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Seis meses después, Afganistán se hunde en la hambruna y en la misoginia talibán

Seis meses del regreso al poder de los talibán, las restricciones en los derechos de mujeres y niñas y las denuncias de violaciones de los derechos humanos van de la mano de un deterioro dramático de la situación económica por las sanciones occidentales.

Protesta contra EEUU en Kabul.
Protesta contra EEUU en Kabul. (Sahel ARMAN | AFP)

Los talibán irrumpieron en Kabul el 15 de agosto de 2021, horas después de que el presidente títere, Ashraf Ghani, huyera ante un avance de los insurgentes, cimentado en meses de combates y facilitado por el proceso de repliegue de las tropas occidentales a raíz del acuerdo de paz firmado en Doha en febrero de 2020 con los EEUU de Donald Trump.

Si bien algunos expertos afirmaron que el nuevo régimen podría ser diferente al emirato islámico talibán de 1996 a 2001, las autoridades han limitado drásticamente los derechos de las mujeres, incluida una prohibición de su desplazamiento sin un familiar masculino a destinos que estén a más de 72 kilómetros, mientras que las protestas para reclamar que se respeten sus derechos son duramente reprimidas.

Asimismo, los talibán han actuado con dureza contra los medios de comunicación, mientras que la ONU ha denunciado la ejecución de al menos un centenar de antiguos funcionarios, a pesar de la amnistía decretada por los talibán.

Beth Gelb, miembro portavoz de Amnistía Internacional, ha señalado en una entrevista a Europa Press que la situación es «desoladora (...). Es un país que ha sufrido guerras ininterrumpidamente desde hace 40 años y ahora mismo se están literalmente muriendo de hambre», ha lamentado.

Los datos del Programa Mundial de Alimentos (PMA) reflejan que 22,8 millones de personas hacen frente a inseguridad alimentaria aguda, con 8,7 millones en niveles de emergencia, sobre una población total de unos 41,7 millones de personas.

«Día a día la situación empeora», ha alertado Gelb, quien ha incidido en que ya antes de la toma del poder por parte de los talibán el país tenía una gran dependencia (un 43% del PIB) de la ayuda internacional, según datos del Banco Mundial, y con una economía basada en gran medida en la producción de adormidera (heroína) y asolada por la corrupción.

«Es un país que ha sufrido desde hace muchísimo tiempo muchísimas desgracias», ha señalado, antes de recordar que durante los años previos «buena parte de Afganistán ya estaba en manos de los talibán (...). La población realmente está extenuada de tanto tiempo en guerra y lo que eso implica», ha argumentado.

«La situación es absolutamente crítica y grave y estamos asistiendo prácticamente a una hambruna en Afganistán. Las personas literalmente se están muriendo de hambre», ha añadido.

Avances truncados

Pese a recordar que «ni el mundo ni el país es igual que antes y por más que los talibán ideológicamente quieran que las cosas sean como eran antes, lo tienen bastante difícil», el portavoz de AI resta credibilidad a las afirmaciones de los talibán sobre el respeto a los derechos humanos e incide en que hasta la fecha «se ha documentado todo lo contrario»,

AI ha puesto en marcha una acción en Internet para recoger firmas en favor del respeto de los derechos de las mujeres y las niñas con el objetivo de presentar esta propuesta a Rusia y Pakistán, dado que son dos países con «influencia» sobre la situación.

Pese a ello, critica el impacto de las sanciones occidentales, que han provocado el impago de sueldos a funcionarios tras la suspensión de la entrega de ayuda internacional, y subraya que «tiene que llegar ayuda porque si no, simplemente, los afganos se van a morir».

Eso sí, reclama la apertura de fronteras y la creación de corredores humanitarios para permitir la salida del país de aquellas personas que lo deseen, así como la no devolución de afganos e investigar los hechos sobre el terreno. «Lo que puede poner fin a las violaciones de derechos en Afganistán es que se sepa lo que está pasando allí», ha zanjado.

Crisis económica brutal

El ahondamiento de la crisis llevó a la ONU a lanzar en enero un llamamiento para recaudar más de 4.400 millones de euros de para entregar ayuda a 22 millones de personas en el país y otros 5,7 millones de refugiados afganos en cinco países de la región.

Sin embargo, la comunidad internacional se escuda en el temor a que el dinero y los recursos no lleguen realmente a la población y acaben siendo aprovechados por los talibán.

José Mas Campos, responsable de la unidad de Emergencias de Médicos Sin Fronteras (MSF), ha resaltado en declaraciones a Europa Press que la «situación en Afganistán no hace sino cumplir muchos de los vaticinios que ya esperábamos».

«La crisis económica tan brutal a raíz de muchas de las medidas y sanciones impuestas provoca que cada vez haya menos empleo, cada vez haya menos dinero corriente en las calles, con lo cual los precios están disparándose y la gente tiene menos capacidad adquisitiva», ha explicado.

La cifra de menores desnutridos que llega a los hospitales de MSF se ha disparado, a lo que hay que añadir «epidemias de sarampión, que también estamos viendo, o el consabido efecto del invierno en las infecciones respiratorias, con un pico de neumonías que nos obliga a tener a veces dos y tres niños por cama dentro del hospital porque es muy difícil dar abasto».

El sistema de salud antes de la toma del poder de los talibán ya contaba con una «infrafinanciación» y con la falta de empleados y medicamentos

MSF lleva más de 40 años trabajando en el país y ha añadido que la toma del poder por parte de los talibán no ha llevado aparejados cambios, por lo que «nos preparamos para seguir e incluso si fuera posible aumentar nuestras operaciones en el terreno en Afganistán en los próximos tiempos».