exposición a la música de Stuart Staples, que no dejan ningún lugar a la sutileza. Y está bien que sea así, pues lo que hace la idolatrada cineasta francesa es tratar el drama romántico como lo que realmente es: ese laberinto en el que muy fácilmente se puede perder la cabeza. Unas construyen (Ruiz de Aldúa); otras destruyen… y parece que todas aciertan.