Rusia amenazó con una respuesta técnico-militar y «medidas de otra clase» tras la decisión de su vecina Finlandia de ingresar de manera inminente en la OTAN, para contrarrestar las amenazas a su seguridad nacional. A juicio de Moscú, este giro en la política finlandesa pone en peligro la estabilidad y seguridad en el norte de Europa.
Aunque esperado, el anuncio de Helsinki supone un revés para Rusia, que advirtió de que «el objetivo de la OTAN (...) es claro: proseguir su ampliación hacia las fronteras de Rusia, crear un nuevo flanco de amenaza militar para nuestro país». El Kremlin insistió en que «la OTAN avanza hacia nuestro lado», por lo que estimó necesarias «medidas para equilibrar la situación y garantizar nuestra seguridad».
Una respuesta que definirá cuando la ampliación se concrete y en función «de cuánto se acerque la infraestructura militar hacia nuestras fronteras».
Antes de iniciar su intervención militar en Ucrania, Rusia había exigido a la OTAN garantías de que no aceptaría en su seno a ninguna antigua república soviética –aunque entonces se refería a Georgia y Ucrania– y de que retiraría su infraestructura militar de los países que ingresaron después de 1997.
«En Helsinki deben tener en cuenta la responsabilidad y las consecuencias de dicho paso», advirtió el Ministerio ruso de Exteriores, que alertó de «un grave daño a las relaciones bilaterales y al mantenimiento de la estabilidad y seguridad en la región del norte de Europa». Recordó que el no alineamiento militar del país escandinavo sirvió durante años de base para una cooperación entre ambos países, «en la que el papel del factor militar se redujo a cero».
Coincidiendo con este anuncio, la Flota rusa del mar Báltico inició ayer ejercicios navales para estudiar las capacidades y organización de los países de la OTAN y familiarizarse con las particularidades de la situación geopolítica en la zona.
El ingreso finlandés, que se formalizará muy probablemente en la cumbre de la Alianza de junio en Madrid, duplicaría la frontera rusa con la organización militar, que ahora se extiende por Polonia, Noruega, Estonia, Letonia y Lituania, además de 49 kilómetros de frontera marítima con EEUU.
En su momento, el presidente ruso, Vladimir Putin, ordenó desplegar armamento estratégico en el enclave báltico de Kaliningrado –entre Polonia y Lituania–, aunque se desconoce su potencial, y advirtió sobre la escalada armamentística que provocaría la ampliación de la OTAN en la región.
Rusia también acusó a Finlandia de que, en caso de ingresar en la Alianza, violaría el Acuerdo de Paz de París de 1947, que impide el ingreso en alianzas o coaliciones contra el otro país, así como el Acuerdo ruso-finlandés de 1992, que estipula que ambos países se abstendrán de amenazar o usar la fuerza contra la integridad territorial o independencia política de la otra parte, y tampoco permitirán el empleo de su territorio para una agresión militar contra el otro país.
Sanciones, gas y frentes
Además de acusar a Occidente de poner en peligro la seguridad por este ingreso, Putin culpó a las élites occidentales de haber creado una crisis mundial y, «guiadas por ambiciones políticas miopes e infladas, por la rusofobia, perjudican en mayor medida sus propios intereses nacionales, sus propias economías, el bienestar de sus ciudadanos», y mencionó en particular el aumento de la inflación en la eurozona y el aumento del precio de las materias primas.
El presidente ruso sostuvo que su país resiste a estas sanciones y trazó un paralelismo con la Segunda Guerra Mundial.
Consecuencia de una de las réplicas de Rusia a las sanciones, concretamente a la propietaria polaca del gasoducto Yamal que atraviesa Polonia, el gigante gasístico ruso Gazprom cortó ayer el suministro de gas a Europa a través del mismo. La capacidad del gasoducto de 32.900 millones de metros cúbicos de gas al año. Gazprom ya cortó a finales de abril por completo el gas Polonia y Bulgaria por negarse a pagar el suministro en rublos. Además, el flujo de gas hacia Europa sigue con problemas por la negativa de Ucrania a permitir el tránsito por la estación Sojranivka, lo que lo redujo en un 28,3%.
En los frentes de la guerra, la contraofensiva ucraniana al norte de Jarkov recuperó terreno y alivió la presión de la artillería sobre la segunda ciudad del país, aunque esta siguió martilleando las posiciones de las tropas ucranianas, en especial los arsenales de armas y munición en la región.
Una situación que se agravó tras el ataque perpetrado la víspera por Ucrania contra un pueblo fronterizo de la región rusa de Belgorod, a consecuencia del cual murió un civil.
Las tropas rusas respondieron atacando varias localidades de la región de Chernigov –en el que murieron al menos tres personas– y la aviación rusa golpeó las posiciones ucranianas en la región de Sumy. Pero la principal presión del Ejército ruso sigue en el este, para conquistar las regiones de Donetsk y Lugansk, y en el sur, para mantener el control de Jerson.