Directora, guionista, productora y activista feminista, Albertina Carri (Buenos Aires, 1973) es uno de los nombres más interesantes del nuevo cine latinoamericano y premio honorífico de la edicion número 19 de Zinegoak, que la tarde de este lunes arranca con la gala de inauguración en el Teatro Arriaga (se podrá seguir en directo en streaming en ETB) y, a partir del martes, con las proyecciones después de un fin de semana de pre-festival con gran éxito de público.
Formada como guionista en la Fundación Universidad del Cine de Buenos Aires, Albertina Carri se dio a conocer en el circuito de los festivales internacionales a partir de su segundo largometraje, ‘Los rubios’ (2003), una película multipremiada y primera ‘entrega’ de un viaje personal a la búsqueda de aquello que le fue arrebatado: su padre y su madre, Roberto y Ana María, intelectuales y militantes montoneros, secuestrados por la dictadura militar de 1977 y desaparecidos cuando ella apenas tenía 4 años.
Albertina y sus dos hermanas se fueron a vivir con sus abuelos, y durante el primer año de la detención, intercambiaron correo con sus progenitores, hasta que perdieron el contacto definitivamente. Esa búsqueda y esa denuncia recorre su obra en títulos como el propio ‘Los rubios’ –de esta película se dice que marcó «un antes y un después en la forma de representar a las víctimas del terrorismo de Estado»–, ‘Cuatreros’ o las videoinstalaciones que realizó en 2015 para el Parque de la Memoria (2017) de Aires, en las que jugaba, precisamente, con los textos de las cartas que recibían de su madre, una mujer consciente de que no iba a salir viva de allí.
Memoria e identidad
«Empecé a recibir muchos premios con ‘Los rubios’ –ha explicado en Bilbo–, una película que trata sobre la ausencia y la memoria, sobre las herencias de fractura que dejó el genocidio de la última dictadura militar en Argentina a mi generación. Era una película dolorosa para mí, porque la trama es mi propia vida. Y me incomodaban los premios que recibía por ella, no sabía que hacer con ellos y empecé a regalárselos a mi abuela. Fue muy lindo lo que sucedió, porque siempre había tenido una relación muy tensa con ella».
Al morir su abuela, el receptor de sus premios ha sido su hijo. Ahora tiene 13 años y será también quien recibirá en última instancia el galardón que se le entregará a una de sus madres en el Teatro Arriaga. Porque memoria e identidad son las constantes en la vida y en la obra de esta mujer: Furio Carri Dillon Ros, como se llama su hijo, fue el primer inscrito en Argentina con triple filiación de sus madres, Albertina Carri y la periodista y activista Marta Dillon, y su padre, Alejandro Ros.
«En el momento que logramos que él tenga los tres apellidos de sus progenitores, se sintió muy orgulloso también porque el Estado reconocía su estado familiar, y sus afectos recibieron un reconocimiento de sus derechos», ha explicado su madre.
Pornografía lesbofeminista
Junto a este deseo para comprender sus ausencias, en su obra convive una fuerte presencia de la sexualidad como espacio de libertad y autonomía frente a las normas, patrones y conductas normativas. Cuestiones que aparecen en títulos como ‘Géminis’ (2005), ‘La rabia’ (2008) o ‘Las hijas del fuego’ (2018), una road movie por el sur del país donde llega a la máxima conexión entre sexualidad, cine, libertad, política y feminismo.
Tal como ella misma describe, es pornografia lesbofeminista que persigue la reconfiguración del género (en multitud de acepciones posibles) y sobre todo la posibilidad de reconstruir el modo de mostrar el goce femenino, alejado de la mirada masculina que solo ansía su erotización.
«Hago películas para que sucedan historias felices», ha explicado horas antes de recibir el premio. Por eso, a partir de ahora, ha dicho, «solo voy a hacer películas sobre la felicidad». Parece que está en una etapa vital «celebratoria», como la ha definido ella misma. «Todo tiene que ver con momentos históricos y sociales», ha añadido, y en este momento vital y social, sin abandonar la denuncia «también es muy importante reivindicar la fiesta, que es también lo que nos ha sostenido sobre la tierra ante tanto drama».
Ha citado a Pasolini, un autor de referencia para Carri y del que este año se cumple el centenario de su nacimiento: «En su biografía, él dice algo así como: ‘No puedo dejar de ser dramático, porque es de pequeño burgués’. Entonces, tal vez la manera de dejar de ser pequeño burgués sea dejar de lado el drama y pasar a otras instancias más revolucionarias: la fiesta».
¿Eso qué significa: que ya ha cerrado heridas? En su primera novela, publicada el año pasado y que se titula ‘Lo que aprendí de las bestias’ (Random House), sí que habla de los desaparecidos. «Esta novela un cruce sobre varias de mis obsesiones, porque trabaja sobre memoria pero también hay un trabajo sobre sexualidad y el sentido de la vida. Cada momento de la vida, no solo de la propia vida que se habita sino también la relacionada con el momento histórico, por determinadas necesidades colectivas, tiene que ver con el relato. Las historias personales no se cierran nunca, se viven de diferentes maneras a medida que van pasando los años».
En primera persona, por necesidad
Cineasta desde muy joven, reconoce que su obra está realizada en primera persona: «Termino poniendo mi primera persona en muchos de mis trabajos, porque no existen tantos materiales que hablen de una existencia como la mía».
Además del cine, también ha creado, junto a Marta Dillon, programas para televisión como: ‘La bella Tarea’, serie documental con distintos puntos de vista acerca del embarazo y parto de las mujeres; ‘Visibles’, formato documental sobre la realidad LGTBI+ argentina o la ficción ‘23 pares’.
Esta época ‘disfrutona’ que arrancó con ‘Las hijas del fuego’ seguirá este año con su nuevo proyecto, titulado ‘Caigan las rosas rojas’, otra road movie basada en el ‘universo’ del escritor francés del XIX Gérald de Nerval y que parte de Buenos Aires para llegar hasta Brasil, en el que se ha ‘embarcado’ con parte del equipo de su filme anterior. «Lo que entendí, con el paso de los años, es que el cine para mí es un modo de vida, no es solamente una forma de expresión. A mí me gusta vivir la vida de la manera que el cine me propone; en este sentido no me da igual el equipo con el que trabajo, ni me da igual el festival al que voy, porque es mi modo de vida», ha añadido.
Carri también ha sido fundadora del Festival Internacional de cine LGTBI+ de Buenos, Asterisco, del que ahora es programadora. Sus filmes, aunque se han visto en festivales de todo el mundo, como del de Donostia, sin embargo no han tenido la misma proyección en salas comerciales. «Creo que las plataformas de streaming vinieron también a licuar las voces de los autores. Estos espacios como Zinegoak, Asterisco e incluso el Festival de Donostia son espacios de resistencia, cada uno en su dimensión y su tamaño. No creo que las plataformas sean la solución a nuestros problemas; al contrario, yo tuve cierta esperanza, y todavía la retengo, para que ahora que realmente la pandemia termina las salas de cine vuelvan al cine independiente y al cine de autor o autora, para que eso otro que se llama cine pero que, en realidad, no es cine sino que es propaganda de poderes hegemónicos se vaya a las plataformas. Es una teoría que tengo apocalíptica y esperanzadora».
Gracias al premio honorífico de Zinegoak se podrá recuperar su obra con el ciclo especial dedicado a su cinematografía de Carri, con la proyección de varias de sus obras en BilbaoArte, del 1 al 4 de marzo, durante la duración del festival.