«Evitemos una guerra nuclear, en vez de debatir sobre la ‘guerra justa’»
A los 93 años, Noam Chomsky sigue siendo una voz a escuchar. Visiblemente horrorizado por el desarrollo de los acontecimientos, aporta contexto y buenas dosis de realismo, mientras plantea dudas acerca de temas como el envío de armas.
En una entrevista anterior, usted comparó la invasión rusa de Ucrania con la invasión nazi de Polonia. ¿La estrategia de Putin está entonces sacada del mismo manual que usó Hitler? ¿Quiere ocupar toda Ucrania? ¿Intenta reconstruir el imperio ruso? ¿Es este el motivo por el que se han estancado las negociaciones de paz?
Hay muy poca información creíble sobre las negociaciones. Algunas de las informaciones que se filtran parecen ligeramente optimistas. Hay buenas razones para suponer que si EEUU aceptara participar seriamente, con un programa constructivo, las posibilidades de poner fin al horror aumentarían.
Cuál sería ese programa constructivo, al menos en líneas generales, no es ningún secreto. El elemento principal es el compromiso de neutralidad de Ucrania: no pertenecer a una alianza militar hostil, no albergar armas dirigidas a Rusia (incluso las llamadas engañosamente “defensivas"), no realizar maniobras militares con fuerzas militares hostiles.
Difícilmente puede considerarse algo inédito en asuntos internacionales. Todos entienden que México no puede unirse a una alianza militar dirigida por China, emplazar armas chinas dirigidas a EEUU y realizar maniobras militares con el Ejército Popular de Liberación.
En resumen, un programa constructivo sería todo lo contrario a la Declaración Conjunta sobre la Asociación Estratégica entre EEUU y Ucrania firmada por la Casa Blanca el 1 de setiembre de 2021. Este documento, que tuvo poca repercusión, declaraba enérgicamente que la puerta de Ucrania para entrar en la OTAN estaba abierta de par en par. También había «finalizado un Marco Estratégico de Defensa que crea una base para la mejora de la cooperación estratégica en materia de defensa y seguridad», proporcionando a Kiev armas avanzadas antitanque y de otro tipo, junto con un «sólido programa de entrenamiento y ejercicios acorde con el estatus de Ucrania como Socio de Oportunidades Mejoradas de la OTAN».
«[La neutralidad] no es algo inédito. Todos entienden que México no puede unirse a una alianza militar encabezada por China»
La declaración fue otro ejercicio intencionado de meter el dedo en la llaga. Es otra contribución a un proceso que la OTAN (es decir, Washington) ha estado perfeccionando desde que Bill Clinton violó en 1998 la firme promesa de George H.W. Bush de no ampliar la OTAN hacia el Este, una decisión que suscitó fuertes advertencias de diplomáticos de alto nivel como George Kennan, Henry Kissinger, Jack Matlock, (el actual director de la CIA) William Burns, y muchos otros, y que llevó al secretario de Defensa William Perry a estar a punto de dimitir en señal de protesta, al que se unió una larga lista de otros con los ojos abiertos. Eso, por supuesto, además de las acciones agresivas que golpearon directamente las preocupaciones de Rusia (Serbia, Irak, Libia, y crímenes menores), llevadas a cabo de tal manera que se maximizara la humillación.
No requiere demasiado empeño sospechar que la declaración conjunta fue un factor que indujo a Putin y al estrecho círculo de "hombres duros" que lo rodean a decidir intensificar su movilización anual de fuerzas en la frontera ucraniana, en un esfuerzo por ganar algo de atención hacia sus preocupaciones en seguridad, en este caso con la agresión criminal directa –que, de hecho, podemos comparar con la invasión nazi de Polonia (en combinación con Stalin)–.
La neutralización de Ucrania es el elemento principal de un programa constructivo, pero hay más. Debería haber movimientos hacia algún tipo de acuerdo federal para Ucrania que implique un grado de autonomía para la región del Donbass, siguiendo las líneas generales de lo que queda de Minsk II. De nuevo, esto no sería nada nuevo en asuntos internacionales. No hay dos casos idénticos y ningún ejemplo real se acerca a la perfección, pero existen estructuras federales en Suiza y Bélgica, entre otros casos, e incluso en Estados Unidos hasta cierto punto. Unos esfuerzos diplomáticos serios podrían encontrar una solución a este problema, o al menos contener las llamas.
Y las llamas son reales. Se calcula que unas 15.000 personas han muerto en el conflicto de esta región desde 2014.
Eso deja de lado Crimea. En cuanto a Crimea, Occidente tiene dos opciones. Una es reconocer que la anexión rusa es simplemente un hecho por ahora, irreversible sin acciones que destruirían Ucrania y posiblemente mucho más. La otra es ignorar las muy probables consecuencias y hacer gestos heroicos sobre cómo Estados Unidos «nunca reconocerá la supuesta anexión de Crimea por parte de Rusia», como proclama la declaración conjunta, acompañada de muchos pronunciamientos elocuentes de otros que están dispuestos a condenar a Ucrania a una catástrofe total mientras hacen propaganda sobre su valentía. Nos guste o no, esas son las opciones.
«Para Rusia, ocupar Ucrania haría que su experiencia en Afganistán pareciera un picnic en el parque»
¿Quiere Putin «ocupar toda Ucrania y reconstruir el imperio ruso?» Sus objetivos anunciados (principalmente la neutralización) son bastante diferentes, incluida su declaración de que sería una locura intentar reconstruir la antigua Unión Soviética, pero puede que tuviera algo así en mente. Si es así, es difícil imaginar lo que él y su círculo siguen haciendo. Para Rusia, ocupar Ucrania haría que su experiencia en Afganistán pareciera un picnic en el parque. A estas alturas eso está muy claro.
Putin tiene la capacidad militar –y a juzgar por Chechenia y otras escapadas, la capacidad moral– para dejar a Ucrania en ruinas. Eso significaría que no hay ocupación, no hay imperio ruso y no hay más Putin.
Nuestros ojos se centran, con razón, en los crecientes horrores de la invasión de Ucrania por parte de Putin. Sin embargo, sería un error olvidar que la declaración conjunta es sólo uno de los placeres que la mente imperial está conjurando en silencio.
«Cabe preguntarse cómo sienta a China el hecho de que EEUU esté planeando mejorar el cerco [a China], duplicando su gasto en 2022»
Hace unas semanas hablamos de la Ley de Autorización de Defensa Nacional de Biden, tan poco conocida como la declaración conjunta. Este brillante documento –citando de nuevo a Michael Klare– aboga por «una cadena ininterrumpida de estados centinela armados por EEUU» –que se extienden desde Japón y Corea del Sur en el norte del Pacífico hasta Australia, Filipinas, Tailandia y Singapur en el sur y la India en el flanco oriental– destinada a rodear a China, incluyendo Taiwán, «de forma bastante ominosa».
Cabe preguntarse cómo sienta a China el hecho de que, según se informa, el comando Indo-Pacífico de EEUU esté planeando mejorar el cerco, duplicando su gasto en el año fiscal 2022, en parte para desarrollar «una red de misiles de ataque de precisión a lo largo de la llamada primera cadena de islas».
Para la defensa, por supuesto, por lo que el gobierno chino no tiene motivos de preocupación.
Hay pocas dudas de que la agresión de Putin no cumple con la teoría de la guerra justa, y que la OTAN también es moralmente responsable de la crisis. ¿Qué pasa con el hecho de que Ucrania arme a los civiles? ¿No está esto moralmente justificado por los mismos motivos que la resistencia contra los nazis?
La teoría de la guerra justa, lamentablemente, tiene tanta relevancia en el mundo real como la "intervención humanitaria", la "responsabilidad de proteger" o la "defensa de la democracia".
«La teoría de la guerra justa tiene tanta relevancia en el mundo real como la ‘intervención humanitaria’ o la ‘defensa de la democracia’»
A primera vista, parece una obviedad que un pueblo en armas tiene derecho a defenderse de un agresor brutal. Pero, como siempre en este triste mundo, surgen preguntas cuando se piensa en ello. Por ejemplo, la resistencia contra los nazis. Difícilmente podría haber habido una causa más noble.
Uno puede ciertamente entender y simpatizar con los motivos de Herschel Grynszpan cuando mató a un diplomático alemán en 1938; o los partisanos entrenados por los británicos que mataron al criminal nazi Reinhard Heydrich en mayo de 1942. Y uno puede admirar su coraje y su pasión por la justicia, sin reservas.
Sin embargo, ese no es el final de la historia. El primero proporcionó a los nazis el pretexto para las atrocidades de la Kristallnacht [Noche de los Cristales] e impulsó el programa nazi hacia sus horribles consecuencias. El segundo condujo a las impactantes masacres de Lidice.
«Los acontecimientos tienen consecuencias, los inocentes sufren. Estas cuestiones no pueden evitarse por personas con un mínimo sentido moral. Las preguntas no pueden dejar de surgir cuando consideramos armar a aquellos que se resisten valientemente a la agresión homicida»
Los acontecimientos tienen consecuencias, los inocentes sufren, quizás terriblemente. Estas cuestiones no pueden evitarse por personas con un mínimo sentido moral. Las preguntas no pueden dejar de surgir cuando consideramos si armar y cómo a aquellos que se resisten valientemente a la agresión homicida.
Eso es lo de menos. En el caso que nos ocupa, también tenemos que preguntarnos qué riesgos estamos dispuestos a asumir respecto a una guerra nuclear, que no sólo supondrá el fin de Ucrania, sino mucho más allá, hasta lo verdaderamente impensable.
No es alentador que más de un tercio de los estadounidenses esté a favor de «emprender una acción militar aunque se arriesgue a un conflicto nuclear con Rusia», quizá inspirados por comentaristas y líderes políticos que deberían pensárselo dos veces antes de hacer sus imitaciones de Winston Churchill.
«No es alentador que más de un tercio de los estadounidenses esté a favor de una acción militar»
Tal vez se puedan encontrar formas de proporcionar las armas necesarias a los defensores de Ucrania para repeler a los agresores, evitando al mismo tiempo las graves consecuencias. Pero no debemos engañarnos creyendo que se trata de un asunto sencillo que se resuelve con pronunciamientos audaces.
¿Prevé usted una evolución política dramática dentro de Rusia si la guerra dura mucho más tiempo?
No sé lo suficiente sobre Rusia ni siquiera para aventurar una conjetura. Una persona que sí sabe lo suficiente como para "especular" –y sólo eso, como nos recuerda– es Anatol Lieven, cuyas ideas han sido una guía muy útil en todo momento. Considera muy poco probable que se produzcan «acontecimientos políticos dramáticos» debido a la naturaleza de la dura cleptocracia que Putin ha construido cuidadosamente. Entre las conjeturas más optimistas, «el escenario más probable», escribe Lieven, «es una especie de semi-golpe, que en su mayor parte nunca se hará público, por el que Putin y sus colaboradores inmediatos dimitirán 'voluntariamente' a cambio de garantías de su inmunidad personal frente a la detención y de la riqueza de su familia. Quién sucedería como presidente en estas circunstancias es una cuestión totalmente abierta». Y no es necesariamente una cuestión agradable de considerar.
*Entrevista publicada originalmente en “Truthout” y traducida por “Sin Permiso”.