Amaia Ereñaga
Erredaktorea, kulturan espezializatua

Zinemaldia vuelve a la normalidad al cumplir los 70

En lugar de solo glamour, visibilidad a los olvidados por esta sociedad en crisis. En la jornada inaugural de la edición 70 de Zinemaldia, la realidad se ha hecho muy presente en la pantalla. También el hambre de cine y las ansias de celebrar la vida. E incluso se le ha cantado el cumpleaños feliz.

La gala de apertura del festival ha contado con Loreto Mauleon y Paco León como maestros de ceremonias.
La gala de apertura del festival ha contado con Loreto Mauleon y Paco León como maestros de ceremonias. (Gorka RUBIO | FOKU)

Se le ha cantado el cumpleaños feliz, el público ha apagado una vela (virtual, eso sí) y, por fin, la noche de este viernes se ha dado por inaugurada la edición número 70 de Zinemaldia. Una edición especial y esperada, no solo por lo redondo del número. Porque la pandemia ha pesado y marcado mucho.

El exterior del Kursaal, a reventar de público durante el ‘paseíllo’ de la alfombra roja previo a la gala de inauguración de la noche, sirve para hacerse una idea de lo que ha sido todo el día y de lo que, se supone, se va a dar durante esta edición, que se prolongará hasta el sábado 24. Gente y más gente, curiosos, cinéfilos... y también reivindicación, como la de Pantailak Euskaraz, denunciando en la fiesta del cine más importante de Euskal Herria la discriminación que sufre el euskara y la importancia de que, desde el sector audiovisual e instituciones, se haga un esfuerzo por variar una tendencia claramente a la baja.

La actriz Loreto Mauleón y el actor y director Paco León han presentado la gala inaugural de esta edición número 70, en la que ha habido recuerdo hacia los que no están, como José Angel Herrero-Velarde, vinculado al festival durante más de cuarenta años como miembro de los comités de Dirección y Selección, o el cineasta Jean-Luc Godard.

También ha habido reconocimiento hacia personas unidas durante mucho tiempo a Zinemaldia. Es el caso de Edurne Ormazabal, actual directora de Tabakalera y presentadora de las galas del festival durante muchos años, o las cuatro dantzaris de aquella primera edición, en pleno franquismo, testigos directas de una época en la que, como han relatado, sus compañeros les recomendaron que no vieran cierta película porque «salía un pecho. Era una película sueca, claro», han contado.

«Combatir la intolerancia a través del pensamiento crítico» en estos tiempo difíciles es uno de los papeles del cine, como ha recordado el productor argentino Matías Mosteirín, presidente del jurado de la Sección Oficial, en sustitución a Glenn Close. Por eso, en nombre del jurado, ha llamado a «celebrar la libertad, la contradicción y la posibilidad de dialogar incluso en la diferencia». Y así ha arrancado la 70 edición de este Zinemaldia.

Lluvia, gente y ganas

Donostia se ha levantado este viernes con lluvia, como si tuviera resaca del bochorno de los días anteriores. Lluvia, viento, tonos grises... todo muy cinematográfico, ¿como en los viejos tiempos, acaso? Y mucha gente en las calles. «¡Pero cuántos turistas hay en Donostia!». Indefectiblemente, la respuesta de los locales al comentario es la misma: «Hay muchos, pero ¡ha habido muchos más!».

Tal vez el planeta no ha vuelto, ni volverá por desgracia, a los ‘viejos tiempos’ en los que las estaciones eran tales y el Festival Internacional de Cine de Donostia marcaba, de alguna manera, el inicio del otoño. Lo que sí ha regresado, en esta pospandemia en la que andamos metidos, es el Zinemaldia de siempre: el del cine como encuentro social, como lugar de debate, de reflexión, de aprendizaje, de reivindicación, de disfrute... y de fiesta, porque hay que celebrar que, aunque con heridas, hemos salido vivos de esta. Con las salas de cine con el aforo al 100 por cien y más de 200 títulos para visionar hasta el 24 de setiembre, la ciudad parece la de siempre. O lo intenta.

Heridas en la alfombra roja

La 70 edición de Zinemaldia ha arrancado, en la Sección Oficial, con cine social estatal, plasmando la lucha de los presos sociales en las cárceles franquistas (‘Modelo 77’, proyectada fuera de concurso), y ha tenido continuidad en la sección Perlak, con ‘En los márgenes’, la primera y estimable película dirigida por Juan Diego Botto, que ha sido producida y protagonizada por Penélope Cruz.

‘En los márgenes’ es puro cine social, de ese tan necesario, de ese que busca mover las tripas y que, por desgracia, tan poco se prodiga en la cinematografía estatal. Un cine que reivindica en la pantalla grande a los olvidados de esta gran crisis, a los desahuciados por este capitalismo salvaje, a los trabajadores empobrecidos que, por esta vez, se alzan en protagonistas.

También lo han sido de Zinemaldia, ya que en la alfombra roja de la tarde, previa a la proyección de gala en el Teatro Victoria Eugenia, Juan Diego Botto, Penélope Cruz y su equipo han querido tener muy cerca y visibilizar la lucha de las plataformas contra los desahucios.

En un lugar destacado, tras las vallas, miembros de Stop Desahucios, entre ellos Rosa García –Tambor de Oro 2019–, han dado una camiseta a José Luis Rebordinos, director del festival, cuando se les ha acercado a saludar y han gritado ‘Sí se puede’ cuando ha aparecido el equipo de la película. Camisetas, abrazos y «qué bonita eres por dentro y por fuera, Penélope».

Por cierto, y aunque fuera de la programación de Zinemaldia, a la misma hora había una cita con el montañerismo y la solidaridad con la primera proyección de las dos previstas en el Aquarium de ‘Anwar’, el documental protagonizado por Álex Txikon. Rodada en Nepal, Sierra Leona y Pakistán, 'Anwar' (Lleno de luz) va de montaña, compromiso y sostenibilidad, va de todas aquellas personas del llamado tercer mundo que aún viven sin luz eléctrica.

En este primer día de festival también se han visto otras historias: por ejemplo, la adaptación libre del prolífico y estupendo cineasta francés François Ozon de ‘Las amargas lágrimas de Petra von Kant’, el clásico de Rainer Werner Fassbinder. O el estreno de ‘El vasco’, en Zinemira, del bermeano Jabi Elortegi, una comedia sobre un vasco que no quiere serlo y su encuentro con la diáspora vasca argentina que, por contra, sueña con todo lo vasco. La alfombra roja ha estado animada a ritmo de trikitixa, con dantzaris y muchos móviles recogiendo el momento.