La muerte de Zhirinovski no culmina la pendiente desnazificación de Rusia
Ha muerto Zhirinovski, ultra, pan-ruso y xenófobo –su padre era kazajo–. Ha sucumbido a la pandemia tras vacunarse ocho veces. Pero las ideas de este furibundo anti-soviético perviven en un Putin que ha amalgamado conservadurismo con nostalgia estalinista. Y que exige a Ucrania que se desnazifique.
Vladimir Zhirinovski, el líder histórico ultraderechista, pan-ruso y xenófobo del Partido Liberal Democrático de Rusia (LDPR), falleció hoy miércoles a los 75 años tras «una larga y penosa enfermedad», según informó el presidente de la Duma Rusa (Cámara baja del Parlamento), Viacheslav Volodin, del partido progubernamental Rusia Unida.
Oscuro jurista que se asomó a la política en los estertores de la Unión Soviética, Zhirinovski ha hecho hasta su muerte de la defensa de la «Gran Rusia» el caballo de batalla que le convirtió en una figura ineludible en el panorama político en los últimos 30 años.
Muchos recuerdan su aparición como invitado en los pasillos de los congresos de diputados de los últimos años de la época de Gorbachov, donde interpelaba a viva voz e insultaba a los dirigentes soviéticos, para deleite de alguna prensa.
En 1989 fundó el LDPR y presentó su candidatura a las elecciones presidenciales de Rusia de junio de 1991, en las que consiguió, con la promesa de bajar el precio del vodka, un sorprendente tercer puesto (7,8 %).
Dos meses después, Zhirinovski no dudo en respaldar el frustrado golpe de Estado de la cúpula comunista contra el presidente Mijaíl Gorbachov. Lo que ya presagiaba lo traumático de la malograda transición de Rusia a un modelo político liberal occidental.
En aquellos y en los posteriores años, emergerían iniciativas como el Partido Nacional Bolchevique, una amalgama de ultraderechismo y nostalgia por la era del líder soviético, Iosif Stalin que, liderado entre otros por el también desaparecido escritor Edward Limonov, se mantuvo en la oposición pero que se inscribía en un clima en el que la reivindicación de la Rusia imperial se mezcló con la rehabilitación del peor legado de la era soviética para cautivar a una sociedad rusa noqueada.
En 1993, ya después de la disolución de la Unión Soviética, el político ultra y xenófobo obtuvo el mayor triunfo político de su larga trayectoria: su partido fue el más votado en la elecciones a la Duma del Estado, el Legislativo ruso que sustituyó el Soviet Supremo. A ello contribuyó sin duda el marasmo de la presidencia del liberalmente alcohólico Boris Yeltsin, quien no dudó en vender a saldo las riquezas del país a los oligarcas a cambio de mantenerse en el poder. Con la ayuda de Occidente.
Desde entonces y hasta la fecha, el Partido Liberal Democrático, ya de Rusia, no ha dejado de tener representación parlamentaria, aunque menor en las últimas legislaturas, sin duda porque Rusia Unida, el partido del presidente, Vladimir Putin, en el poder desde 1999, ha logrado absorber parte del voto, tanto del LDPR de Zhirinovski, como del Partido Comunista Ruso (PCFR), heredero del histórico PCUS, con su síntesis de conservadurismo eurasiático y nostalgia tanto del zarismo como del «comunismo» autocrático de Stalin.
Zhirinovski tiene el récord absoluto de candidaturas presidenciales, seis, y su mejor resultado fue en 2008, cuando obtuvo el 9,35 % en los comicios que ganó entonces Dmitri Medvédev.
De retórica y conducta agresiva, protagonizó numerosos escándalos en la sala del legislativo: desde liarse a golpes con un pope al que agarró de su crucifijo hasta tirar del pelo a una diputada.
«Cuando yo lo diga, corred hacia ella y violadla», dijo en una ocasión a sus ayudantes durante una rueda de prensa señalando a una periodista, que resultó estar embarazada y que tuvo que ser defendida por sus colegas.
Tras el ataque, la periodista tuvo que ser ingresada, y líder nacionalista que se vio obligado a disculparse tras ser criticado duramente incluso desde su propio partido.
De lengua afilada y sentido del humor barrio-bajero, Zhirinovski utilizaba un estilo avasallador en los debates sin dejar hablar a sus adversarios.
Nació en Almaty, capital de la entonces república soviética centroasiática de Kazajistán, el 25 de abril de 1946.
Una de sus frases más famosas era : «Mi mamá es rusa y mi padre, jurista», que fue interpretada como un intento de ocultar su origen étnico –su padre era kazajo–, al comienzo de su carrera.
Zhirinovski se alineó siempre con las políticas del Kremlin y nunca ocultó su admiración por Putin,
El año pasado, el presidente ruso, Vladimir Putin, le impuso, con motivo de su 75 cumpleaños, la Orden al Mérito ante la Patria de primer grado, «por su gran aporte al fortalecimiento del Estado, al desarrollo del parlamentarismo y su activa labor legislativa».
«Es una pérdida irreparable. Que su recuerdo luminoso quede para siempre en nuestros corazones", afirmó el presidente de la Duma, Volodin, quien calificó a Zhirinovski como un «brillante y talentoso político».
Zhirinovski fue hospitalizado a principios de febrero con coronavirus y su estado fue calificado de grave, con una neumonía doble que comprometió entre el 50 y el 75 % de sus pulmones. El político ultra se habría vacunado ocho veces contra la covid-19, cómo no, con la vacuna rusa Sputnik.
«Espero que los correligionarios y simpatizantes de Zhirinovski no sigan su ejemplo. Esto puede ser muy peligroso» advirtió el virólogo y miembro de la Academia de Ciencias de Rusia Serguei Netiosov, al comentar la vacunación con múltiples dosis de refuerzo.