Koldo Landaluze
Especialista en cine y series de televisión

Mary Shelley y la prolongada sombra de su criatura inmortal

Cumplidos 171 años de su muerte, ocurrida un 1 de febrero, Mary Shelley sigue siendo inspiradora de diversos proyectos. La escritora vasca Espido Freire ha publicado su primer audiolibro titulado "Las crónicas de Villa Diodati" y se ha anunciado la puesta en marcha de la serie "Mary’s Monster".

Mary Shelley -Elle Fanning- junto a la tumba de su madre en la película 'Mary Shelley'.
Mary Shelley -Elle Fanning- junto a la tumba de su madre en la película 'Mary Shelley'. (IFC)

Nadie pudo imaginar que a comienzos de 1816, un muerto -zurcido con remiendos de otros cadáveres- abriría sus párpados y exhalaría un segundo hálito de vida que certificó su regreso de entre los muertos.

Ajeno a este fenómeno inverosímil, el mundo estaba más pendiente de la declaración de independencia sellada en castellano, quechua, ayamara y guaraní por los pueblos latinoamericanos, el epílogo del otrora todopoderoso imperio napoleónico y el prólogo de las colonias de Norteamérica sin el yugo británico.

A este polvorín se sumó otro episodio singular acontecido en la remota y éxotica Sumbawa, en las islas menores de la Sonda que hoy conocemos por el nombre de Indonesia.

Entre el 5 y el 10 de abril tuvo lugar la erupción del volcán Tambora que arrasó con las vidas de más de 82.000 personas y cubrió buena parte del planeta de un manto de gas sulfuro, y dióxido de azufre que derivaría en un cambio climático. El descenso de temperaturas sumió al mundo en un invierno volcánico.

Por ello, en 1816, el verano no acudió a su cita en el lago suizo de Leman, donde supuestamente le aguardaba un grupo de románticos de tez pálida integrado por Percy Shelley, Mary Godwin, su hermanastra Claire Clairmont, Lord Byron y su médico y secretario personal, John Polidori.

El propósito que inspiró la reunión era conocerse y planetar tertulias en torno a la poesía y el librepensamiento y el espacio elegido para ello fue Villa Diodati, una mansión que por entonces se encontraba abandonada pero que, con anterioridad, había alojado supuestamente a personalidades como Rousseau, Voltaire y John Milton.

Cuando el séquito se instaló en este lugar, supirando por el placer de los paseos a pie y en barca bajo el sol, toparon con un telón constante de bruma oscura, lluvias y frío. Atrincherados en el interior de la casa, optaron por plantar cara al aburrimiento y de esta, manera, entre velas y el fuego de una chimenea anacrónica en pleno verano, Lord Byron propuso al grupo que cada cual escribiera una historia de terror y después la compartiese con el resto.

De todos ellos tan solo nos queda constancia del talento que demostraron dos, John Polidori -que esbozó las primeras líneas maestras del género vampírico con su relato 'El vampiro'- y Mary Shelley, que legaría para la posteridad a la inmortal criatura del doctor Frankenstein.

Sombra y legado de una madre

Antes de que todo ello ocurriera, el 30 de agosto de 1797, nació en Londres la madre de semejante criatura, parida en el seno del optimismo surgido en torno a los avances de la ciencia y que haría temblar los cimientos de la religión que fundamenta su creencia en la resurrección, territorio hasta entonces acotado únicamente a sus designios de poder.

Hija del filósofo y político William Godwin y de la filósofa, escritora y pionera feminista Mary Wollstonecraft, Mary Se crió en un ambiente profundamente literario, libertario y bohemio. Su madre murió al poco de nacer ella, pero su defensa de los derechos de las mujeres y de la libertad que abanderó su madre siempre estuvieron presentes en su vida y obra.

Se dice que aprendió a leer mientras repasaba con sus dedos las letras de su madre, impresas en su lápida. Una tumba que reconvirtió en su rincón íntimo y al que acudía habitualmente para escribir.

Editora, ensayista, articulista y dramaturga, la joven se fugó a Europa con el poeta Percy Shelley, una secuencia que animó los chismorreos londinenses debido a que Shelley estaba casado con otra mujer.

Más allá de su faceta literaria y de estar considerada como una de las figuras centrales del romanticismo, ha sido redescubierta en su faceta política y militante. Una forma de prolongar el propio legado de su madre, a la que siempre tuvo presente y sobre la que decía «el recuerdo de mi madre ha sido el orgullo de mi vida».

Esta mujer excepcional, Mary Wollstonecraft, fue la primera mujer corresponsal que cubrió la Revolución Francesa y cosechó un gran éxito con su manual feminista 'Vindicación de los derechos de la mujer' (1792), en el cual se puede leer «cuando a las mujeres se las ha despojado de las virtudes que visten a la humanidad, se las ha engalanado con gracias artificiales que les posibilitan ejercer una breve tiranía. Como el amor ocupa en su pecho el lugar de toda pasión más noble, su única ambición es ser hermosa para suscitar emociones en vez de inspirar respeto; y este deseo innoble, igual que el servilismo en las monarquías absolutas, destruye toda fortaleza de carácter. La libertad es la madre de la virtud y si por su misma constitución las mujeres son esclavas y no se les permite respirar el aire vigoroso de la libertad, deben languidecer por siempre y ser consideradas como exóticas y hermosas imperfecciones de la naturaleza».

Mary Wollstonecraft siempre se reveló como una revolucionaria, una proscrita social y una transgresora que defendió, por encima de todo, la independencia de las mujeres en una época, el siglo XVIII, que las había relegado al ostracismo.

Su hija también tuvo que hacer frente a una época que no admitía la firma de una mujer en la portada de un libro. Así, 'Frankenstein o el moderno Prometeo' salió a la luz con un seudónimo masculino el 1 de enero de 1818 y no fue hasta 1823 cuando una nueva edición descubrió el nombre de su verdadera autora, que por entonces contaba 18 años de edad.

El título no alude a la criatura, sino a su creador, el doctor Victor Frankenstein. Una reinterpretación del mito griego de Prometeo, un demiurgo y semidios que desafió a Zeus cuando le robó el fuego para dárselo a los mortales.

En su criatura monstruosa, inadaptada y rechazada por la sociedad, Mary Shelley plasmó una gran metáfora que aborda el nacimiento como algo creativo y destructivo a la vez, una tensión entre luz y oscuridad en la que exploró los rincones más intensos de su propia vida, su orfandad, el fallecimiento de tres de sus cuatro hijos y los desencuentros que mantuvo con su padre.

Según dijo la propia autora en una de sus cartas «me dediqué a pensar en una historia, una historia que rivalizara con las que nos habían entusiasmado con esta tarea impuesta por Lord Byron. Una que hablara sobre los miedos misteriosos de nuestra naturaleza y despertara un horror emocionante, una que hiciera que el lector temiera mirar a su alrededor, que helara la sangre y acelerara los latidos del corazón. Si no lograba esto, mi historia de fantasmas sería indigna de su nombre».

Siguiendo la estela de esta obra inmortal, dejó escritas otras que seguían incidiendo en sus constantes temáticas, como 'Mathilda', 'Valperga', 'El último hombre', 'Lodore', y 'Falkner'.

En 2017, Haifaa Al-Mansour se convirtió en la primera directora de cine de Arabia Saudí que eludió las limitaciones impuestas a las mujeres en su país y tras su aplaudido debut 'La bicicleta verde' (2012), dirigió el biopic 'Mary Shelley' protagonizado por Elle Fanning.

Según la cineasta saudí «fue una pionera que hizo algo me fascinó, fue capaz de buscar su propia voz literaria y alejar su imagen de la de su pareja, el poeta Percy Shelley. Fue rechazada por una sociedad muy encorsetada y le resultó muy difícil publicar algo tan  inaudito y arriesgado como 'Frankenstein'. Con el tiempo, nos ha recordado que no solo fue la autora de ese único y excepcional libro». 

En la última frontera, lejos de todo y mientras se pierde entre los glaciares del Ártico, la criatura nos lo recuerda para que no caiga en el olvido: «Ten cuidado; pues no conozco el miedo y soy, por tanto, poderoso».