Tensión en el norte de Siria ante la nueva amenaza de Erdogan
Sirios, asirios y kurdos que sufrieron ataques del ISIS se ven amenazados por una nueva invasión de Turquía contra un proyecto político constantemente atacado. Ankara intenta romper su continuidad con otra invasión, ante la que claman por una condena internacional sin «otra opción que defendernos».
El fragor de las armas pesadas y del fuego de artillería rompe el silencio de la noche en el cantón de Hasaka. Se trata de disparos efectuados por las milicias islamistas vinculadas a Turquía y el Ejército de Ankara desde los territorios ocupados por Erdogan dentro del suelo sirio. Turquía ha lanzado cinco ofensivas en el norte de Siria desde 2016 hasta hoy. Una de las últimas, denominada ‘Operación Fuente de Paz’, se llevó a cabo con el apoyo de grupos armados pertenecientes a la Oposición Nacional Siria (ANS), en todo el territorio gestionado por la Administración Autónoma del Noreste de Siria (AANES).
A primera hora de la mañana, la autopista internacional M4 parece tranquila. Situada a través de este eje estratégico que bordea las zonas ocupadas, se encuentra la ciudad de Tell Tamr, en primera línea contra el Ejército turco. Tras la última invasión turca de 2019, la zona es objeto de ataques diarios, principalmente dirigidos contra las aldeas cercanas al río Khabour en un intento de alcanzar la M4.
«Cuando los milicianos del Estado Islámico atacaron la prisión de Al-Sina en Hasaka a principios de año, intentábamos llegar a nuestros compañeros en apuros con una caravana de vehículos», dice Demhat Brusk, co-comandante del Consejo Militar de Tell Tamr, encuadrado en las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF). «A medida que el ataque se hacía más violento, Turquía y sus aliados nos golpearon, tratando de impedir que llegáramos a la ciudad», continúa Brusk. «Las incursiones vinieron justo desde los territorios ocupados, dejando claro que la ofensiva del Estado Islámico era bien conocida por las autoridades turcas, en un intento de desestabilizar la zona», añade.
Sentada a su lado, Zilan Tal Tamr, comandante de las YPJ (Unidad de Protección de la Mujer) del Consejo Militar, subraya que «especialmente tras la invasión turca, toda la población resiste y apoya al Consejo».
Luego agrega que «el contexto patriarcal dificultó inicialmente la presencia de las mujeres junto a los combatientes hombres en el norte de Siria. La sociedad aceptó rápidamente este proceso y hoy somos uno de los componentes más presentes en la batalla contra la ocupación».
«En el noreste de Siria, actuamos en todos los ámbitos sociales, no solo en el militar, y luchamos por una igualdad de género que favorezca todo el proceso revolucionario», concluye la comandante.
La zona de Tell Tamer está habitada predominantemente por cristianos sirios y asirios, kurdos y árabes que sufrieron masacres masivas durante el avance del ISIS en 2015.
Éxodo
A pocos metros de la sede del Consejo Militar de Tell Tameir, Xabur Ekad se sienta con algunos milicianos frente al edificio del Consejo Militar Sirio/Asirio de la región de Khabour. Es uno de los portavoces y cuenta que la ciudad de Tell Tamr sufrió «un enorme éxodo de personas al extranjero entre 2012 y 2015, al inicio de la guerra contra diversos grupos yihadistas y, después, contra el Estado Islámico». Recentemente, muchos expatriados han vuelto para contribuir al desarrollo social de la zona. «Estas personas regresaron para ayudar al rebrote de la comunidad y últimamente muchos han caído en los combates contra las fuerzas de ocupación turcas y su aliados, no debemos olvidarlo», señala Ekad.
Desde la colina que domina la ciudad, la línea del frente está a pocos kilómetros. Una iglesia se levanta entre las casas de abajo. «En un tiempo había más de 30 en esta zona, todas han sido dañadas y destruidas debido a los ataques. Solo subsiste esa, la más antigua. Los asirios que se quedaron en la zona de Tell Tamr se reúnen allí para las celebraciones», dice Nabil Warda, portavoz de la Guardia Asiria de Khabour, una milicia que reúne a los asirios de la zona.
«Dimos refugio a cincuenta familias que huían de pueblos atacados por los turcos. Ankara quiere eliminar la presencia sirio-asiria de la zona, nosotros estamos dispuestos a proteger a toda la comunidad hasta la última gota de sangre», remarca Warda, «no solo defendemos a los cristianos, sino un proyecto de convivencia y tolerancia que está constantemente amenazado».
El 1 de junio, el presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan, durante su intervención en la reunión del grupo parlamentario al que pertenece, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), declaró: «Estamos entrando en una nueva fase en nuestro proceso de decisiones para crear un corredor de 30 kilómetros en el norte de Siria, para proteger nuestras fronteras: liberaremos la zona de la ocupación terrorista».
En Hasaka, no lejos de la ciudad de Tell Tamr, Kendal Rojava, un joven miembro de las YPG Internacional, responde a las declaraciones del mandatario turco diciendo que «con el pretexto de una batalla contra lo que Ankara llama ‘terrorismo’, Erdogan intenta ampliar sus fronteras», y luego añade: «La intención de Turquía es extinguir tambien la presencia kurda en la zona y cancelar el proyecto democrático e inclusivo llevado a cabo junto con las distintas poblaciones de la zona».
Según las declaraciones del presidente Erdogan, la nueva «operación militar» se centrará inicialmente en las zonas de Manbij y Tal Rifat, pero Ankara no excluye que «la acción se amplíe posteriormente a otras zonas».
El objetivo turco es claro: romper la continuidad geográfica de la Aanes ocupando toda la línea de frontera. «Los turcos están reuniendo muchas tropas en los alrededores de Manbij y Tell Rifat, zonas próximas a donde viven las personas que huyeron de la ocupación de Afrin», explica Ciwan, un joven voluntario.
Proyecto étnico-político turco
«Turquía, como hizo en Afrin, quiere llevar a cabo su propio proyecto étnico-político en toda la zona», continúa Zafer Zagros, un joven miembro de las YPG. «No olvidemos que es el centenario del Acuerdo de Lausana, que marcó la consolidación de la República Turca. Erdogan, con sus aliados nacionalistas, intenta imponer una agenda neotomana en Oriente Medio», reitera el miliciano.
«Al hacerlo, siempre ha habido apoyo de la parte turca, incluido soporte logístico, para las nuevas actividades del ISIS, como explican muchos de los milicianos islamistas que las SDF han capturado últimamente», prosigue Ciwan.
En efecto, el ISIS ha reanudado sus operaciones en el norte de Siria en los últimos meses, llevando a cabo varios ataques mortales. «No es casualidad que, en el momento de su asesinato, Al-Qurayshi, uno de los líderes del Estado Islámico, estuviera cerca de la frontera turca, no muy lejos de tres importantes bases militares de Ankara en la zona».
En las zonas con riesgo de una nueva invasión, como afirma Rojava, «la gente está acostumbrada a la intimidación de Turquía y sus aliados». Hasta la fecha, no hay una estimación precisa de cuántas personas huyen por temor a una nueva operación turca, «lo que podemos observar aquí es que hay una reacción popular a las declaraciones de Erdogan. Hay manifestaciones diarias en apoyo a las SDF y contra la inminente acción militar», dice el combatiente.
Los líderes de las tribus árabes de Manbij también declararon en un comunicado público su oposición a cualquier intervención turca en la zona, condenando los bombardeos de Ankara y el SNA, «que se producen en el más absoluto silencio de la comunidad internacional».
La situación es muy tensa, en las zonas que Erdogan quiere ocupar la condición económica no es la mejor, también debido a las sanciones vigentes contra Siria. La falta de agua hace que las condiciones de vida de la población sean aún más precarias.
En el norte de Siria, los consejos ejecutivos de las administraciones que viven bajo la amenaza de una guerra inminente claman por una fuerte condena internacional de los nuevos proyectos de Turquía. «Un proyecto que une pacíficamente a personas de diferentes religiones y orígenes está en peligro», explica Ciwan. «Lo que existe en el norte de Siria es un ejemplo de cómo el mundo puede vivir sin discriminación, es un símbolo de progreso e igualdad», le hace eco Rojava.
«No tenemos otra opción que defendernos y no retroceder, para nosotros es una cuestión de existencia o no», remarca Zagros.