Mirari Isasi
Aktualitateko erredaktorea / Redactora de actualidad

La reapertura fronteriza, nuevo comienzo para Colombia y Venezuela

La llegada de Gustavo Petro a la Presidencia de Colombia, además de ser la primera vez que la izquierda logra el poder en el país, propiciará el restablecimiento de relaciones diplomáticas y comerciales entre Bogotá y Caracas. La normalización en la frontera será el primer paso.

En el puente internacional de Tienditas se colocaron varios contenedores para bloquear el tránsito de vehículos.
En el puente internacional de Tienditas se colocaron varios contenedores para bloquear el tránsito de vehículos. (Edinson ESTUPINAN | AFP)

La última década ha sido muy complicada para las relaciones bilaterales entre Colombia y Venezuela, pero la llegada de Gustavo Petro a la presidencial Casa de Nariño abre una nueva e ilusionante etapa.

El distanciamiento, debido principalmente a diferencias políticas, tuvo un impacto negativo en sus relaciones comerciales, una situación que se agravó el 19 de agosto de 2015 con la decisión del Gobierno de Nicolás Maduro de cerrar de forma temporal los pasos fronterizos entre ambos países por «razones de seguridad» después de que tres soldados y un civil venezolanos resultaran heridos en la zona.

Siete años después, las cosas empiezan a cambiar y el anuncio de la normalización en la frontera, con la reapertura de los pasos entre Norte de Santander (Colombia) y Táchira (Venezuela) marca un nuevo comienzo, y el entusiasmo se palpa en el aire.

Nada más tomar posesión Gustavo Petro como presidente, ceremonia que tuvo lugar el 7 de agosto, en el puente internacional Simón Bolívar, el principal de los cuatro que conectan a los dos países en la zona de Cúcuta, trabajadores y trabajadoras colombianas ponían a punto las oficinas de la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales (DIAN) para cuando se materialice la reapertura fronteriza.

Este fue en el pasado el paso fronterizo más dinámico del país por su intensa actividad comercial, pero tras siete años cerrado a los vehículos cualquier movimiento para su normalización ilusiona a quienes siguen transitando a pie por allí.

«Estamos viviendo mal en la frontera, estamos aguantando hambre y con lo poco que hacemos vendiendo cositas logramos sobrevivir. Si abren la frontera sería un cambio favorable para todos, el cierre nos dejó muy afectados», cuenta a Efe Ernesto Oliveros, vendedor de agua y refrescos en La Parada, un caserío colombiano situado frente a la ciudad venezolana de San Antonio del Táchira. A La Parada, que hace parte de Villa del Rosario, en el área metropolitana de Cúcuta, capital de Norte de Santander, siguen llegando a diario algunos venezolanos que cargan o arrastran maletas con víveres y otros productos comprados del lado colombiano.

El cierre fronterizo de 2015 se endureció el 23 de febrero de 2019 con la ruptura de relaciones diplomáticas por parte de Caracas como respuesta al apoyo que el entonces presidente colombiano, el uribista Iván Duque, daba al líder opositor venezolano Juan Guaidó. Pero esa turbulenta relación comenzó a cambiar con la elección de Petro, con el que el mandatario venezolano, Nicolás Maduro, tiene mayor sintonía política e ideológica. Y los Gobiernos de ambos países trabajan para reanudar sus relaciones diplomáticas y también comerciales. Aunque, desde algunos meses antes ya se trabajaba en La Parada para la reapertura total de la frontera, según las autoridades locales de Villa del Rosario. «La organización se hace con los vendedores ambulantes y los conductores del servicio público», explica el secretario de Gobierno de Villa del Rosario, Vladimir Lindarte.

Desde Norte de Santander, su secretario de Fronteras de la Gobernación, Víctor Bautista, asegura que han sostenido reuniones con la Cancillería de Colombia para que se haga de manera gradual y ordenada la reapertura fronteriza, que esperan incluya el puente de Tienditas, el más moderno de todos y aún sin estrenar.

Aumentan las expectativas

Los gestos que en las últimas semanas han aumentado las expectativas de la normalización han sido constantes en las últimas semanas. A finales de julio, el nuevo canciller colombiano, Álvaro Leyva Durán, y su homólogo venezolano, Carlos Faría, anunciaron el nombramiento de embajadores; unos días después, el ministro de Defensa de Venezuela, Vladimir Padrino López, anunció el establecimiento «inmediato» de contacto, por orden de Maduro, con su colega colombiano, Iván Velásquez, para «restablecer» las relaciones militares.

Circularon también rumores sobre un posible encuentro de los dos presidentes para zanjar de una vez por todas las diferencias entre ambos Ejecutivos, pero el propio Petro se encargó de frenar esas expectativas.

«Si hubiera una reunión habría no solo información sino preparación y eso no existe», señaló el mandatario colombiano, quien añadió que aunque trabajan para «la normalización de las relaciones, que es un proceso que implica la apertura de la frontera» esa reconstrucción de los vínculos rotos puede tardar unos dos meses.

Nicolás Maduro le ha tendido a Gustavo Petro la mano para reanudar los contactos a todos los niveles, en aras a una normalización que se ha resistido durante los últimos años y que ha estado lastrada por acusaciones cruzadas de todo tipo entre Caracas y Bogotá.

Pese a descartar una reunión con su homólogo a corto plazo, el presidente colombiano ha vuelto a defender esta semana el restablecimiento de relaciones con el Gobierno de Maduro y ha señalado que el líder opositor Juan Guaidó, reconocido como presidente por EEUU, es un jefe de Estado «inexistente». «Es como la metáfora de la caverna de Platón. Miren cómo estas sombras se mueven, pero son irreales, inexistentes», ha afirmado.