Maite Ubiria

La gestión de las dudas en la recta final hacia la primera vuelta de las presidenciales

A cinco días de la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas los candidatos gestionan las dudas que restan a una contienda en la que el actual inquilino del Elíseo, Emmanuel Macron, parte como claro favorito.

Una familia pasa ante los carteles con los retratos de los candidatos a la elección presidencial, el 1 de abril, en Mugerre.
Una familia pasa ante los carteles con los retratos de los candidatos a la elección presidencial, el 1 de abril, en Mugerre. (Bob EDME)

La presentación de la votación del 10-24 de abril como un mero trámite, dándose por hecho la reelección de un presidente saliente, Emmanuel Macron, aupado por un protagonismo exacerbado por la crisis ucraniana, ha restado si cabe más punch a la campaña francesa.

Sin embargo, a cinco días de la primera vuelta de las elecciones presidenciales han empezado a planear algunas dudas. Algunas razonables; otras, seguramente inducidas.

La imagen de un jefe de Estado y de la UE, en búsqueda abnegada de una alternativa a la agresión militar rusa, pegado al teléfono para hablar con su homólogo Vladimir Putin, ha perdido cierta preeminencia cumplida ya una cuarentena de días desde el inicio de la invasión.

Los cheques contra la inflación y las rebajas en el precio de los combustibles han sido las tiritas a las que ha recurrido el Elíseo para evitar que la memoria más conflictiva -arranque de mandato con la revuelta de los Chalecos Amarillos- aflore, en el momento más inoportuno.

Recuperación económica

El Estado francés es elogiado en informes internacionales como el que mejor ha protegido su modelo social y productivo. Pese al descalabro de la Covid19, el desempleo se acerca hoy a la barrera del 7% que Macron se fijó como objetivo en 2017. Completando el catálogo, el Estado francés figura entre los estados más atractivos para la inversión exterior.

¿Por qué, con esos datos en la cartera, Macron no ha querido bajar a la arena a defender su mandato? ¿Por qué no ha querido entrar en campaña, no de una forma despreocupada con el contexto europeo que nadie entendería pero sí con un formato más noble, tendente a garantizar el contraste de proyectos? ¿Por qué cuando se ha vestido de candidato lo ha hecho a condición de no debatir con el resto de adversarios electorales?

La batería de dudas no ha quedado convenientemente despejada, porque la muy tardía proclamación de candidato de Macron ya daba a entender, incluso antes de que estallara la guerra, que Macron no tenía mayor interés en participar del debate político.

Así las cosas, un ligero estancamiento en la dinámica de sondeos ha acarreado inseguridad.

Las consignas del campo presidencial se reorientan, sobre la marcha, a un solo fin: hacer entender al electorado dubitativo -4 de cada 10 votantes inscritosr- que «no se puede dar nada por sentado» .

Ello obliga a extender una capa de modestia que, a estas alturas, encaja un poco mal con el «comprenderán que no dedique mucho tiempo a la campaña» a que se ha consagrado Macron.

Tratando de borrar con jabón de Marsella un escenario político que se escora más y más a la derecha, el aspirante insumiso, Jean-Luc Mélenchon pregunta: ¿Y si no pasara Macron?

La pregunta de provocación se dirige a empujar esa difícil entrada en la agenda de campaña de las cuestiones que el presidente saliente quiere enterrar. Pensiones, política fiscal, servicios públicos, condiciones laborales, transparencia democrática.

La rebaja del impuesto sobre la fortuna y, ya en pleno periodo electoral, el devastador informe del Senado sobre las relaciones del gobierno con la consultoría privada norteamericana McKinsey refuerzan ese perfil de «presidente de los ricos» que no ayuda a asentar el respaldo trasversal sobre el que se hace definitivamente fuerte la dinámica de Emmanuel Macron.

En esa franja temática las incertidumbres pesan a favor de los otros.

Empezando por Mélenchon, la duda parece resolverse a su favor en cuanto al impacto de la campaña de que ha sido objeto, como otros candidatos cuya hemeroteca pudiera dar opción al castigo en base a ese posicionamiento binario que se ha inculcado con la invasión rusa.

Su posición «no alineada» ya no le desgasta y parece haber encontrado un hueco para pasar el mensaje de que los datos macroeconómicos no compensan los estragos causados por una política liberal sin complejos en la que Macron aspira a reincidir.

Rescatar votos de la abstención

Duda más razonable. ¿Puede estar Mélenchon en la segunda vuelta? La última encuesta en el espectro de la izquierda publicaba este 5 de abril por el diario “Libération” da alas al candidato.

El camino no andado por la izquierda, no ya desde la amarga exclusión de la segunda vuelta de hace cinco años, sino, más cerca, desde ese empujón que el campo progresista y ecologista logró en las regionales de 2021, juega en contra de un candidato con demasiado pasado.

Sin embargo, el sondeo ya citado retrata una penetración creciente de esa solicitud de voto eficaz que remacha Mélenchon, principalmente en el campo siempre inestable del ecologismo político, y con muchos más matices en el espectro del PS.

A la vista de lo parco que es el caladero de las formaciones de izquierda, a juzgar por los sondeos, su gran desafío es, sin embargo, otro: rescatar voto de la abstención.

La candidata avalada por los socialistas, Anne Hidalgo y, desde el otro lado del tablero, Valérie Pécresse, la aspirante de la derecha republicana, son dos de las aspirantes que están sufriendo lo suyo en esta campaña.

Procedentes ambas del ámbito institucional, depositarias de un éxito indiscutible en contiendas electorales a otra escala, dubitativas sobre si debían pelear solas o ligar sus aspiraciones a sendas marcas políticas, PS y Les Républicains, con crisis de ideas y de liderazgo, Pécresse e Hidalgo han conocido, a espera de un cierre más esperanzador, una campaña árida.

Última oportunidad para Marine Le Pen

La duda más acuciante, la gestiona, en todo caso, Marine Le Pen.

Todos los sondeos le dan segunda, pero el que los focos y las «casas de apuestas» hayan dado la espalda a Éric Zemmour no le da todas las garantías cara a la primera vuelta.

La aspirante de Rassemblement National gana posiciones, siempre mirando hacia arriba, al favorito Macron. Sin embargo, desde abajo, el panorama no está tan despejado.

En la que, de no ganar, será su última presidencial, Marine Le Pen necesita que una buena porción de ese electorado que le apoyaría el 24 de abril le adelante un voto de confianza que nunca ha sido tan importante.

El desafío mayor para la ultraderechista, como en general para los aspirantes mejor colocados, es cómo convencer a un electorado formateado para, en una primera vuelta votar a favor y en una segunda votar por descarte, que opte el domingo por un trámite simplificado.