Alessandro Ruta

Un ‘Watergate’ a la española a los 50 años del original

El ‘caso Pegasus’ recuerda en muchas cosas al escándalo que a partir de 1972 revolucionó la política estadounidense llevando a la caída del presidente Richard Nixon y abriendo de hecho la era del periodismo capaz de cambiar el curso de la historia.

Nixon, abandonando la Casa Blanca tras el escándalo.
Nixon, abandonando la Casa Blanca tras el escándalo. (Wikimedia Commons)

«¡Woodstein!». Qué bien lo gritaba, qué bien lo pronunciaba Ben Bradlee, el director del ‘Washington Post’, en la película ‘Todos los hombres del presidente’. Se refería a Bob Woodward y Carl Bernstein, los dos periodistas que estaban dedicando todas sus vidas, todas sus energías, al ‘caso Watergate’, el escándalo político más grande en la historia de Estados Unidos. Estaban tan en simbiosis, tan juntos en las investigaciones y las búsquedas, el serio Woodward y el incansable Bernstein, que se habían convertido en una única entidad: Woodstein, dos en uno.

El Watergate era un hotel de Washington donde el Partido Demócrata tenía su cuartel general. Allí, durante la noche del 17 de junio de 1972 fueron pilladas cinco personas instalando instrumentos de espionaje.

Segùn la película ‘Forrest Gump’, fue el mismo Forrest quien avisó a la Policía de aquellos extraños movimientos en el hotel justo frente al suyo: esto desde luego es una invención, pero explica mucho sobre el peso del Watergate en el imaginario colectivo americano y mundial.

De hecho, a partir de ahí un montón de historias de corrupción en el poder se bautizarían con el termino «gate», como si fuera un sinónimo de escándalo. Seguramente ha cambiado el mundo, además de la presidencia de Estados Unidos, que entonces pasaría en dos años desde Richard Nixon a Gerald Ford, su segundo.

Y luego ‘Garganta Profunda’, la fuente que ayudó a Woodward a atar los hilos, abriendo un panorama de chanchullos entre servicios secretos, políticos, dinero subterráneo y abogados sin escrúpulos. Garganta profunda, como Linda Lovelace, la actriz protagonista de aquella memorable película porno.

Kennedy y McGovern

El Partido Republicano durante años había jugado a cartas sabiendo lo que tenía en mano el rival. «Querían a McGovern como candidato en 1972 y así fue», le diría Garganta Profunda a Woodward, en el garaje donde se encuentran, para explicarle las manipulaciones del Grand Old Party hacia los demócratas.

En el libro ‘Todos los hombres del presidente’, publicado en 1974, más completo todavía que el film, se habla también de cómo fue utilizado en este sentido el ‘Accidente de Chappaquiddick’ en 1969, cuando el gran favorito preelectoral, Ted Kennedy, acabó de facto su carrera política dejando su plaza al gris McGovern. Todo tenía un director desde atrás, o mejor dicho un artista de marionetas. Kennedy probablemente ganaría contra Nixon, y entonces era mejor quitarlo del medio con una operación obscura e inmoral a ojos de los electores, la muerte de una chica, probablemente su amante.  

Han pasado 50 años y la moda de espiar rivales políticos parece que no haya cambiado. Y para celebrar este medio siglo del escándalo Watergate nada mejor que una replica en salsa española, con el llamado ‘caso Pegasus’, que de momento nadie sabe hasta dónde llegará.

En las escuelas de periodismo explican muy claramente que no se termina nunca un articulo con una pregunta. Pero hagamos una excepción. Si en este 50 aniversario ha llegado Pegasus, con su nombre de caballo blanco sin caballeros, ¿qué podrá pasar allá por 2072?