Para todos los gustos. Así está siendo la entrada en vigor de la limitación a 27-25 grados del uso del aire acondicionado en el interior de los establecimientos de Hego Euskal Herria, con cumplimiento y bastante desinformación en los locales, y con comprensión y críticas entre los usuarios.
Con el termómetro alcanzando los 27 grados a las 11 de la mañana en Iruñea en una jornada con máxima de 37, ha entrado en vigor la normativa estatal que limita entre los 27 y los 25 grados el uso del aire acondicionado en el interior de establecimientos de uso administrativo, comercial y cultural, así como locales de espectáculos públicos y actividades recreativas y restauración.
La oscilación se debe a que, a pesar de que el límite está fijado en 27 grados, en lugares donde los trabajadores están en movimiento para cumplir con sus tareas la temperatura no puede pasar de los 25 grados, según establece la legislación laboral.
Con el sol haciendo ya de las suyas, personas con maletas se van distribuyendo por la estación de autobuses de Iruñea. Aunque el calor parece seguir estando presente mientras se desciende por las escaleras mecánicas hacia las tripas de la instalación, una vez en la parte inferior, se nota un cierto frescor, pero ¿a qué temperatura estamos?
La persona que atiende el punto de información de la estación pone cara de póker al preguntarle si ha empezado a aplicarse la norma del termostato. «Por el momento no sabemos si se ha empezado», explica ante el interrogante el sorprendido joven, más acostumbrado a informar sobre horarios y destinos de las líneas de autobuses, que de la temperatura reinante.
La duda queda resuelta en el espacio donde aguardan el momento de tomar el autocar varios pasajeros. En la amplia sala de espera, entre monitores que informan sobre las dársenas de donde salen las líneas y sus destinos aparece un luminoso que indica la temperatura con un colorado 26,1 grados. Como se suele decir, ni para ti, ni para mí; ni 27, ni 25.
En este caso, estaba claro cómo quedaba el asunto del termostato, pero en otros lugares, había que recurrir al ojo de buen cubero, aunque lo que sí resultaba evidente es que esas jornadas veraniegas en las que la temperatura entre el exterior y el interior de un local en medio de la sofocante canícula se desplomaba un buen puñado de grados ya no se da. Para la historia ha quedado, de momento, eso de echar de menos la chaquetica al acceder a locales de grandes cadenas.
De hecho, lo que parece más necesario es un abanico, al menos en el caso de Felisa. La veterana consumidora se siente un poco agobiada incluso en el interior del establecimiento. Con un cierto gesto de enfado, señala que «igual se podía poner un poco más bajo el aire pensando en las personas mayores, que llevamos peor el calor. Al principio parece que estás mejor, pero una vez que llevas un rato, se apodera otra vez la sensación de calor».
Añade contrariada que «es una pena que teniendo un aparato que puede bajar la temperatura, no se emplee para hacer más fácil estos días tan terribles. Si aquí son unos días, luego ya la cosa se pone mejor», aunque reconoce que este verano está siendo de aúpa por la sucesión de olas de calor.
Una veterana consumidora plantea un límite más bajo, porque «las personas mayores llevamos peor el calor» y un joven apoya el tope, porque «tenemos que hacer algo»
En el Eroski de la cuesta de Santo Domingo, la entrada resulta agradable ante la bajada de la temperatura, aunque no deja de ser una sensación efímera, a pesar de que a la hora de regular el aire acondicionado se ha tenido en cuenta la legislación laboral. Así lo explica la encargada del establecimiento, quien señala que «estuvieron ayer revisando el aire, que se ha dejado en los 25 grados como tope porque se tiene que primar esa temperatura para tener en cuenta los riesgos para los trabajadores».
De hecho, el aire acondicionado entra en funcionamiento de manera automática antes de comenzar la jornada laboral, «para que se refresque el local un poco antes de que empecemos a trabajar, porque si no, esto es inviable».
Se mantiene en marcha durante todo el día, así que al entrar, «se nota una frescura, pero luego ya se siente el calor. Cuando estás moviéndote, como nos pasa a nosotras, que no paramos, se termina notando». Pero lo llevan con resignación, como sucede con los clientes, que «lo primero que dicen es ‘qué fresco se está’, porque al venir de la calle, con todo el calor, sí que se nota especialmente».
Entre los que se adaptan a las circunstancias figura Ander, al que le parece «bien» que se apliquen medidas de ahorro energético como limitar el descenso de la temperatura en los interiores de establecimientos en verano. Y las apoya «porque tenemos que hacer algo, no podemos quedarnos de brazos cruzados. Si hay que aguantar un poco de calor, se aguanta y ya está».
El joven iruindarra va más allá y recuerda que «el problema viene de que no se están tomando medidas de verdad contra el cambio climático y luego pasa lo que pasa. Esto no deja de ser un parche, pero hay que tomar alguna medida».
Cambios poco apreciables en Bilbo
En Bilbo, el día también comenzaba caluroso. Antes de las 12.00, el metro de la estación de tranvía de Abandoibarra marcaba 33º (al sol). Un poco inferior era dentro del Centro Comercial Zubiarte, cuyos termómetros situados en las diferentes plantas marcaban entre 27º y 27,5º. Según los trabajadores del punto de información, las nuevas medidas no han cambiado la sensación térmica en el interior del edificio. Algo totalmente comprensible teniendo en cuenta que, tal como consta en los mismos medidores, estos ya estaban limitados a una temperatura mínima en verano de 26º y una máxima de 21º en invierno.
Las tiendas de ropa la Gran Vía bilbaina, que a pesar de tratarse de una cálida mañana de agosto presentaban una buena afluencia, también han mantenido su temperatura a raya. Así se desprende del termómetro de Zara y sus 26,2º. En otros establecimientos, aunque sin ningún medidor a la vista, la sensación es que aquellos chorros de aire frío han quedado en el pasado. Nuevos tiempos que parecen no preocupar a los consumidores que, teniendo en cuenta la temperatura externa, han afirmado estar «a gusto» dentro de los comercios.
Además de los establecimientos comerciales, los locales administrativos, como los edificios de oficinas, también se han visto afectados por la normativa. Un caso paradigmático es el de la Torre Iberdrola, propiedad de la compañía eléctrica vasca del mismo nombre. ¿Se ha notado el cambio de temperatura en el edificio? Prácticamente no, ya que tal como han explicado a NAIZ fuentes de la compañía, la Torre Iberdrola fue construida con el objetivo de ser lo más eficiente y rentable energéticamente, como demuestra la certificación LEED CS Platino recibida en 2013, que reconoce los proyectos más respetuosos con el medio ambiente.
Eso no significa que no se haya adaptado la temperatura a la nueva normativa, aunque las fuentes explican que el cambio a nivel de sensación es imperceptible. Hay que tener en cuenta que el control de la temperatura se puede llevar a cabo en los espacios comunes (como el amplio hall) y en las plantas que van de la 30 a la 37, donde se ubican las oficinas de Iberdrola. Sin embargo, en el resto de pisos, destinados a empresas «externas», las oficinas tienen sus propios termostatos.
Finalmente, en la estación de metro de Abando, los trabajadores no estaban al corriente de cuál era exactamente la normativa ni a qué temperatura debería estar, aunque las tres salidas con las que cuenta la parada (Plaza Circular, Berastegi y el vestíbulo de la estación de tren) permitían que el aire circulara y no existiera sensación de sofoco. «Ahora mismo aquí hay corriente y se está bien», ha indicado una trabajadora.
Cierta falta de información
Aunque puede dar la sensación de que la entrada en vigor de la nueva normativa era conocida en general, al entrar al detalle, las cosas no están tan claras y se palpa una cierta falta de información.
En una tienda de ropa de Iruñea, el dependiente sabe que se ha tomado alguna medida al respecto, pero «¿a qué temperatura tiene que estar al final el local? Porque he oído varias», se explica. De todos modos, en su caso, el dato final no resulta crucial, ya que intentan hacer más agradable la temperatura «con dos ventiladores, que apagamos cuando nos vamos a comer y cuando cerramos la tienda».
Es su manera de combatir unas altas temperaturas reinantes que sobre todo se hacen notar «a la mañana, porque la tienda está muy caliente y al mediodía, cuando volvemos de comer». Después, el giro de las aspas se encarga de aliviar un poco el calor.
En una tienda de ropa no tienen claro el tope, «porque he oído varios» y en un bar pensaban que la limitación empezaba el lunes «de tanto que se habla del tema»
En un bar de Alde Zaharra, el camarero, que acaba de comenzar a trabajar esta semana tras sus libranzas, se sorprende de que arranque este miércoles la limitación. «¿No empezaba el lunes? Como se estaba hablando tanto del tema, pensaba que ya estaba en marcha», matiza. Como la temperatura en el exterior todavía no es asfixiante, «por el momento estoy ventilando con la puerta abierta y la cristalera, pero luego ya pondré el aire acondicionado a la temperatura que toca».
Teniendo en cuenta la temperatura reinante en los locales visitados, da la impresión de que la norma se cumple, tal vez también ayudada por el elevado precio de la luz y de la galopante inflación, que anima a apretarse el cinturón en todos los ámbitos. Así que esa circunstancia puede ser incluso más coercitiva que las posible sanciones por incumplir la norma del límite de temperatura y que oscilan entre los 60.000 y hasta los 100 millones de euros para las muy graves.
Por el momento, desde las autoridades se asegura que apuestan más por informar y comprobar que se cumple la norma, que por sancionar. Pasar algo de calor o arriesgarse a quedarse helado por una cuantiosa multa, esa parece ser la cuestión en este sofocante verano de temperaturas extremas sin descanso y con el aire acondicionado topeado.