En el ejercicio de su derecho a decir la última palabra en el juicio que se sigue contra él, el fotógrafo donostiarra Kote Cabezudo ha asegurado que «jamás he realizado acción alguna que no haya sido consentida».
El procesado, juzgado por varios delitos de índole sexual cometidos contra sus modelos, ha mantenido «contundentemente» la existencia de un «complot» llevado en su contra «por personas con un sentido de odio» hacia él que «no son precisamente las víctimas».
El inculpado ha afirmado además que algunas testigos «han estado aleccionadas» en la vista y «han llegado a mentir» y a decir «cosas que no han ocurrido».
Tras insistir en que todo lo que ocurrió fue consentido, ha añadido que algunas de las cosas que hizo ahora «no las haría».
«Que ahora nos arrepintamos es otro tema»
En esta última jornada del juicio ha presentado su informe el abogado de la defensa, Javier Sánchez, quien ha dicho que, «como en todas las relaciones personales», en las sesiones fotográficas de su cliente con las modelos que le acusan de distintos delitos, algunos de ellos de índole sexual, «habrá habido de todo», si bien ha puntualizado que «todo» fue «consentido».
«Que ahora nos arrepintamos es otro tema», ha dicho en referencia a las víctimas este letrado, quien ha insistido en que «lo que pasó en ese momento fue con el consentimiento de todas las personas que por allí pasaron y con la tranquilidad y la seguridad de que no iba a pasar nada que nadie quisiera».
Sánchez ha hecho esta reflexión durante su informe final ante el tribunal del caso, en el que su cliente se enfrenta a una petición de más de 250 años de cárcel por parte de la Fiscalía. Una solicitud de prisión que la acusación particular, que representa a 14 de las 17 víctimas, eleva hasta los 2.627 años de prisión.
En su intervención, el letrado defensor ha recordado que algunas de las modelos acudían a las sesiones acompañadas por familiares, como sus madres o una hermana menor. Alguien que hace eso «no creo que pueda decir que en esas sesiones estuviera pasando algo horroroso, que Cabezudo era un monstruo, un obseso del sexo» o «prácticamente un sátiro que saltaba desnudo en el set de fotos», ha opinado Sánchez.
Fueron allí «con la tranquilidad y la seguridad de que no iba a pasar nada que nadie quisiera porque se llevaban a sus familiares más cercanos», ha insistido el abogado, quien ha incidido en que las modelos acudían «voluntariamente, firmaban contratos, participaban y colaboraban activa y proactivamente» en ellos y «conocían perfectamente el material que se estaba haciendo» además de participar luego en «fiestas».
Un contexto en el que, a su entender, hablar de «agresiones sexuales, estafas y delitos contra la intimidad, cuando se participa de esa forma voluntaria y voluntariosa» resulta «totalmente descartable».
«Algo no encaja», ha recalcado el letrado, para quien la conducta del inculpado «no merece reproche penal», por lo que ha reclamado su absolución «con todos los pronunciamientos favorables».
En paralelo, ha defendido la carrera y la creación «artística» de su cliente, para afirmar seguidamente que «hay más belleza en este procedimiento que el horror» que, a su juicio, se ha pretendido «buscar» por parte de las acusaciones.
Ha pretendido de esta manera «desmontar toda la argumentación» del presunto «engaño» al que habría sometido Cabezudo a estas modelos, que venían a Donostia «incluso desde otras partes de España, cobraban un dinero y además se les alojaba, se les pagaba el desplazamiento, los gastos de estancia» y se hacían sesiones tras las que «se las acompañaba al autobús», ha referido.
«Se está jugando sobre una base de que había algo como perverso y tenebroso cuando creo que era todo lo contrario, que era una situación deseada por las víctimas y que ellas mismas buscaban el contacto con Cabezudo», ha comentado, al tiempo que ha recalcado que se trataba de personas que acudían «libre y voluntariamente» al fotógrafo.
«Sabían perfectamente qué tipos de fotos se les estaban haciendo», ha indicado Sánchez, antes de añadir que en los contratos «se autorizaba la difusión de las imágenes en las webs» de Kote Cabezudo.
El abogado ha admitido que las imágenes de su patrocinado tenían carácter «erótico» de sentido artístico y que algunas de ellas eran «pornográficas», si bien ha mantenido que resulta una «falacia» considerar que cada vez que en una imagen aparece una menor desnuda deba considerase «pornografía infantil», una situación en la que, a su entender, es preciso «afinar mucho, sin dar brochazos groseros».
Ha explicado, en este sentido, que los menores que posaron para Cabezudo «no eran niños de pañales» ni «niñas que van al colegio con trenzas y piruletas», sino que eran «cuando menos adolescentes desarrolladas» que lo hicieron con el «consentimiento» de sus progenitores.
«Víctimas de las circunstancias»
Por todo ello, ha sostenido que en el juicio no ha quedado «acreditado» que las modelos afectadas sean víctimas de Kote Cabezudo, sino que, a su entender, son «víctimas de las circunstancias, de internet, de su propia ligereza y de un momento sociológico en el que no se tenía reparo para publicar» este tipo de imágenes.
«Son chicas que estaban buscando el reconocimiento, la fama, la gloria, el dinero y que apostaron muy fuerte por algo que a lo mejor no les salió como querían y eso efectivamente les ha afectado y ya lo siento», ha resumido el abogado, quien ha recordado que algunas víctimas padecen trastornos de anorexia y problemas de violencia de género, entre otros, si bien decir que «todo eso» es consecuencia de las fotos de Cabezudo «no hay lógica normal que lo pueda aceptar», ha opinado.
Seguirá en prisión
Tras esta intervención, el juicio ha quedado visto para sentencia, si bien el tribunal ha dado paso a una vistilla sobre la situación de prisión provisional en la que se encuentra el procesado, próxima a concluir el próximo 4 de mayo. Los jueces han rechazado concederle la libertad, por lo que, de momento, Cabezudo seguirá en la cárcel a la espera de que el tribunal se pronuncie sobre este extremo antes de la fecha señalada, en la que cumplirá los cuatro años decretados. También tiene una condena firme de dos años y tres meses.