Martxelo Diaz
Aktualitateko erredaktorea / Redactor de actualidad

El antecedente de la guerra de Osetia del Sur y Abjasia de 2008

Tropas rusas acudieron en 2008 en defensa de las repúblicas de Absjasia y Osetia del Sur frente a Georgia. Es un escenario similar al que existe actualmente en Ucrania, aunque tiene algunas diferencias.

Un hombre mira a través de un hueco en una barricada de sacos terreros en la guerra de 2008.
Un hombre mira a través de un hueco en una barricada de sacos terreros en la guerra de 2008. (FRANCE PRESSE)

El 7 de agosto de 2008 tropas rusas invadieron territorio georgiano en defensa de las repúblicas de Abjasia y Osetia del Sur, que habían declarado previamente su independencia de Tiflis, tras una incomprensible ofensiva georgiana que no tenía ninguna posibilidad de triunfar. Entonces también la ofensiva rusa fue una sorpresa relativa. No es, por tanto, la primera operación bélica de este tipo en el siglo XXI.

Trece años y medio después, el escenario parece repetirse con la entrada de tropas rusas en Donbass. Entonces, la guerra duró poco más de una semana, hasta el 16 de agosto de 2008, con las tropas rusas controlando la simbólica ciudad de Gori, donde nació Stalin, y con la sensación de que tenían potencial para llegar a Tiflis sin problemas. En 2008, Vladimir Putin era «solo» el primer ministro y el presidente era Dimitri Medvedev. Pero hoy como ayer, quien mandaba realmente era Putin.

Las tropas rusas se retiraron tras la ofensiva, las repúblicas de Abjasia y Osetia del Sur mantuvieron su independencia que sigue sin ser reconocida actualmente por la mayoría de la comunidad internacional. Moscú mantuvo su control de la zona y el poder de Tiflis se desinfló. El Ejército georgiano fue una hormiga ante la maquinaria bélica rusa.

El Cáucaso está lejos

La época es diferente y el escenario es distinto. A Europa le queda lejos el Cáucaso, mientras que la UE tiene frontera directa con Ucrania. Sin embargo, ambos conflictos mantienen paralelismo que se presentan como interesantes, tal y como recordaba Pablo González en un artículo publicado en 2015.

Georgia y Ucrania alcanzaron su independencia tras el desmantelamiento de la URSS. Desde el primer momento, se enfrentaron a la diatriba de mantener sus lazos con Moscú o acercarse a Occidente. Es decir, a la OTAN. Pese a la independencia, dirigentes de la URSS accedieron al control de las repúblicas recientemente independizadas. Eduard Shevernadze, que fue ministro de Exteriores soviético, en Georgia, y Leonid Kravhcuk y Leonid Kuchma, en Ucrania, jugaron este papel.

En Georgia, las repúblicas de Abjasia y Osetia del Sur (hay una Osetia del Norte que permaneció en la Federación Rusa) proclamaron su independencia respecto a Tiflis al considerar que no se respetaban sus derechos nacionales. Abjasos y osetios son entidades nacionales diferenciadas de los rusos (el idioma osetio no es eslavo sino de la familia irania, la lengua abjasa es de la familia caucásica), pero acudieron a pedir protección al manto de Moscú, como han hecho las rusófonas Donetsk y Lugansk.

«Revoluciones de colores»

Tanto en Georgia como en Ucrania se vivieron las llamadas «revoluciones de colores» en 2003 y 2004. Presentadas como movimientos populares que querían acabar con los restos de lo que quedaba de soviético fueron promovidas, amparadas y financiadas por Occidente. Mijeil Saakashvili y Viktor Yuschenko llegaron al poder en Tiflis y Kiev y comenzaron un acercamiento a Occidente que se sintió como una amenaza en Moscú.

También se percibió como una traición sus intenciones de integrarse en estructuras económicas como la UE o militares como la OTAN. Desde Moscú es inaceptable que repúblicas que han sido parte de la URSS pasen a ser miembros de la OTAN. Una cosa es que tuviera que tragar con Lituania, Letonia y Estonia, pero Ucrania y Georgia son otra cosa.

La guerra de 2008 fue especialmente catastrófica para Georgia y para Saakashvili. Realmente, sigue siendo una incógnita por qué decidió atacar cuando el potencial bélico de uno y otro bando estaban completamente desequilibrados hacia el lado de Moscú y la economía era completamente dependiente de la rusa. Quizás esperó que la OTAN le ayudase. Pero no le ayudó y fue derrotado. Y de paso, se confirmó la pérdida de Abjasia y Osetia del Sur, que fueron reconocidas por Moscú.

En el escenario actual, Ucrania clama también por la ayuda de la OTAN. Pero es algo que ni se prevé ni se espera. La salida más probable es que todo vuelva al punto de origen. Con el Donbass independiente formalmente pero con el paraguas de Moscú. A nadie le interesa una escalada bélica y la guerra podría «resolverse» en un plazo breve.

Más duraderos serán probablemente los efectos económicos. A diferencia de lo que sucedió con Georgia, la economía ucraniana está mucho más vinculada a Europa. En estos años, incluso, se ha agudizado la dependencia energética de Europa respecto a Rusia. Una dinámica de sanciones cruzadas como ya se anuncia afectará a suministros básicos. La UE ya ha anunciado que busca gas en proveedores alternativos. Habrá que hacerlo también con los fertilizantes.