Mikel Zubimendi
Aktualitateko erredaktorea / redactor de actualidad
Elkarrizketa
Albert Pla
Músico y más cosas

«Otra guerra, qué sorpresa; lo mal que estamos, sí, pero ay qué bien lo pasamos»

Nacido en Sabadell en 1966, este cantautor, actor, bufón, escritor y pensador, carismático e inclasificable, con una carrera creativa de casi cuarenta años a sus espaldas, ha labrado una obra sólida, auténtica y única.

Albert Pla se subirá este jueves al escenario del Teatro Arriaga.
Albert Pla se subirá este jueves al escenario del Teatro Arriaga. (TEATRO ARRIAGA)

Albert Pla es una persona agradable, con una cercanía innata y natural. Educado en el tú a tú, de risa fácil y encantadora, atiende a GARA con mucho gusto, manteniendo estoicamente esa personalidad artística tan peculiar y con tanta capacidad para remover y conmover.

No es fácil discernir entre la persona y el personaje. Teatraliza tan bien las entrevistas como las canciones. Por momentos, parece un personaje infantil, cándido e inofensivo, pero sus palabras son chupinazos de violencia, anarquía y caos social. Quizá ahí radique su secreto, en esa rara habilidad de provocar desde la ingenuidad, de lanzar hachazos con voz de crío, susurrando, con un discurso hecho canción en una estética sencilla que genera ternura y compasión en un público que, por regla general, suele recibirle con ansia, entusiasmo y cariño.

Presenta hoy en el Teatro Arriaga de Bilbo ‘¿Os acordáis?’, un show arriesgado y transgresor que remueve conciencias, quita máscaras y cuenta lo que nadie cuenta pero muchos piensan.

Mezcla canciones nuevas, cuyas letras escribió durante la pandemia, y otras emblemáticas de su carrera que intercalará, según vaya la cosa y según fluya la energía, con algún monólogo. «El mundo cambió mucho y cuando digo que el mundo cambió mucho, no lo digo por decir, lo digo en serio. De pronto el mundo se volvió loco, muy loco, perdido ¿os acordáis?»... cantará en el escenario, solo, o quizá mezclándose con el respetable, vestido con sus katiuskas y sus harapos medievales. Y seguramente no dejará indiferente a nadie con esa fuerza tan tierna que tiene para teatralizar canciones y conseguir un espectáculo de una poética inusual y electrizante.

Cuénteme, ¿qué podemos avanzar del show?

Nada, yo desatado. Me sueltan la cadena, me dejan subir al escenario y luego me vuelven a atar. La verdad es que no acabo demasiado cansado. Puedo soportarlo, me da buena onda y me lo paso muy bien.

¿Solo en el escenario con su conciencia y sudor?

Voy con mi guitarra, mi bata, con mi amplificador descacharrado y ¡allá vamos! Me dejo llevar, improviso. Las canciones están ahí, pero cambian según la energía que vas viendo y que se va creando con lo que haces. Al ir solo, tengo más libertad para desatarme de las cadenas, para salir y acelerar, cambiar luego, salirme de la idea inicial… Me muevo por sensaciones. Voy improvisando muchas cosas según vayan surgiendo. De repente me pongo a hablar y luego canto un rato.

Canta, hace monólogos, trasmite pensamiento... como artista es un ejemplar único.

Cada uno hace lo que puede, oye. Yo creo que no he hecho nunca nada bueno creativamente. Simplemente he hecho lo que el cuerpo me pedía. No me he parado a pensar nunca si aquello que hacía era bueno o malo. Era lo que sabía y podía hacer. Siempre he subido al escenario convencido de que lo que yo hacía podía aguantar una hora y media o dos, y todos pasárnoslo pipa, incluido yo. Cuando doy un concierto, eso sí, me lo paso teta.

Las letras fueron escritas en pandemia y son cantadas en medio de una guerra. Seguimos igual, con los mismos miedos, pasamos del papel higiénico al aceite de girasol.

Al menos el primero sirve para limpiar, y el otro para lubricar, ¿no? Propusieron un espacio donde la gente tuviera que tener miedo, no tenía que pensar, no tenía por qué pensar, y pasa lo que pasa.

Que pasamos en un telediario de una pandemia a la guerra. ¿Para qué sirve la música, la poesía, el arte en general, en medio de esta locura?  

Yo es que la focalización, ya te digo, de los medios informativos… me parece muy bien, pero para mí el asunto de la guerra no ha cambiado nada. Hay otra guerra, sí, ¡oh qué sorpresa! No es que no hubiera ninguna guerra y de repente hay una guerra, me parece a mí.

Pero nos prometieron que esta vez íbamos a aprender, que sacaríamos lo mejor de nosotros mismos, que habría más cuidados y más comunidad.

A mí personalmente nadie me prometió eso. ¿A ti quién te lo prometió? Quien dijo que saldríamos mejores del virus era un animal.

Eso se leía en la prensa, eso se decía al principio, cuando nos pusimos a aplaudir en los balcones y tal.

Bueno, yo por esto no leo la prensa. ¿Lo ves?

¿Hasta qué punto se busca su personaje más que su persona?

Siempre. Ya lo he dicho antes. Soy consciente de que pueden hacerme una entrevista y que de sopetón me pregunten: ‘¿Verdad que el rey Juan Carlos es un hijo de puta?’, buscando que yo diga que sí y así ya tener un titular de esos te puede matar y del que tendría que estar hablando en las próximas cien entrevistas. Es inevitable. No sé qué hacer para escapar del personaje. Voy al teatro, subo al escenario y canto canciones. Ahí es donde me expreso mejor. En las entrevistas todo es confusión.

Es que siempre va al límite, ¿quizá porque ha vivido así?

No chuleo de nada. Yo me he drogado y he follado tanto como he podido, pero supongo que como todo el mundo.

¿El mundo? No me diga que no da miedo el panorama...

Tampoco te puedes dejar llevar mucho por el presente, porque siempre ha sido así y siempre será así.

¿Entonces para qué preguntarle por el futuro? Uno siempre tiene la esperanza de encontrar signos alentadores, pero ni por esas, ¿verdad?

El futuro lo veo como ahora, con guerra en cualquier otro lado, y con enfermedad y muerte en cualquier otro lado. 

Su obra y la realidad, veo similitudes. Ambas son trágicas, brutales, delirantes, y a la vez muy delicadas.

A mí me parece que, no sé, yo voy cambiando poco a poco, mi persona va cambiando poco a poco y así, inevitablemente, físicamente, de carácter, y al mundo también le van sucediendo cosas. Cada vez me veo menos capacitado para cambiarme a mí y para cambiar el mundo. Me pasa como si fuera ajeno a mi, no sé, no sé, es muy extraño.

Pero sigue conjugando verbos que oxigenan. Transgredir, dar qué pensar, quitar máscaras, remover conciencias… Visto lo visto, y cómo está el nivel y el ambiente, es algo que se agradece.

No sé. Yo cuando hago canciones, o cuando las canto o hago cualquier otra cosa tampoco lo hago con esta intención, ¿no? También sé que ¡joder!… Yo a veces pienso cosas que los demás no están nada de acuerdo. Y bueno, está bien (se ríe). Quiero decir que hay muchos puntos de vista sobre cualquier cuestión y entonces yo creo que tal vez, igual, la gente cuando me escucha, escucha un punto de vista que no sé, no sé… je, je….

Un punto de vista, o como se dice de usted, un punto de locura. Pero en este mundo el que no está loco, está como una cabra, ¿no?

A ver, a ver, eso sí, conforme me voy haciendo más viejo ya ha llegado el momento de decir '¡perdonad! ¡perdonad! yo no estoy loco'. Los que estáis locos sois vosotros. Eso que quede claro: ya estoy harto de asumir el papel de loco y que los otros sean los normales. Esa panda de deficientes mentales o como les quieras llamar, de perturbados. Ellos no son normales y yo no estoy loco.

Normales, normalidad... nueva o vieja, pero la palabra está de moda últimamente.

Sí, hombre. A ver… deberían poner la mili obligatoria, yo creo.

En realidad, nunca hemos dejado la normalidad, ¿verdad?

O mal que estamos, pero ay qué bien que lo pasamos; es un poco eso, ¿no?.