«Los convencidos van a aprender mucho; con los no convencidos se puede romper la barrera»
‘Karpeta urdinak’ lleva a la gran pantalla este sábado el informe del IVAC para el Gobierno de Lakua que certificó la dimensión de la tortura en Euskal Herria. Un documental con diversos destinatarios y un objetivo ambicioso: ser referencia de una realidad tremenda y motor de denuncia social.
El punto de partida de la película es muy sugerente: las dudas sobre si su aita fue torturado o no y el diálogo que se establece entre ambos. ¿Cómo ocurrió?
Es un punto de partida, pero el documental no va de descubrir si mi padre fue torturado o no. La cuestión es que en el momento en que yo conozco los resultados del estudio sobre la tortura, y viniendo de una casa en que su denuncia ha estado presente, me planteo que esos resultados van más allá de mis peores expectativas y me pregunto hasta dónde llega realmente la tortura. Y empiezo a entender que ha llegado a lugares tan profundos que se ha hecho creer a muchas personas que no habían sido torturadas, por no haber llegado al grado más alto o al más físico. Le pregunto entonces a mi padre si él fue torturado y obviamente me dice que no; pero sí, fue torturado.
El trabajo toma un carácter básicamente científico, en una cuestión que también se podía abordar con otro tipo de presentación, más tremendista. ¿Por qué?
La personalización de la tortura está muy bien porque hace más fácil y accesible la denuncia: Mikel Zabalza, Iratxe Sorzabal... Pero a la vez eso tiene un problema; que todo queda en si esa persona dice la verdad o no, y además normalmente son los casos más evidentes porque la persona ha fallecido o porque tiene marcas. No dejan de ser la punta de la punta del iceberg: Unai Romano, Ion Arretxe... En el caso del informe del Gobierno Vasco, hablamos de más de 4.000 casos que son torturas sin ninguna duda, eso es lo importante. Tengo la aspiración de que este documental sea dentro de unos años el referente de lo que ha pasado aquí. Que cuando alguien quiera comprender qué ha ocurrido, venga aquí.
Cuando estuve en un seminario de tres jornadas en que durante 7 u 8 horas diferentes expertos me explicaron qué había pasado aquí, al salir pensé ‘las calles van a arder’... y está claro que no ardieron, lo cual significa que mucha gente no se ha leído el informe. Lo hemos sintetizado en un documental de casi dos horas y esperamos que sea un eslabón para hacerlo llegar a la gente, que sirva como motor para la indignación y que acabe en una reclamación social de justicia, verdad y reparación.
Sigue habiendo barreras, negacionismo...
Estamos muy emocionados con este sábado, es la primera vez que lo presentamos al público y era importante la representación de una amplia gama de partidos políticos. Puedo decir, y es un orgullo, que van a estar desde EH Bildu al PP, pasando por PNV, PSOE, Elkarrekin Podemos... También el Gobierno Vasco, Gogora, organizaciones pro-derechos humanos como Goldatu, Egiari Zor, Euskal Memoria... Para mí eso es clave, porque los convencidos van a aprender mucho, pero con los no convencidos tal vez se pueda romper esa barrera, porque en muchos casos no es no que crean en la tortura, sino que no quieren creer.
Es una distinción que usa mucho Paco Etxeberria [que también participa en el documental]. ¿La película va entonces para los dos?
Sí. Sabemos que hay otro grupo que siempre va a negar la tortura aunque sepa que exista, porque fue una estrategia política. Yo no puedo creer que gente antifranquista que ha luchado y que ahora milita en el PSOE diga que no existió la tortura cuando hasta compañeros suyos fueron torturados en Intxaurrondo. Por todo esto es importante que haya una representación lo más amplia posible.
Hay otra barrera fuera de Euskal Herria. Este informe podría haber sido un escándalo también en el ámbito internacional, como Abu Ghraib o Guantánamo, y lógicamente en el Estado español, pero no ha ocurrido. ¿Aspira a incidir ahí?
El Estado español tiene una «democracia» (entre comillas) peculiar, el propio jefe de Estado fue puesto por el franquismo, la Ley de Secretos Oficiales es una de las más duras... Pero tampoco nos engañemos; en Estados Unidos hubo un informe que reconoció la tortura y que además dijo que no sirvió para nada, pero ahí ha quedado la cosa, no ha cambiado mucho más. La única forma en que esto puede cambiar es si existe una mayoría social que exige medidas tangibles, y todo se resume en una cosa: si existe el periodo de incomunicación existirá la tortura, es un campo de cultivo y floración de la tortura.
Han accedido a testimonios de personas torturadas recopilados para ese informe del IVAC...
Sí, hemos tenido acceso a ellas y se recogen en el trabajo. Teníamos muy claro que no íbamos a grabarlos nosotros porque no era nuestro trabajo. No estábamos aquí para juzgar si un testimonio es creíble o no, esa es la función de los expertos: peritos, antropólogos, científicos de todo tipo...
También hemos querido cuidar mucho el acompañamiento: muchas veces en este país por la urgencia, por necesidades de la militancia... por muchos factores se ha perdido mucho tacto. Hemos querido que quienes nos han cedido este material se sintieran acompañados. Me gustaría resaltar el tacto que han tenido también todos los profesionales implicados en este trabajo, hay una confianza construida granito a granito, un proceso a fuego lento que me parece modélico para cualquier proceso de reparación.
El documental también ha tenido un proceso de cocción lento. En su momento hablamos de él con el título de ‘El sonido del crac’, luego ha acabado en ‘Karpeta urdinak’. ¿Por qué, ha habido una evolución?
Optamos en su momento por ‘El sonido del crac’ porque era un elemento común que íbamos encontrando, ese momento de quiebre que provoca la tortura. El documental tiene una voluntad de referencia internacional que encaja con ello, pero también es cierto que esto ha pasado aquí y queríamos darle esa razón local; las carpetas azules son eso, la prueba irrefutable de que esto es real. Las carpetas azules son lo que ha pasado aquí, lo que se puede demostrar y lo que evidencia que nos deben la verdad. Aquí se ha torturado durante 50 años; ha sido en un lugar concreto y con una motivación concreta, aunque también puedas ver la evolución de la tortura a nivel mundial, focalizada en este punto.
En lo cinematográfico, ¿qué aporta el documental? ¿Con qué se queda más satisfecho?
Creo que esta vez tenemos las herramientas para algo que puede servir a nivel social, con potencial de cambio. No siempre he tenido esa ocasión. Cinematográficamente, estoy muy orgulloso con la gestión de la información, es decir, con el montaje. Creo que Eñaut ha hecho un trabajo magnífico en la fotografía, no es fácil cuando hablamos sobre todo de entrevistas y de material de archivo. Pero para mí lo más increíble ha sido el montaje: Laurent Dufreche es el montador de ‘Handia’, ‘La trinchera infinita’ o ‘Loreak’, y a Amaia Merino la conocemos por ‘Asier ETA biok’, ‘Non dago Mikel’... Las entrevistas puestas en línea podían llegar a 30 o 40 horas, y cuando tuvimos el primer montaje ya pulido todavía eran casi tres horas y media, así que hemos hecho un trabajo de depuración de seis meses, frase a frase, coma a coma...
Hay dos películas sobre tortura en este Zinemaldia, hubiera sido impensable hace pocos años. ¿Hay que concluir que las cosas están cambiando decididamente en este terreno?
Las cosas cambian siempre a dos ritmos: uno es el de la calle y otro el de las instituciones. Creo que es obvio que desde el Gobierno Vasco las cosas están cambiando, es obvio aunque algunos pensarán que es insuficiente, falta mucho para el reconocimiento total... Tampoco podemos olvidar que el director de este Zinemaldia es de aquí mismo, de Orereta, no puede ser insensible ante esta realidad. A partir de ahí, siempre hay una primera etapa, que es lo escrito, y luego otra, que es lo audiovisual, cuando ya tenemos algo escrito en lo que basarnos.
Está probado que al cine le cuesta entrar en ciertas temáticas, pero luego a veces acaban en oleada... ¿Podría ocurrir con esto?
Sí. Ahora hay muchos documentales que abordan el tema de la violencia. Dudo que ahora tuviera la misma atención abrumadora que encontré con ‘Echevarriatik Etxeberriara’, porque entonces solo estábamos ‘Asier ETA biok’ y la mía.
A partir de Zinemaldia, ¿qué?
Tenemos previsto un estreno en Euskal Herria en la semana del 13 de febrero y otra internacional en el Día Internacional contra la Tortura. Son los dos mugarris que prevemos.