El pan negro de la guerra
La mayoría de los millones de ucranianos que huyen de la guerra van a países vecinos de Ucrania. Incluso a Bielorrusia. Y eso pese a que el Gobierno de Kiev acusa a Minsk de «complicidad en la agresión». Denuncia que las tropas rusas invadieron Ucrania desde su territorio.
En la actualidad hay más de 10.000 personas desplazadas desde Ucrania. Los refugiados llegan principalmente la región de Gomel, en Bielorrusia, desde el territorio de las regiones ucranianas de Chernihiv y Kiev. Todavía es una zona de hostilidades y esos escasos cien kilómetros desde Chernihiv hasta la frontera con Bielorrusia pueden convertirse para muchos en un «camino de la muerte».
Desde Chernihiv, semirrodeada por las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa, se abren periódicamente corredores humanitarios. Pero las autoridades locales no recomiendan que la población civil los utilice, porque aseguran que las tropas rusas disparando contra lo que huyen. De la misma manera, se habla en Rusia de que los nacionalistas ucranianos disparan a los civiles cuando intentan salir de las ciudades, ya que querrían usarlos como «escudos humanos».
Se pueden considerar bastante fidedignas las informaciones que hablan de que grupos armados están operando en estos territorios, cometiendo ejecuciones y robos de carácter puramente criminal. Con el estallido de las hostilidades, las autoridades de Kiev distribuyeron decenas de miles de fusiles automáticos, oficialmente para la defensa territorial, pero otros muchos han terminado en manos de personas completamente al azar. Algunas de estas armas han acabado en el «mercado negro»; otras, en manos de verdaderos delincuentes.
Campos minados
La zona boscosa y pantanosa de esta parte del norte de Ucrania se ha convertido en un verdadero «campo salvaje». Las tropas rusas no establecieron controles y las actividades de las autoridades locales y la Policía están paralizadas.
Una residente del Gomel bielorruso, Natalya, embarazada de siete meses, se quedó aislada por la guerra junto a un hijo de 6 años y a su esposo en el pueblo de Repki, a unas decenas de kilómetros de la frontera con Bielorrusia, pero resultó muy difícil recorrerlos. Cuenta que «por las noches escuchábamos el rugir de las batallas cerca de Chernigov y cuando sonaba la alarma nos escondíamos en el sótano. Todos los caminos hacia la frontera con Bielorrusia están llenos de bosques talados, los puentes están volados. También están operando grupos armados desconocidos».
Los sentimientos agresivos hacia los bielorrusos por la supuesta «complicidad de Minsk en la agresión» comenzaron a extenderse en Ucrania. Sin embargo, los residentes locales llevaron a Natalya y a su familia por caminos forestales hasta la frontera con Bielorrusia.
Los refugiados ucranianos son conducidos hasta la frontera tanto por grupos locales de voluntarios como por guías que trabajan por dinero.
Los refugiados ucranianos son conducidos hasta la frontera tanto por grupos locales de voluntarios como por guías que trabajan por dinero. Se dice que los conductores cobran entre 1.500 y 4.000 dólares. Los guardias fronterizos ucranianos no permiten que los hombres menores de 60 años, sujetos a movilización, salgan del país. No hay servicio fronterizo ucraniano en la sección de la frontera bielorrusa en la zona de combate. Y por eso los hombres en edad militar tienen alguna posibilidad de cruzar la frontera.
Algunos están tratando de salir por sus propios medios desde Kiev y Chernigov. A veces el intento termina de forma trágica. Además de los bombardeos y los ataques de desconocidos, muchas carreteras también están también minadas.
Oleg, un niño ucraniano de 12 años, fue llevado desde la frontera al Hospital Infantil Regional de Gomel con heridas provocadas por la explosión de una mina. Cuando el niño recobró el sentido, lo primero que preguntó fue: «¿Dónde están mamá y papá?». La familia de Oleg trató de llegar a la frontera de Bielorrusia por su cuenta, pero cayeron en un campo minado. Durante algún tiempo no se supo nada de sus padres, pero más tarde se supo que estaban vivos e ingresados en los hospitales de Gomel con heridas graves.
Guerra y dulces
Los cruces fronterizos de Bielorrusia funcionan como de costumbre, pero con especial atención a los miles de ucranianos que solicitan cruzar la frontera. La mayoría pide ayuda en Bielorrusia, en los puestos de la Cruz Roja. Desde allí se organiza su traslado a los sanatorios situados cerca de Gomel, construidos en la época soviética, donde reciben alimento y atención médica gratuita.
Otra parte de los refugiados pasa por Bielorrusia hacia Polonia. Varsovia no les exige visado. Un tercer grupo atraviesa Bielorrusia hacia Rusia, incluidos algunos que salieron de Ucrania a través de la frontera con Polonia. Entre el 14 y el 15 de marzo, 248 ucranianos llegaron a Bielorrusia, 121 de ellos en tránsito desde Polonia y 15 desde Lituania.
La trágica situación en la vecina Ucrania, donde muchos bielorrusos, especialmente de las regiones del sur, tienen familiares y amigos, deja a pocos indiferentes. Se han creado grupos de voluntarios en Gomel, Minsk y otras ciudades. Recogen ropa y calzado para los refugiados (muchos huyeron con lo puesto), así como medicinas y bienes básicos, hasta audífonos. Se organizan juegos y eventos de entretenimiento para adolescentes, varios cafés e instalaciones de juegos infantiles aceptan gratis niños de la guerra.
Su familia necesita lo básico: harina, azúcar, aceite vegetal, jabón... Nada de esto ha llegado a su pueblo desde hace mucho tiempo. Y sus hijos, piden dulces. Aunque sea uno.
Algunos necesitan ayuda sicológica. Un niño de 12 años de Chernihiv se estremece ante cualquier ruido después de los bombardeos. Sicólogos voluntarios trabajan con ellos, traumatizados por los combates.
A los refugiados que viajan en tránsito por Bielorrusia se les busca alojamiento temporal.
Las estructuras oficiales y los grupos de voluntarios también brindan asistencia a los residentes de las aldeas fronterizas de Ucrania. Se les permite cruzar los pasos fronterizos de Bielorrusia hasta las tiendas de campaña de la Cruz Roja, donde pueden calentarse, comer y recibir atención médica. Los voluntarios llevan comida, ropa y medicinas hasta la frontera. Para trasladar la ayuda, los voluntarios deben cruzar la frontera y depositarla en la zona neutral.
Galina, residente de la aldea fronteriza ucraniana de Dobryanka, acudió en busca de esa asistencia. La mujer comentó que «no tenemos poder, vivimos solos. Las opiniones en el pueblo están divididas: algunos apoyan a Ucrania; otros, a Rusia y muchos, a Bielorrusia. Nuestros jefes nos han abandonado, no hay ayuda. Estamos sin comida, sin medicinas. La gente recoge grano viejo en los hangares, hornea pan con él. Pero ese pan sale negro, como la tierra».
Alena llegó a la Cruz Roja con dos hijos, de año y medio y de cinco años. Dice que por las tardes se escucha el estruendo de los cañonazos des su casa. Su familia necesita lo básico: harina, azúcar, aceite vegetal, jabón... Nada de esto ha llegado a su pueblo desde hace mucho tiempo. Y sus hijos, piden dulces. Aunque sea uno.