Alessandro Ruta

El accidente del Pirellone: 20 años de «un 11S a la italiana»

Hace este lunes 20 años un avión colisionó contra el Rascacielos Pirelli en Milán; parecía una pesadilla similar a la de Nueva York medio año antes, pero fue simplemente un accidente con sus aspectos oscuros.

Así quedó el rascacielos, que afortunadamente no colapsó, tras el impacto.
Así quedó el rascacielos, que afortunadamente no colapsó, tras el impacto. (Getty)

Parecía un atentado, aunque se trataba solamente de un accidente. Aquel «11S a la italiana» deparó tres muertos, pero no tenía nada que ver con terrorismo internacional. No obstante, en aquel contexto, un 18 de abril de 2002, hace este lunes justo 20 años, Italia pensó estar viviendo la misma pesadilla de Nueva York siete meses antes.

Ningún monumento, casa o palacio en Milán puede llegar más arriba que la Madonnina, la Virgen de oro que se encuentra por encima del Duomo. Es una ley no escrita que respeta el «himno oficial» de la ciudad, dedicado a Santa Maria Nascente, el verdadero nombre de la gran Catedral: «O mia bèla Madunìna”»

Sin embargo, durante décadas siempre ha habido alguien intentando rozar el símbolo de la metrópoli lombarda, levantando monstruos capaces de ocultar el horizonte. Uno de ellos es el Rascacielos Pirelli, que toma su nombre de una de las mayores familias industriales milanesas, famosa por los neumáticos. Con su altura de 127 metros y 31 plantas, parece desde lejos una de aquellas botellas portátiles para tomar whisky, pero sin el tapón. Siendo tan grande, su apodo no podía ser más natural: “Pirellone”.

Hoy día es también, sin duda, uno de los símbolos de la ciudad, imprescindible en el sky-line de Milán. Ahí está la sede del Gobierno regional de Lombardía; enfrente, la Estación Central con su arquitectura al puro estilo fascista, y la Plaza Duca de Aosta, un hormiguero de coches, tranvías y todo tipo de motores.

Pero aquel jueves, 18 de abril de 2002, el peligro iba a venir desde el cielo.

Anomalías

Era día soleado, caluroso en Milán, epicentro de tráfico automovilístico y aéreo. Desde Locarno (Suiza), aquella tarde partió un pequeño avión privado conducido por Luigi Fasulo, de 68 años. Su idea era ir a la ciudad lombarda aterrizando en el aeropuerto de Linate, al este de la metrópoli. Muy experimentado, Fasulo tenía en su carnet 5.000 horas de vuelo y era el único pasajero en esa excursión.

El viaje supuestamente era muy breve, media hora como mucho. A las 17.15 el señor Luigi dejó Locarno, rumbo a Milán. En la torre de control de Linate estaban esperando a aquel pequeño avión, que justo a pocos kilometros de la meta empezó a padecer problemas técnicos: el tren de aterrizaje no se abría.

Fasulo entró en pánico, activó el piloto automático para hablar con la torre de control y leer las instrucciones. Fue cosa de minutos, al final incluso segundos. Desde Linate se le planteó esperar, tomar un tiempo volando como una especie de anillo en el aire, por encima de Milán. Pero aquí empezaron las anomalías, porque Fasulo dio una vuelta casi completa dirigiéndose hacia el centro de la ciudad y hacia el Pirellone, y acabó chocando con el rascacielos a la altura de la planta 26.

Según muchos testigos, el avión intentó en el último instante trazar una curva a la derecha para esquivarlo, sin conseguirlo. Probablemente el piloto, con el sol dándole de cara, no se había percatado de dónde estaba.

Pudo ser mucho peor

Afortunadamente, a las 17.45 no había mucha gente trabajando en el Pirellone. El impacto fue devastador y murieron dos empleadas, además del mismo Fasulo.

Si este accidente hubiera pasado en cualquier otro momento nadie hubiera pensado en un atentado terrorista. Sin embargo el 11S había ocurrido solo siete meses antes y todo parecía una copia de aquel hecho nefasto.

Italia se paralizó durante horas, temiéndose lo peor, pero no hubo nada más. Los antecedentes poco claros de Fasulo, sus problemas (pequeños) con la Justicia y algunas frases de su hijo llevaron a los investigadores a la pista del suicidio («un gesto en contra la región»), que pronto sería desmentida.

Con todo, el humo saliendo del rascacielos, que afortunadamente no colapsó como las Torres Gemelas, ha quedado para siempre en la memoria de los italianos, y sobre todo los milaneses. Hoy hace 20 años.