Pablo Ruiz de Aretxabaleta

París prepara la salida de Mali para evitar su «Afganistán»

Entre una hostilidad en auge, París trata de organizar el repliegue en el Sahel y la salida de Mali para evitar un «Afganistán francés» después de diez años de misión antiyihadista

Un soldado francés de la operación Barkhane, a bordo de un helicóptero, cerca de Gao.
Un soldado francés de la operación Barkhane, a bordo de un helicóptero, cerca de Gao. (Philippe DESMAZES | AFP)

El presidente francés, Emmanuel Macron, reunió ayer en París a varios de sus socios africanos y europeos para preparar el repliegue de las fuerzas francesas en África Occidental y la probable retirada de Mali, que anunciará hoy, después de casi diez años de intervención militar contra los grupos yihadistas.

Ansioso por no empantanarse en lo que ya se advertía como el «Afganistán francés», París ya emprendió en verano una reducción de sus fuerzas, de más de 5.000 soldados a los 2.500 o 3.000 previstos para 2023.

El objetivo es pasar de las vastas operaciones en primera línea a dar más énfasis al entrenamiento y apoyo al combate de los ejércitos locales. La implicación de otras fuerzas europeas en la misión Takuba iba en esa línea, además de alejar la imagen de potencia colonial.

Pero esta rearticulación tiene lugar sobre arenas movedizas. La opción de una retirada total no es políticamente fácil, en plena campaña presidencial y durante la Presidencia francesa de la Unión Europea. Y más teniendo en cuenta que, tras años de presencia y 53 soldados franceses muertos, los grupos yihadistas han conservado un fuerte poder de acción a pesar de la ejecución de muchos líderes, y han extendido la violencia al centro del país y luego a los vecinos Burkina Faso y Níger, y hacia el sur, al norte de Costa de Marfil, Benín y Ghana.

Por eso, el Gobierno francés precisa mostrar un consenso general con la reunión que comenzó ayer y la cumbre que empieza hoy entre la Unión Africana y la Unión Europea.

La reunión informal en París reunió a líderes de Níger, Chad, Mauritania, Costa de Marfil, Ghana, Togo, Benin y Senegal.  Los grandes ausentes serán Mali y Burkina Faso, países suspendidos de la Unión Africana y escenarios de sendos golpes de Estado y de una creciente hostilidad hacia el Estado francés.

«Estamos discutiendo con nuestros socios para considerar el tipo de respuesta que se dará a esta nueva situación. Nuestra lucha contra el terrorismo debe continuar, pero sin duda en otras condiciones», indicó el ministro de Exteriores francés, Yves Le Drian.

Hostilidad en Mali

En Mali, la situación ya es insostenible para las fuerzas francesas. La Junta Militar gobierna el país a raíz del doble golpe de Estado perpetrado en agosto de 2020 y mayo de 2021. 

El primer ministro de transición, Choguel Kokalla Maiga, acusa a París de utilizar las organizaciones desplegadas en África Occidental «para saldar otras cuentas», y cuestiona los acuerdos de defensa que vinculan a París y Bamako. «Queremos releer los acuerdos desequilibrados que nos convierten en un Estado que ni siquiera puede sobrevolar su territorio sin autorización de Francia», denunció.

El embajador francés y los soldados daneses que iban a unirse a la misión europea ya tuvieron que dejar el país africano y Le Drian tampoco ve claro el futuro de la fuerza europea Takuba, cuya salida de Mali exige la junta militar.

Además de los mensajes hostiles de la junta gobernante en Mali, la misión francesa se ha enfrentado a duras manifestaciones para bloquear los convoyes de la operación Barkhane en Burkina Faso y Níger.
Este sentimiento antifrancés en auge acusa a la antigua potencia colonial de hacer y deshacer poderes en África, de mantener a los países bajo su tutela económica a través del franco CFA –una moneda común a 14 excolonias– y de ser ineficaz, incluso cómplice, frente los yihadistas que están asolando el Sahel. Y varios de los golpes de Estado que vive el continente se alimentan –y alimentan– de este sentimiento. De los cuatro países cubiertos por la operación antiyihadista francesa Barkhane, solo Níger todavía tiene un presidente electo al frente.

Chad, Guinea-Conakri, Sudán y Burkina Faso y un intento fallido en Guinea-Bisau se han ido sumando a esta inestable situación. Tanto en Mali como en Burkina la población salió a las calles en apoyo de las rebeliones militares. Y otros socios, como las fuerzas rusas, se apresuran ocupar el espacio que deja París.

En Mali, el sentimiento antifrancés no es nuevo, tiene sus raíces en una atormentada historia colonial, reforzado en los últimos meses por las declaraciones de Bamako.
«Siempre ha habido un sentimiento anti-Francia latente debido a la arrogancia de la política francesa en

África que no ha sufrido un cambio profundo desde el final de la colonización», explica Rodrigue Koné, investigador del Instituto de Estudios de Seguridad (ISS). Así, la operación antiyihadista Barkhane es ampliamente percibida por la opinión pública como una intervención más de la política neocolonial mantenida desde los tiempos de De Gaulle en el «patio trasero africano» del Estado francés, incluso aunque trate de involucrar a los ejércitos locales en su lucha.

Koné señala que la Junta Militar está tratando de capitalizar este sentimiento, agravado por una diplomacia prepotente.

En el vecino Níger, la hostilidad hacia Barkhane se intensificó en noviembre cuando efectivos de un convoy de la fuerza francesa dispararon contra la multitud que les impedía el paso y mataron a tres personas en la localidad de Tera. Venía de Burkina, donde ya había sido bloqueado durante varios días por manifestantes. Recientemente también se quemaron banderas francesas en manifestaciones contra el poder en Chad, algo «inaudito», en este país, según la investigadora Kelma Manatouma.

Una fuerza reformada en Níger

«El pasado colonizador de Francia, su intervención en nuestras políticas internas, nuestros recursos, incluido el uranio, que son saqueados, empujan a los jóvenes a pensar. No tenemos un contrato win-win con Francia», afirma Maikoul Zodi, responsable de la sección nigeriana de Tournons La Page (TLP), que exige la salida de las bases militares extranjeras.

En las redes sociales, los mensajes llegan incluso a acusar al Estado francés de complicidad con los grupos yihadistas.

Si el futuro de la intervención francesa en Mali parece comprometido, el de su redespliegue en el resto del Sahel sigue siendo un gran interrogante.

El Gobierno francés busca instalar una fuerza europea «reformada» en el vecino Níger, último aliado saheliano, pero que tampoco tiene una posición segura. El yihadismo también está activo en este país y su presidente, Mohamed Bazoum, ya sufrió un intento de golpe de Estado y se le acusa de ser un «vasallo de Francia».

En el territorio nigerino, el Estado francés tiene un interés estratégico de primer nivel: Los yacimientos de uranio de la empresa Areva, en pleno relanzamiento de la energía nuclear por parte de Macron.
París se enfrenta a una incógnita adicional con el golpe de Estado perpetrado en Burkina Faso, país que alberga fuerzas especiales francesas de la operación Sable, y azotado por la violencia yihadista, que ha matado a más de 2.000 personas en seis años y ha obligado a más de 1,5 millones de personas a huir de sus hogares.

Esta misión está destinada a continuar como parte del futuro sistema que reemplace a la misión Barkhane, siempre que el nuevo poder en Uagadugú no decida lo contrario.

El líder del Gobierno golpista de Mali, Choguel Kokalla Maiga, admite que el 80% del territorio es inseguro



La UE busca su espacio en África

La cumbre entre la Unión Europea y la Unión Africana de hoy y mañana –con los 27 líderes de la UE y unos 40 por parte de la UA– intentará avanzar en las decisiones sobre las fuerzas militares internacionales desplazadas en el continente, combinándolo con el anuncio de una lluvia de inversiones.

La retirada de Mali abre un proceso de reorganización de un complejo mecanismo interconectado con tareas repartidas entre las distintas operaciones: la misión de la ONU, Minusma, cuenta en Mali con unos 18.000 efectivos; la europea EUTM para la formación militar, con 1.200; y la francesa Barkhane  tiene 4.800. Además, Takuba está compuesta por unos 900 miembros de fuerzas especiales de países europeos. Finalmente, está la Fuerza Conjunta Sahel, formada por países de la región, con unos 5.000 efectivos.

La intención del presidente francés, Emmanuel Macron, era mantener tropas en las ciudades de Gao, Ménaka y Gossi, en Mali, encabezadas por la operación Takuba, iniciada por París hace más de dos años para compartir la carga de la intervención.

Pero este símbolo de la Europa de defensa que defiende Macron podría desaparecer cuando París había ya logrado convencer a una docena de Estados para que acudieran en su ayuda. Dinamarca se vio forzada a retirar el contingente que acababa de enviar por el rechazo de Bamako, y Noruega también retirará a sus efectivos de esta misión. París busca una transformación de la misión europea, con una base fuera de Mali y más activa en otros países fuera del Sahel, como Benin, Togo o Costa de Marfil. La UE cuenta actualmente con once misiones militares en el continente africano.

En la víspera de la cumbre, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, anunció desde Senegal que en los próximos siete años la UE destinará a África 150.000 millones de euros del plan global de infraestructuras, esto es la mitad de un plan que espera movilizar en total 300.000 millones.

El representante diplomático europeo, Josep Borrell,  pidió un enfoque mas «geopolítico» hacia África, en un intento de ganar terreno ante la creciente influencia de Rusia y China en el continente.