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JOACHIM LAFOSSE
Cineasta

«Mi cine es un intento por reflexionar sobre los límites de la convivencia»

Nacido en Uccle (Bélgica), Joaquim Lafosse es uno de los directores más reputados del cine europeo actual. Sus películas han recorrido los principales festivales, destacando la Concha de Plata al Mejor Director que obtuvo con ‘Los caballeros blancos’. ‘Un amor intranquilo’ acaba de estrenarse.

Joachim Lafosse estrena ‘Un amor intranquilo’, filme que ha pasado por Cannes.
Joachim Lafosse estrena ‘Un amor intranquilo’, filme que ha pasado por Cannes. (SSIFF-MONTSE CASTILLO)

‘Un amor intranquilo’ es la película más personal de Lafosse. En ella deposita sus recuerdos de adolescencia sobre el divorcio de sus padres después de que a su progenitor, pintor de profesión, le disgnosticasen un cuadro de bipolaridad que alteró la rutina familiar. A través de un relato preciso y de gran carga emocional, el cineasta belga reflexiona sobre la enfermedad mental como estigma tanto para quienes la padecen como para aquellos que están a su lado.

​Usted ha comentado que el gran tema de ‘Un amor intranquilo’ no es tanto la enfermedad mental que padece el protagonista como el retrato de la descomposición de una pareja.
Así es. De entre todas las películas que he rodado esta es aquella en la que más he puesto de mí mismo, llevaba años queriendo hacerla y evoca directamente mi adolescencia, los recuerdos que tengo de la hospitalización de mi padre y el impacto que aquello tuvo en mi familia. En aquel contexto mi madre se dirigió a mí para decirme: ‘Me voy a separar de tu padre. Le quiero mucho pero su enfermedad me lo pone muy difícil’. Yo no entendí aquello e incluso, durante años, estuve muy enfadado con mi madre porque pensaba que querer a alguien implica quererlo tal y como es. Pero con el paso del tiempo empecé a comprender la posición de mi madre y lo que supuso para ella todo aquello.
 
Entonces ¿esta película fue una especie de terapia para usted?
No, no me gusta pensar que el cine puede servir como cura, si uno hace una película con la idea de sanar heridas puede llegar a enfermar al espectador. La terapia la viví durante el tiempo en el que hice psicoanálisis y ahí sí que hubo un día en que me derrumbé y deje salir mi miedo a ser bipolar como lo fueron mi padre y mi abuela. Fue confrontarme con ese miedo lo que, con el paso de los años, me ha llevado a aceptar la posibilidad de contar aquellas vivencias anómalas.
 
No es la primera vez que habla, en su cine, de la desintegración de la familia ¿Existe un vínculo entre ‘Un amor intranquilo’ y sus películas precedentes?
Sí, puede que lo haya pero no es algo premeditado. Haciendo mis anteriores películas me di cuenta de que cuando eres un niño observas la realidad de una manera distinta y, en esta ocasión, me interesaba proyectar esa mirada hacia la euforia, la desinhibición y la depresión que manifiestan quienes padecen una enfermedad mental. Cuando me comentan que el gran tema de mis películas es la familia yo respondo que mi cine es, más bien, un intento por reflexionar sobre los límites de la convivencia y sobre como la familia, como grupo, puede asfixiar la singularidad individual y, al mismo tiempo, potenciarla e inspirarla.
 
Usted, de hecho, muestra en la película como, en muchas ocasiones, el tratamiento que se le da a las enfermedades mentales conlleva la alienación del individuo sofocando su inspiración y creatividad.
Es cierto, pero también es verdad que me rebelo contra esa idea romántica que un artista, para expresarse libremente, tiene que dejarse llevar hacia estados extremos en aras de alimentar su inspiración. Si a Van Gogh le hubieran acompañado y apoyado durante su enfermedad probablemente su vida habría sido más larga y nos habría legado muchas más obras maestras. Es cierto, sin embargo, que ese acompañamiento suele hacerse sin tener muchas veces en cuenta las necesidades reales del enfermo. La mayoría de los medicamentos que existen para tratar las enfermedades mentales van en esa línea de que lo importante es sosegar al enfermo reprimiendo su carácter impulsivo con independencia de que éste produzca acciones buenas o malas.
 
Pero eso es algo que también tiene que ver con la necesidad de buscar soluciones fáciles e inmediatas frente a estados complejos ¿no cree?
Totalmente. De hecho, si mi padre, hace treinta años, no hubiese hecho una terapia larga y prolongada como la que hizo, responsabilizándose de su propia enfermedad, probablemente nunca hubiera experimentado la mejoría que experimentó. Es el propio enfermo el que tiene que tomar las riendas y está bien ayudarle a hacerlo pero sin condescendencia ni paternalismo y tampoco confiando en las recetas milagro que es algo que no existe. Pasa un poco lo mismo con la pandemia que estamos viviendo: las vacunas son un remedio eficaz, pero insuficiente. En última instancia es mucho más necesario que nos responsabilicemos de nuestras acciones, que es algo bastante más difícil.
 
En todo caso se trataría de una responsabilidad compartida y para eso es necesario una confianza recíproca ¿no?
Justamente el título original de la película, ‘Les intranquilles’, en plural, tiene que ver con eso. El estado de enajenación de Damien tiene reflejo en Leila cuando asume que toda su singularidad como mujer, como madre y como restauradora de arte ha quedado reducida a su condición de cuidadora, algo que no soporta, y con razón y que le hace caminar a ella también hacia la locura. Paralelamente él tampoco se conforma con que le estigmaticen únicamente como enfermo pues, antes que bipolar, Damien es marido, padre, amigo y pintor de gran talento. Y esa lucha por superar la estigmatización a la que les conduce la enfermedad de él es lo que comienza a resquebrajar a la familia pues se trata de una lucha difícil y cada uno de ellos la lleva a cabo individualmente.
 
Antes ha citado la pandemia que estamos viviendo y su película es una de las primeras donde se refleja, aunque se tangencialmente, esa situación dado que los personajes aparecen interactuando con mascarilla. ¿Quería anclar la acción de su película en el presente?
Estoy muy sorprendido de que no haya más películas que reflejen este presente que estamos viviendo, es como si hubiera un cierto recelo a la hora de hablar de ello. La película la rodamos entre el primer confinamiento y el segundo que tuvimos en Bélgica y nos planteamos si era más conveniente rodar con o sin mascarillas hasta que al final lo dejamos porque era una manera de anclar la historia en el aquí y el ahora.

Todos los psiquiatras con los que hablé, mientras preparaba la película, me advirtieron además de que la pandemia había hecho crecer el número de pacientes que acudían a ellos con crisis depresivas y brotes psicóticos. Me pareció una buena razón para no obviar el presente en el que vivimos y dejar que este entrase en el filme. Por otro lado a mí me encanta el cine de los 70, donde todo el mundo salía fumando, una característica que hace que enseguida ubiquemos cronológicamente la historia. Si ven nuestra película dentro de veinte años y ven a los personajes con mascarilla es probable que el espectador de entonces piense: ‘Están hablando de 2021’.
 
¿Cómo encaró el trabajo con los actores? Se lo pregunto porque tanto Damien Bonnard como Leila Bekhti cargan, prácticamente sobre sus hombros, con todo el peso de la película.
Cuando Leila leyó el guion me dijo: ‘Te voy a convencer para que me des este papel porque es el personaje más punky que me han ofrecido nunca’. Yo me quedé algo desconcertado pero ella añadió: ‘En estos días lo verdaderamente punky es resistir, no abandonarse cuando las cosas vienen torcidas y este personaje, lejos de ser una víctima es una mujer activa’. Aquella observación me dio la pauta sobre cómo tenía que trabajar con ellos en la construcción de sus respectivos personajes.

Damien estuvo preparándose con varios psiquiatras trabajando los miedos de su personaje y viendo como podría interpretar esa bipolaridad. Luego tuvimos la suerte de que pudimos ensayar toda la película antes de empezar el rodaje y ahí surgió la propuesta, por parte de ambos actores, de que los personajes adoptasen el nombre de ellos, según me dijeron, porque querían hacerlos suyos y que yo me sintiera acompañado a la hora de contar esta historia tan personal, lo cual me conmovió mucho.

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