Josep SOLANO

Shinzo Abe, el galgo aventajado de la casta japonesa más arraigada

(Toshiharu OTANI JIJI PRESS AFP)

Nieto del ex primer ministro Nobusuke Kishi, conocido como el «Monstruo de la era Shōwa» por su papel en la Manchuria invadida por Japón en los años 30, e hijo del ex jefe de la diplomacia Shintaro Abe, Shinzo fue el primer ministro más joven de Japón, el que más tiempo ha estado en el cargo y el ideólogo de la receta económica neoliberal conocida como «Abenomics» que ha marcado el siglo XXI.

J apón pasó su primera noche de luto llorando por la muerte de su ex primer ministro Shinzo Abe y pensando cómo ha podido suceder, en pleno 2022, un magnicidio al que ya han llegado a comparar con el de J.F. Kennedy. Guiado por el lema «la política exige producir resultados», Abe fue uno de aquellos políticos conocidos como de «sangre azul», de la casta más arraigada en la política japonesa desde antes de la Segunda Guerra Mundial. Un hombre le disparó cuando ofrecía un mitin en plena calle y sin apenas medidas de seguridad junto a la estación de la localidad de Nara.

A pesar que Kan Abe, su abuelo paterno, originario de Yamaguchi, fue uno de los pocos políticos antimilitaristas que se opuso a la guerra, Shinzo no heredó el espíritu pacifista de la familia de productores de salsa de soja y sake de esta región occidental de Japón. El pequeño se crió junto con su abuelo materno, Nobusuke Kishi, conocido como el “Monstruo de la era Shōwa” en la época de la Manchuria ocupada por el Ejército imperial de los años 30. Al contrario del ex primer ministro Hideki Tōjō, Kishi no fue condenado por ningún crimen y sus derechos políticos fueron restituidos completamente en 1952 a pesar de haber sido encarcelado tras la guerra como sospechoso de crímenes de «clase A». Cinco años después se convirtió en primer ministro después de unir el Partido Democrático con el Liberal, en una fórmula que ha permitido que los conservadores dominen casi totalmente el país desde entonces. Su padre, político y casado con la hija de Kishi, también fue miembro del Ejecutivo, llegando a ser ministro de Exteriores en los años 80.

Shinzo Abe nació en 1954 en Tokio y creció en la capital, donde se graduó en Ciencias Políticas por la Universidad de Seikei en 1977 y tuvo un breve paso por la Universidad de California para continuar sus estudios como politólogo. Dos años después entró en el sector privado, en la industria del acero, para trabajar en la empresa Kobe Steel, que abandonó en 1982 para arrancar con su carrera política, siguiendo la estela familiar: empezó siendo asistente ejecutivo del ministro de Exteriores, secretario personal del presidente del Consejo General del Partido Liberal Democrático y secretario personal de su secretario general.

Una década más tarde, en 1993, fue elegido diputado por la prefectura de Yamaguchi, la misma que ostentó su padre durante toda su vida y lo logró con la mayor victoria electoral que se habría registrado nunca en esa prefectura situada en la parte occidental del país. Abe siguió los pasos de su padre y, tras ser reelegido diputado y pasar por diversos cargos en los principales ministerios, el propio primer ministro Junichiro Koizumi, conocido por su asombroso parecido con el actor Richard Gere, se convirtió en su mentor a principios de la década de 2000 y lo elevó al cargo de primer ministro. Koizumi, que rompió moldes en la escena política nipona con su tono directo y provocador, apostó por la reforma económica ultraliberal, la privatización de servicios esenciales y fue el primero en asistir al polémico santuario sintoísta de Yasukuni a rendir tributo a los mártires de guerra.

Después de un breve período marcado por los escándalos

como jefe del Ejecutivo, entre 2006 y 2007, Abe retomó en 2012 su liderazgo del Partido Liberal Democrático y del país, tras la desastrosa gestión de la catástrofe de Fukushima por parte de la oposición de centroizquierda, con la promesa de ofrecer estabilidad política y de reformar la maltrecha economía japonesa con la fórmula conocida como «Abenomics», basadas en tres ejes: un estímulo monetario masivo, un aumento del gasto público y reformas económicas significativas. A pesar de registrar algunos logros, como el aumento de la tasa de actividad entre las mujeres y las personas de mayor edad, y permitir una mínima apertura del país a la inmigración para enfrentar la escasez de mano de obra, «Abenomics» consiguió siempre éxitos muy parciales y limitados que se vieron claramente eclipsados por la crisis económica provocada por la pandemia del coronavirus: en la primavera de 2020, Japón entró en recesión por primera vez desde 2015.

Pero si por algo se caracterizó Abe a lo largo de su extenso mandato fue por su decidida postura de línea dura en materia de defensa y de relaciones exteriores, y por dedicarse a buscar enmendar el artículo 9 de la pacifista Constitución de Japón de la posguerra para permitir que el país pueda disponer de un Ejército como cualquier otro Estado. Abe basó su política exterior en una firme alianza con los EEUU, lo que no impidió que las relaciones con sus vecinos regionales más cercanos -sobre todo Corea del Sur y China- se fueran tensando por sus opiniones nacionalistas y sus periódicas visitas a Yasukuni desde 2013.

En paralelo, Abe trató siempre de ser la cara amable del

nacionalismo conservador japonés en el mundo, manteniendo buenas relaciones con actores aparentemente antagónicos como Xi Jinping o Vladimir Putin, a quien regaló un perro de raza japonesa. Su fama de persona cercana y de buen talante, y su capacidad innata para las relaciones públicas propiciaron que Japón fuera sede y participara en grandes eventos internacionales como los Juegos Olímpicos: los japoneses recuerdan con cariño que el ex primer ministro no dudó en disfrazarse de Súper Mario Bros, el famoso personaje de los videojuegos, en la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro para anunciando la sede de Tokio 2020. Además, durante su mandato, el turismo extranjero en el país del sol naciente registró récords de visitas año tras año.

En verano de 2020, en plena pandemia y con un país con unos índices bajísimos de contagios respecto a otros países, Abe presentó su renuncia al cargo por un problema crónico de salud: el ex primer ministro sufría una colitis ulcerosa desde su adolescencia que debía ser controlada con un tratamiento médico. A pesar de ello, siguió moviendo los hilos para que su jefe de Gabinete, Yoshihide Suga, le sucediera en un primer momento en la Jefatura del Gobierno y, tras la renuncia de este, apoyó al actual primer ministro, Fumio Kishida, para el cargo.