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Elkarrizketa
Laurent Cantet
Cineasta

«Las redes sociales reducen nuestro pensamiento a la mínima expresión»

Nacido en 1961, su opera prima, ‘Recursos humanos’ (1999), obtuvo el Premio Nuevos Directores en Zinemaldia. ‘Arthur Rambo’, que ahora llega a los cines, también concursó en Donostia. Entre medias, un puñado de películas como ‘La clase’ (Palma de Oro) definen el compromiso de este cineasta.

Laurence Cantet presentó ‘Arthur Rambo’, un filme que provoca la reflexión, en Zinemaldia.
Laurence Cantet presentó ‘Arthur Rambo’, un filme que provoca la reflexión, en Zinemaldia. (Ulises PROUST | SSIFF)

​En su última película, Laurent Cantet narra la bajada a los infiernos de un joven escritor de origen árabe que, tras el éxito de su primera novela, ve como se hacen públicos unos tweets que firmó en el pasado, bajo el pseudónimo de ‘Arthur Rambo’, cargados de mensajes de odio.

‘Arthur Rambo’ es un filme muy pertinente en un momento donde hay un gran debate en torno a la ‘cultura de la cancelación’. ¿Fue esta coyuntura la que le inspiró la película?

Cuando empezamos a trabajar en este proyecto ese era un concepto que ni siquiera existía. Yo quería sobre todo reflexionar sobre esas pautas de comunicación que se dan entre los jóvenes en las redes sociales donde, muchas veces, se ven forzados a interpretar un papel que ni siquiera les representa. Pero ese deseo de ser populares y de coleccionar ‘me gustas’ les lleva a estar continuamente lanzando mensajes provocadores sin plantearse muchas veces lo hirientes que pueden llegar a ser.
 
¿Cree que resulta más fácil cancelar a unas personas que a otras? En su película, se incide en la idea de que determinados mensajes son rechazados en función de quién los emite y no tanto por su contenido.

Los tweets antisemitas y machistas que difunde Karim no están tan alejados de los mensajes que ciertos líderes políticos franceses emiten a diario. Pero a ellos, lejos de cancelarles, los medios les siguen ofreciendo el micro para que se expresen libremente y digan ese tipo de barbaridades. Karim se parece a los protagonistas de otras películas mías: se trata un tránsfuga de clase que, poco a poco, va ascendiendo en el escalafón social. Él cree que es su talento lo que le va abriendo puertas sin pensar que el establishment le usa para vender la idea de que la meritocracia funciona. Y, justamente por ser un tránsfuga social, se le vigila más de cerca; a él le van a exigir saberse las reglas del juego de una manera mucho más clara que a aquellos que ya están arriba. Si falla, el sistema se muestra implacable.
 
Entonces, ¿la única opción para salir de la marginalidad es aceptar que te domestiquen?

En el caso de Karim es así. Él es un producto de la cultura del extrarradio y en algún momento de su adolescencia sintió esa rabia del marginado que podemos ver en el personaje de su hermano pequeño. Habrá quien piense que fue ese sentimiento el que le llevó a escribir aquellos tweets pero yo creo que es al contrario: esos mensajes de odio lo que reflejan es el inicio de un proceso donde Karim busca su encaje en la sociedad. Cuando los escribe, él es perfectamente consciente que se trata de palabras muy provocadoras que, como tal, le van a dar notoriedad y eso es justamente lo que esta sociedad nos exige para ser aceptados: que destaquemos.

¿No cree que el tipo de interactuaciones que se dan en las redes son un reflejo de las que acontecen en la sociedad?

Sí, pero también creo que las redes sociales van un paso más allá. Lo que más miedo me da de ellas es el modo en que formatean nuestro pensamiento reduciéndolo a la mínima expresión. Hay una tendencia a la simpleza discursiva que las redes se encargan de propagar.
 
¿Echa de menos un mayor pensamiento crítico?

Sí, en general, sí y no solo en los jóvenes. De hecho, en Francia, entre los jóvenes hay un pensamiento mucho más progresista que en la mayoría de los adultos. Por otra parte, creo que se está dando un resurgir del compromiso político, quizá porque, en el fondo, necesitamos demostrarnos a nosotros mismos que no estamos tan solos como parece, que hay mucha gente que siente y piensa como nosotros. Probablemente ese deseo de encontrar afinidades explica también el éxito de las redes.
 
¿No cree que esa demonización de los jóvenes, a la que hemos asistido durante estos últimos años, lo que denota es un conservadurismo creciente?

Puede ser. En todo caso no creo que tenga sentido juzgar con demasiada dureza a las nuevas generaciones. Cuando yo era joven había un clima de optimismo generalizado y la sensación que tenías es que ante ti se abría un futuro prometedor. Hoy, por el contrario, vivimos tiempos tristes, nuestros jóvenes han perdido dos años de su vida con la pandemia y, cuando se les pone a mirar hacia el futuro, se les hace elegir entre el ultraliberalismo y la extrema derecha.
 
¿Hasta qué punto ese escenario electoral al que se está abocado el Estado francés está vinculado a esa simpleza discursiva que usted comentaba antes?

Es una consecuencia de ello. Hoy en día cualquier idea ha de quedar forzosamente concentrada en un eslogan, cuanto más simple, mejor ¿y que otra cosa es un tweet sino un eslogan? El auge de Marine Le Pen tiene que ver mucho con su capacidad para reducir su discurso a cuatro ideas fuerza sintetizadas en la frase ‘Los franceses primero’. Las redes sociales lo único que hacen es amplificar el alcance de un enunciado tan superficial.
 
Y esa rabia de la que hablábamos antes, ¿no cree que pueda llegar a ser un arma de doble filo? Uno de cada cuatro votantes de Mélenchon decía estar dispuesto a dar su apoyo a Le Pen en una segunda vuelta…

Eso está por ver... Es verdad que el Gobierno de Macron ha provocado mucho descontento entre las clases trabajadoras, entre los estudiantes, entre los chalecos amarillos… Ahora mismo está empezando a pagar toda la rabia que han generado sus políticas durante el tiempo que ha estado en el gobierno. Pero si la rabia se canalizase bien podría generar un cambio real. Por ejemplo, entre los aspectos más positivos de Mélenchon está el haber sabido movilizar a todos esos jóvenes del extrarradio para los que las elecciones resultaban algo ajeno y que, por primera vez, han ido a votar. Me cuesta creer que ese voto, por ejemplo, vaya a ir a Le Pen.
 
El protagonista de ‘Arthur Rambo’, Rabah Nait Oufell, era uno de los adolescentes que protagonizaron ‘La clase’ (2008). Atendiendo a este hecho, ¿cree que esta nueva película puede asumirse como una suerte de secuela de aquella?

Sí, de hecho Karim podía ser uno de esos críos de ‘La clase’ quince años después. Ambas películas hablan de como la sociedad empuja a esos jóvenes de los suburbios a expresarse de una manera violenta, cuando lo que quieren es hacerse oír, ser tenidos en cuenta. En la medida en que se sienten rechazados su manera de responder es también desde el rechazo. Por otro lado, la mayoría de estos jóvenes están imbuidos de un cierto fatalismo, saben que hagan lo que hagan, las cosas no van a cambiar así que buscar el modo de integrarse tampoco es una opción. Además el concepto ‘integración’ se articula desde el paternalismo más absoluto. Lo que la sociedad parece querer decir a esos jóvenes es ‘portaos bien y recibiréis vuestro premio’. En ‘Arthur Rambo’, Karim descubre que ni siquiera eso es verdad.